Opinión

La soledad del líder

Inmaculada Urrea

21 abr 2020

La soledad del líder

 

 

Tengo que decir que mis servicios más inusuales han nacido, aparentemente, de casualidades. Primero fue mi Bed&Branding, cuando una clienta y yo no lográbamos encajar agendas para trabajar, así que, para no demorar más el asunto después de unos cuantos intentos, le dije: “¿Qué tal si te vienes el viernes a casa y trabajamos la identidad de marca el fin de semana? El domingo te volverás a casa con un problema menos”. Dicho y hecho.

 

Desde 2008 me he realizado el test de los arquetipos cuatro veces, y he de decir que es una herramienta que funciona tan bien en las marcas como en las personas. Si en el branding se utiliza para conectar emocionalmente con los clientes, en las personas se emplea para obtener una foto fija del momento vital de cada individuo, que sirve para desarrollar su marca personal, al permitir potenciar las actitudes positivas de nuestros arquetipos dominantes, evitar las negativas; y trabajar para aumentar o disminuir la activación del resto si es necesario. En resumen: es una excelente herramienta de autoconocimiento.

 

Los arquetipos son conceptos que provienen de la psicología, y fueron detectados por Carl Gustav Jung. Representan patrones universales e innatos de comportamiento, que todos llevamos incorporados desde el nacimiento, como si de un programa de software se tratara, y que, a lo largo de nuestra vida, se van desarrollando, dependiendo de nuestra personalidad, educación y las circunstancias. El modo en que percibimos el mundo está influido por nuestro(s) arquetipo(s) dominante(s), y se ve reflejado en cómo pensamos y cómo actuamos.

 

 

 

 

Muchas compañías de Estados Unidos aplican estos tests desde hace décadas, tanto a la hora de contratar directivos y personas clave, como a la hora de hacer equipos de trabajo equilibrados, ya que cada arquetipo asume unos determinados valores, se caracteriza por una manera de hacer las cosas, y, lo que es más importante, tiene un foco vital. Conocerlos ayuda a ser más certeros: difícilmente un CEO va a poder liderar eficientemente si tiene el Bienhechor muy activo (por extraño que pueda parecer); o un responsable de departamento trabajar acorde a la cultura de su compañía si tiene al Rebelde; por ejemplo.

 

Desde hace más de una década utilizo los arquetipos para las marcas, y he tenido ocasión de profundizar mucho en ellos, ahondando en sus características psicológicas. He hecho test a multitud de amigos y familiares, y fue justamente cuando acabé de interpretar los resultados de una ejecutiva amiga, que atravesaba un período complicado en su vida y necesitaba reconducirse, cuando me dijo, muy satisfecha por la información que le había dado, después de dos horas al teléfono: ‘Oye, ¡esto es un gran servicio! ¿No te has planteado ofrecerlo profesionalmente?’. Dicho y hecho.

 

De hecho, este post nace de los intercambios de impresiones que he tenido estos días con algunos directivos, especialmente de una conversación que tuve con el CEO de una gran compañía, después de analizar sus arquetipos, y de todo lo que me dio que pensar. Una persona que admiro por su humildad, su cercanía y su implicación, y que me escribió, después de nuestra conversación, ‘Ya estoy trabajando en ello… la verdad es que me hizo pensar mucho y sólo eso ya es un pequeño tesoro’.

 

 

 

 

Reflexionar, analizar, valorar, visionar, decidir y actuar. ¿Quién quiere ser el jefe hoy, ante el panorama que estamos viviendo? Criticar es muy fácil, pero encarnar a Atlas no. Requiere una responsabilidad y un coraje que no todos están dispuestos a asumir. Porque, además, el poder -aunque te rodees de un gran equipo- es solitario: las decisiones se toman en soledad, sobre todo las difíciles, y el miedo a equivocarse o a que las cosas se tuerzan imprevisiblemente siempre está.

