Déficit comercial, nueva moneda de cambio
El presidente estadounidense ha reavivado un concepto comercial que parecía olvidado desde los años 80 y que ha revolucionado las relaciones comerciales en todo el mundo, con consecuencias también para el crecimiento mundial.
Una balanza desesquilibrada. Bajo esta idea, Donald Trump ha situado de golpe el déficit comercial en el centro de los debates políticos, económicos y comerciales. El presidente estadounidense se embarcó, ya incluso antes de salir electo en el cargo, en una titánica misión: reducir el desequilibrio entre lo que compra Estados Unidos, es decir, sus importaciones, y lo que vende al resto de países, o exportaciones.
“Tener un déficit comercial no es negativo per se, ya que lleva implícito que hay una división del trabajo en todo el mundo, lo que es la base del progreso económico actual”, explica Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. La economía estadounidense, así como sucede con las principales economías europeas, se ha desarrollado en base a una mayor especialización en servicios, dejando la manufactura e industria principalmente a otros países, donde han proliferado economías como la china.
Esto ha generado que, con el paso del tiempo, Estados Unidos acumule un desequilibrio entre sus compras y ventas dentro del panorama del comercio internacional. En el caso de China, por ejemplo, el comercio de bienes entre ambas potencias alcanzó 585.000 millones de dólares en 2024. De este total, sin embargo, Estados Unidos importó mucho más, 440.000 millones, de lo que exportó, 145.000 millones, dando como resultado un saldo negativo de casi 300.000 millones para la potencia yankee.
Que el dólar se alce como la moneda de reserva beneficia y perjudica a Estados Unidos a la vez. El que la divisa estadounidense marque un valor de referencia atrae al capital exterior a comprar deuda, lo que permite que el país viva por encima de sus ingresos reales. En el sentido contrario, estas inversiones también mantienen el dólar sobrevalorado, y hacen que sus costes sean mayores.
El FMI ha estimado un impacto de hasta un punto en el crecimiento global derivado de los aranceles
Para Steinberg, el razonamiento del presidente estadounidense tiene dos fallos principales. “El problema es que Trump está obsesionado con el déficit bilateral del comercio de bienes, y actualmente, ni es bilateral, porque la balanza no es únicamente negativa para Estados Unidos, ni depende únicamente de la manufactura, ya que los servicios tienen un peso importante en el comercio mundial”, explica el investigador.
Esta realidad se observa, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos con Europa, que acumulan un intercambio comercial de alrededor de 1,68 billones de euros. Aunque la potencia estadounidense importó más mercancías de la UE (532.300 millones de euros), la UE, por su parte, importó más servicios de Estados Unidos (482.500 millones de euros), según datos del Consejo de la UE.
Para revertir esta situación, el mandatario, al frente del principal mercado de consumo en todo el mundo, ha encontrado en los aranceles su principal aliado. “Por el momento no hay ningún acuerdo definitivo sobre los nuevos aranceles, aunque todo apunta a un mínimo de un 10% generalizado en todo el mundo”, reflexiona Steinberg. Por mucho que esto parezca poco en el contexto actual, en el que el gravamen a los productos chinos, por ejemplo, ha llegado a superar el 100%, supone un aumento considerable desde el arancel de entre un 2% y 3% al que estaba sujeto gran parte del comercio internacional hasta el momento. “Va a ser un shock macroeconómico global”, alerta el experto.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha cifrado por el momento el impacto de los aranceles en un punto del crecimiento global previsto para 2025, una estimación que, según el investigador, se queda corta con la realidad. “Los que tienen peso en las decisiones en la Casa Blanca no son los economistas, sino los estrategas políticos, por lo que la verdad acaba por importar poco en el relato”, finaliza Steinberg.