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Revista Modaes número 56

Alberto Ojinaga, una rara avis en la moda

El consejero delegado de Desigual ha vuelto a jugar a tenis después de años sin hacerlo. Aunque nunca quiso salir de su Zaragoza natal, terminó viajando por el mundo con General Motors, para pasar después a Planeta y Caprabo.

Alberto Ojinaga, una rara avis en la moda
Alberto Ojinaga, una rara avis en la moda
Alberto Ojinaga es una las excepciones de un directivo forjado fuera de la moda que está al frente de una empresa del sector.

Pilar Riaño

Dicen que la industria de la moda es endogámica y que importa poco talento de otros sectores, aunque hay directivos que suponen una excepción a esta norma. Alberto Ojinaga es, probablemente, uno de ellos. Desde 2018 al frente de Desigual en solitario, ha forjado su trayectoria en motor, editorial y alimentación, para terminar liderando una empresa de moda en reconversión que, ahora, comienza a ver los frutos de un arriesgado giro de negocio que Ojinaga ha liderado junto al fundador, Thomas Meyer.

 

 

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Ojinaga nació en Zaragoza en 1969 y nunca quiso marcharse de la ciudad bañada por el Ebro. De padre vasco y madre maña, su progenitor y su hermano mayor son abogados y, de hecho, el primero sigue yendo cada mañana al bufete familiar a sus 89 años de edad. Incluso los sábados. Todo apuntaba a que Ojinaga sería abogado y, aunque pataleó un poco, así terminó siendo.

 

“Me juré a mí mismo que no seguiría la tradición familiar, pero terminé estudiando Derecho”, recuerda el directivo. Antes de que su padre le hiciera trabajar en el bufete en verano, decidió estudiar una segunda carrera, Economía, en verano, de manera que de septiembre a junio cursaba Economía y de junio a septiembre, Derecho. “Fue un gran esfuerzo y los últimos años me costaron mucho”, recuerda. En seis años, Ojinaga obtuvo dos licenciaturas y se plantó en 1993, en plena crisis posolímpica, listo para entrar en el mercado laboral.

 

Para esquivar la crisis que asolaba España, el directivo optó por un MBA en Iese, para el que le pedían experiencia laboral, requisito que eludió gracias a sus dos carreras universitarias. Tuvo que dejar su Zaragoza natal para mudarse a Barcelona. “No tenía ninguna ambición de salir de Zaragoza, estaba muy bien -rememora-; en el momento en que empecé me di cuenta de que me había equivocado porque no iba a saber cómo volver”.

 

 

 

 

Pero encontró la manera. Al terminar su formación en la escuela de negocios, aplicó a una posición en General Motors, la única empresa que tenía trabajo en Zaragoza. En 1995, Ojinaga se incorporó al departamento de tesorería de la planta del grupo estadounidense en Figueruelas. En su tercer año, entró en un proyecto para trabajadores con alto potencial para acceder a una carrera internacional: después de un año en Opel España en el departamento comercial saltó a la central europea y mundial en Zurich, donde se llevaba el negocio mundial salvo Estados Unidos y Canadá. En Zurich, Ojinaga fue parte de un equipo de proyectos especiales, donde participó en operaciones corporativas o en el lanzamiento de coches.

 

Y, aunque siempre soñó con volver a Zaragoza, terminó instalándose en Barcelona, donde vivía su esposa, con la que acababa de casarse. Entró entonces en Planeta, en la división de nuevos negocios. Ojinaga apunta que fue “el empleado siete de la división” y le fichó Aurora Catá, hoy consejera de empresas como Repsol y Banc Sabadell. De sólo siete empleados a construir un negocio de 600 millones de euros de facturación a través de adquisiciones como Onda Cero o Radio España.

 

Fue la etapa más divertida y, a la vez, estresante de toda mi carrera”, rememora el ejecutivo mientras calcula que llegó a trabajar ochenta horas a la semana. Pero su esposa falleció y, con una hija de dos años, Candela, decidió volver a Zaragoza a “recomponer” su vida en 2005. Un antiguo colega de Planeta fue entonces nombrado director general de la cadena de supermercados Caprabo y comenzó a cortejarle. Aunque inicialmente lo esquivó, terminó volviendo a Barcelona.

 

 

 

 

En 2006, Ojinaga se incorporó a Caprabo como director de control de gestión para comenzar en otro sector. Sólo un año después, Caprabo fue vendido a Eroski, algo que no encajaba con su proyección profesional, por lo que pactó un año de transición para dejar la compañía. En aquel impás, conoció a Thomas Meyer y a Manel Adell (entonces primer ejecutivo de Desigual), pero no alcanzó un acuerdo con ellos. Transcurrido el año y con algún fichaje fallido de por medio, Ojinaga se convirtió en consejero delegado de Caprabo.

 

La “saturación” a la que le llevó “gestionar sin recursos” durante alrededor de siete años en Caprabo le condujo a que, cuando Thomas Meyer volvió a llamarle, aceptase dar un paso atrás en el organigrama. En 2016, Ojinaga se sumó a Desigual como chief corporate officer, en tándem con Pierre Cuilleret, nombrado chief cliente officer. En 2017 Ojinaga fue elevado a director general de la compañía por Thomas Meyer, que había recomprado el cien por cien de Desigual a Eurazeo.

 

Su paso por Desigual tampoco ha sido un camino de rosas. Si en Caprabo aprendió a gestionar en tiempos de carestía, su etapa en Desigual ha estado marcada por la profunda reestructuración en la que se ha sumido la marca de moda, desposicionada, sin un cliente claro, con ventas a la baja y en números rojos. Ojinaga ha ejecutado, junto a Meyer, un duro movimiento de reposicionamiento de la marca que en 2024 comenzó a dar alegrías.

 

Hace tres meses que Alberto Ojinaga ha vuelto a jugar a tenis, un deporte que practicó mucho durante su juventud pero que había abandonado hacía cuarenta años. Un día a la semana, acude a la pista con un profesor particular gracias al empuje de su actual pareja. Está contento de haber vuelto. También esquía, pero lo que más le gusta es comer. “He viajado mucho por el mundo sólo para comer en un restaurante determinado”, dice, aunque confiesa que ha dejado de ser una prioridad. “Uno ha de disfrutar con lo que hace y poner la máxima intensidad en cualquier cosa que haga -afirma-; pero el trabajo es un elemento más de la vida”.