Déficit de revolucionarios digitales
15 may 2018
Una ola de cambio inunda el mundo, la llaman la Revolución Digital y también la 4ª Revolución Industrial o la Industria 4.0. La confluencia de innovaciones, los avances tecnológicos y, sobre todo, el imparable uso de herramientas digitales de gran potencial, conforman unos cambios trascendentales en la manera de producir las cosas y de prestar los servicios, en la manera de comunicarnos y relacionarnos socialmente, y en definitiva, en la manera de vivir de las personas. Los ámbitos más relevantes de esta revolución serán los referidos a los big data, la robótica y automatización, la inteligencia artificial o Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), entre otros.
Toda revolución tecnológica (el vapor, la electricidad, las tecnologías de la información y comunicación) comporta aumentar las posibilidades de crecimiento de ciertos sectores y trabajadores mientras que otros se verán afectados negativamente. No vamos a entrar a considerar las consecuencias laborales de la revolución ya que hay diferentes estimaciones. En el caso de la industria española, por ejemplo, se estima que un tercio de las tareas pueden verse afectadas, pero ello no significa una pérdida de empleos en la misma proporción ya que si bien se suprimirán algunos también se generarán otros nuevos, aunque con un perfil profesional distinto.
Los aceleradores humanos
Existe un consenso sobre que el éxito de los cambios que acontecerán en la actividad económica y social en general dependerá en gran medida del capital humano existente en cada país y su capacidad de adaptación ante los nuevos retos. Una parte importante de este capital la componen los científicos y tecnólogos capaces de crear, desarrollar, implantar y difundir estas nuevas herramientas para el cambio.
España no se distingue por un peso importante del empleo en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, más conocido por su acrónimo inglés Stem, y ocupa posiciones retrasadas entre los países de la Unión Europea.
Si queremos superar esta situación necesitamos más titulados universitarios en ciencia y tecnología (Stem), pero el problema es que se matriculan pocos alumnos, además hay una baja presencia de mujeres, ya que su peso es del 30% frente al 55% en el conjunto de la universidad. Si consideramos Alemania como líder europeo en investigación, técnica e industria resulta que en dicho país más del 30% de los graduados universitarios cada año lo son en estos campos mientras que en España estamos en el 20%. Con esta comparativa se comprende el déficit al que la sociedad ha de hacer frente.
Poco apoyo público
Es indudable que las universidades y el sector público han de responder a este reto favoreciendo que los jóvenes escojan carreras técnicas y científicas en su proyecto formativo y laboral, también se habría de potenciar la entrada de más mujeres y sobre todo reconocer la importancia de la ciencia y tecnología en nuestro país pues, a pesar de las declaraciones de los políticos, lo cierto es que los fondos públicos para investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) han sufrido un recorte del 30% desde el inicio de la crisis mientras que han aumentado ligeramente en el conjunto de la Unión Europea. Si tenemos en cuenta este apoyo se comprende que entre 15.000 y 20.000 investigadores formados aquí prefieran desarrollar su carrera profesional en el extranjero.

Víctor Fabregat
Víctor Fabregat capitaneó durante veinticinco años el Centro de Información Textil y de la Confección (Cityc), organismo sin ánimo de lucro creado por el Consejo Intertextil Español (CIE) y que cuenta con el apoyo de la mayoría de asociaciones textiles. Su objetivo es facilitar a las empresas información necesaria para la toma de sus decisiones estratégicas. Esta larga trayectoria profesional en el seguimiento y el estudio de todos los aspectos de la industria textil hicieron de Fabregat, fallecido en 2020, uno de los mayores expertos en el negocio de la moda de España.
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