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Mike Ashley, un infiltrado en la City

El fundador de Sports Direct ha creado un imperio del deporte mediante compras de empresas en apuros. Figura polémica y controvertida, dicen de él que no quiere pertenecer a la élite social de Reino Unido, sino hacer negocios de ella.

Pilar Riaño

13 oct 2020 - 04:54

Mike Ashley

 

 

El pasado 24 de marzo, Mike Ashley hizo que sus empleados acudieran a sus puestos de trabajo pese a que unas horas antes el primer ministro británico, Boris Johnson, había decretado el cierre de todos los comercios que no fueran esenciales para contener la expansión del Covid-19. La decisión de Ashley obligó al primer ministro a pronunciarse en la Cámara de los Comunes: “el consejo para el caballero en cuestión y para todos los negocios es seguir lo que ha dicho el Gobierno. Obedecer las reglas o esperar las consecuencias”. Una vez más, la controversia de Mike Ashley salió a escena, incluso en una crisis tan grave como la del coronavirus.

 

Su imagen desaliñada, raramente viste traje y prefiere usar una bolsa de plástico que un maletín para llevar sus utensilios de trabajo (principalmente su teléfono móvil), hace que parezca un recién llegado a los negocios, pero está considerado un hombre tremendamente inteligente y, sobre todo, un estratega. De hecho, ha amasado una fortuna valorada, según Forbes, en 3.200 millones de dólares. A lo largo de su trayectoria, ha adquirido docenas de compañías (de Everlast a House of Fraser pasando por el Newcastle de fútbol), pero su mayor éxito continúa siendo el gigante de la distribución deportiva Sports Direct.

 

Michael James Wallace Ashley (Walsall, 1964) dejó los estudios en Buckinghamshire a los 16 años y se centró en el squash, pero las lesiones le alejaron de la pista. En 1982, cuando tenía sólo 18 años y con un crédito de 10.000 libras concedido por su familia, puso en marcha en Maidenhead su primera tienda de deporte, llamada Mike Ashley Stores.

 

 

 

 

La cadena, que a finales de los noventa cambió su nombre a Sports Soccer, se plantó en poco tiempo en una red de cien tiendas en Reino Unido. La actual Sports Direct, uno de los gigantes europeos de la distribución deportiva, ha crecido combinando las marcas de terceros con las propias. ¿Cómo las ha conseguido? Haciéndose con compañías en apuros y en los juzgados, con Donnay, Dunlop, Firetrap, Everlast, Karrimoor, Kangol o Londsdale como ejemplos. Por el emblema del lujo House of Fraser, por ejemplo, pagó sólo noventa millones de libras.

 

En 2007, el mismo año en que se hizo con el club de fútbol Newcastle United (“sólo por diversión”, dijo entonces), el floreciente negocio de Ashley salió a bolsa. El empresario engordó su fortuna con la venta del 43% por 929 millones de libras y la operación valoró Sports Direct en 2.160 millones de libras. Pese a la disciplina que exige la bolsa, Ashley volvió a sacar su carácter.

 

Tras la primera presentación de resultados como compañía cotizada, las acciones de Sports Direct cayeron de forma dramática, lo que generó acusaciones de falta de transparencia por parte de los analistas. “Tengo bolas de acero (balls of steel, dijo literalmente). Algunos inversores han sido excelentes y me han apoyado mucho. Pero algunas de estas personas de la City actúan como un montón de llorones”, señaló Ashley al Sunday Times.  “Quiero una banda leal de seguidores, accionistas a largo plazo que no estén al teléfono cada cinco minutos sólo porque se ha movido la acción”, demostrando de nuevo su carácter.

 

 

 

 

El empresario, que en 2018 reclamó al Parlamento impuestos para el ecommerce porque, dijo, “es Internet quien está matando al high street”, no es un habitual de los medios de comunicación: más allá de las fotografías tomadas en las gradas del estadio del Newcastle como un hooligan más, existe poca información sobre él. Separado y con tres hijos, dice Financial Times que uno de los pocos testimonios suyos corresponde a principios de la pasada década, cuando se chivó de un cártel de empresas (incluyendo la suya) que pactaba los precios de las camisetas de equipos de fútbol. La multa que pagó su compañía, por supuesto, fue inferior a la del resto.

 

En 2019, en otra de sus apariciones en un juzgado, se enfrentó a un banquero de inversión de Merrill Lynch que aseguraba que Ashley le había prometido 14 millones de libras si hacía subir el precio de la acción en bolsa. Problema: la promesa se realizó entre alcohol en un pub (Ashley se defendió diciendo que sólo en la primera hora había tomado cuatro o cinco pintas de cerveza) y no debía ser tomada en serio, o eso dijo el juez. Pero lo cierto es que pubs, casinos y restaurantes chinos son ubicaciones frecuentes de las reuniones de trabajo de este empresario.

 

 

 

 

El imperio Ashley se llama hoy Frasers Group, tras la adquisición de House of Fraser en 2018. El grupo engloba el comercio de moda masculina Flannels, la cadena Sports Direct, la marca de moda joven USC, la firma femenina Jack Wills, la cadena de videojuegos Games, la tienda de bicicletas Evans Cycles y todas las marcas que Ashley ha ido atesorando a lo largo de su trayectoria.

 

En total, 3.957 millones de libras de facturación en el ejercicio cerrado en abril de 2020. No sólo eso, el empresario se ha hecho también con la cadena de gimnasios DW Sports y ha entrado en el capital de firmas de lujo como Hugo Boss o Mulberry. Parece insaciable el apetito de Ashley, un empresario que, dicen, no quiere pertenecer a la élite social de Reino Unido, sino hacer negocios de ella.