 

A lo largo de mi profesión, he tenido la oportunidad de conocer personalmente a muchos CEOs y directivos. Con algunos incluso he trabajado, mientras que a otros los he conocido -indirectamente- por cómo han gestionado sus empresas y departamentos, y también por lo que me han contado algunos insiders (tengo exalumnos esparcidos por prácticamente todas las empresas del sector). Valga decir que he aprendido mucho de unos pocos, y muy poco de muchos. El sabelotodismo y el cortoplacismo suelen capear a sus anchas; mientras que la humildad y la visión van bastante escasas. Pero sin visión no hay evolución, y sin humildad no hay grandeza, como dijo Sir Winston Churchill.

 

Por eso, ante estos tiempos revueltos, cuando más que nunca hay que manejar el timón con mano firme, siento una gran empatía por todos aquellos capitanes que están rectificando el rumbo de sus barcos con la visión clara, a pesar de las incertidumbres, y desde aquí les deseo de corazón que la fuerza los acompañe a buen puerto, y les comparto la que es, arquetípicamente hablando, la receta ideal para cualquier líder: activar al máximo el Gobernante y el Mago que todos llevamos dentro. Mientras el primero asume el control del mundo, el segundo pretende cambiarlo, y en esta tensión intrínseca está lo interesante de este liderazgo.

 

 

 

El Gobernante es el líder natural que todos llevamos dentro. Responsable y comprometido, asume la autoridad y decide siempre pensando en el beneficio colectivo. Competente e influyente, le gusta controlar y organizar; empático, generoso y justo, sabe empoderar e integrar, integrando las características del Bienhechor, pero sin su paternalismo. Fomenta el orden y la unidad, y es capaz de llegar a buen puerto en cualquier circunstancia. Su recompensa es crear seguridad y estabilidad en su entorno, y su mayor miedo, no es difícil de adivinar, es el caos.

 

El Mago es un catalizador del cambio, cuyo objetivo es transformar la realidad para mejor. Lleva de serie el conocimiento, la reflexión y la experiencia del Sabio, a la que suma su perspectiva e intuición -su varita mágica-. El resultado es un visionario, un clarividente que ve claro antes que el resto: mira hacia el futuro, proyecta lo que podría ser, e impulsa la transformación a su alrededor. Su miedo es que la intuición le falle de forma inesperada (no es ni Merlín, ni un hada madrina). En circunstancias como las actuales resulta muy adecuado tenerlo activo, porque sabe convertir los problemas en oportunidades, y las dificultades en replanteamientos, motivando a seguir adelante con optimismo.

 

Estoy convencida de que Steve Jobs fue un Gobernante Mago, como seguramente sean Elon Musk, Howard Schultz o Jeff Bezos, por poner algunos ejemplos. Se les reconoce fácilmente, sobre todo en tiempos difíciles, pero no hace falta recurrir a grandes nombres, todos llevamos un líder visionario dentro: sólo hay que ser consciente y trabajar para activarlo, recurriendo a la ayuda del Héroe si es necesario. Ahora entenderán el porqué de mi receta ideal: una cosa es ser buen líder, y otra muy distinta ser un buen líder visionario. Puestos a liderar, mucho mejor con visión.

 

“Ha sido una gran ayuda para categorizar mis comportamientos y poder entender mejor las dinámicas que generan, y como ellas hacen que se compliquen mi trabajo y, lo más importante, mi tranquilidad y felicidad”, me escribió un CEO que, después del test, comprendió por fin el origen de sus problemas de liderazgo y así poder solucionarlos. Fue el mejor piropo que podía dedicarme: me encanta ayudar a las personas y organizaciones a transformar sus realidades, para hacerlas crecer y alcanzar sus objetivos. ¿Adivinan por qué?

Inmaculada Urrea

Inmaculada Urrea

Inmaculada Urrea. Re- cor -dar: no es marca si no pasa por el corazón. A eso me dedico en inmaculadaurrea.com: a crear marcas significativas de manera inusual, con una metodología propia y en 48h. ¿Imposible? Es sólo una opinión. Me gusta ayudar a las marcas jóvenes a encontrar su camino, por eso dirijo el postgrado de Creación y Gestión de Marcas de Moda en BAU. Más cosas: tengo dos perros, vivo en una aldea asturiana, soy una fundamentalista del corazón y una radical del british tea time. También soy Doctora Cum Laude con una tesis sobre Chanel y su personal branding. Lo más importante: conocerme es quererme (eso me dicen casi siempre).