Back Stage

Carlos Fernández (UAM): “La gente se ha dado cuenta de que no tenía un hogar”

Profesor titular del departamento de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernández considera que el confinamiento ha sacado a la luz los déficits de la vivienda española, que, en sus palabras, “no son pocos”. 

Isabel Carmona

2 nov 2021 - 04:39

Carlos Fernández

 

 

Es el sector por el que apuestan los gigantes de la gran distribución, uno de los pocos que mantiene tejido industrial en la Península Ibérica y, con el permiso del deporte, el gran ganador de la pandemia. En este Insight, patrocinado por Pinterest, Modaes.es repasa las claves, los operadores y las perspectivas para la moda hogar, el territorio a conquistar desde casa. 

 

¿Qué es un hogar? Según Carlos Fernández, profesor titular del departamento de sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, depende. Depende de la cultura de cada país, depende de si la familia vive en una gran concentración urbana o a las afueras, y depende de su renta. El sociólogo sostiene que, después de la pandemia, a medio plazo, “volveremos a lo de siempre”. Las viviendas, por su parte, se verán modificadas en “una búsqueda de conexión entre el interior y el exterior”, detalla Fernández.

 

 

Pregunta: ¿Qué es un hogar?


Respuesta: Un hogar es un espacio donde uno tiene que sentirse, por lo menos, cómodo. Tiene que ser una fuente de refugio ante las inclemencias de la vida laboral, y el confinamiento ha descubierto que esto, en muchos casos, no era así.

 

 

P.: ¿Cómo ha cambiado la percepción de lo que es un hogar?


R.: El hogar ha cobrado mayor importancia después del confinamiento, por un motivo fundamental: después de haberse quedado la gente encerrada muchas semanas en casa, elige de manera mucho más selectiva cómo debe ser una casa. La sociedad española ha vivido el confinamiento de una manera mucho más escrita que en otros países, todos los eventos del año pasado fueron muy traumáticos. La gente se dio cuenta de los déficits de las viviendas españolas, que no son pocos. Particularmente en las grandes ciudades, hay viviendas con metros cuadrados mínimos y pisos con poca luminosidad, problemas que tienen que ver con un carácter casi histórico: el aislamiento de la vivienda para evitar las sensaciones de frío o calor. La gente se ha dado cuenta de que, en muchos casos, no tenía un hogar.

 

 

P.: ¿Qué impacto ha tenido el Covid-19 en esta percepción?


R.: Es verdad que, al principio, justo después del confinamiento, parecía haber una especie de impulso de desear volver al campo, un relato que circuló bastante el año pasado: buscar nuevas viviendas cerca de la naturaleza, etcétera. Sin embargo, con el tiempo volveremos a lo de siempre, salvo en las rentas medias-altas, donde existirá un esfuerzo por que el hogar se transforme en un espacio más cómodo e ideal, realizando reformas o reestructurando sus casas con nuevo mobiliario. Entre los trabajadores, hay un problema de renta que frenará cualquier posibilidad de reforma. Mucha gente está viviendo de alquiler, sobre todo en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.

 

P.: Si uno se siente seguro en casa, ¿por qué en el confinamiento queríamos salir?


R.: El confinamiento se ha vivido de muchas maneras. Evidentemente, había grandes diferencias sociales. Ha habido familias de rentas altas que han disfrutado del confinamiento en un lugar que no era su vivienda habitual, tuvieron la posibilidad de marcharse antes de que se hiciera el confinamiento oficial y contaban con segundas viviendas en lugares vacacionales… En general, las rentas medias-altas han llevado mucho mejor el confinamiento que las personas de renta baja, que contaban con unas viviendas de menor calidad. España es un país en el cual, por una cuestión cultural, siempre se ha vivido en la calle, no se ha prestado tanta atención a hacer un esfuerzo en convertir la vivienda en un lugar habitable. Comparando la calidad de vivienda española con la de un país nórdico, en este hay un esfuerzo mayor por mantener el hogar en buenas condiciones.

 

 

 

 

 

P.: ¿Cómo cambia la percepción del hogar en otros países?


R.: Las características del confinamiento han sido muy distintas fuera de España. En los espacios de las metrópolis españolas se han visto de manera muy clara las grandes diferencias sociales que existen, reflejadas en las viviendas en las que la gente aspira a vivir. Hay mucha infravivienda en las grandes ciudades, viviendas que no son de mala calidad, pero sí tienen poco espacio, o pisos interiores mal iluminados. En muchos países de Europa, como en Suecia, no ha habido confinamiento per se, sólo algunas restricciones. En Italia, Alemania y Francia, la gente tenía la posibilidad de pasear en la calle prácticamente sin límites, de manera que las reflexiones sobre la vivienda han variado enormemente dependiendo del contexto. La calidad del hogar en el norte de Europa es buena, la mayoría de las edificaciones son luminosas por cuestiones geográficas y de clima. Las horas de sol no son abundantes, ¡como para encima vivir en un piso interior! En esos espacios, más allá de la reforma del hogar, lo que ha habido ha sido discurso sobre vivir o no en la metrópoli. Pero esto se debe siempre compaginar con la posibilidad de teletrabajar, quiero decir, una posibilidad real: que vayas a la oficina sólo de vez en cuanto, no con frecuencia. Sólo podremos sostener una vida en ciudad pequeña o alejada de la gran metrópolis cuando contemos con la estructura suficiente para que el teletrabajo funcione (con buenas conexiones en el entorno rural) y no tengamos la obligación de presentarnos en la oficina cada dos por tres.

 

 

P.: Más allá de comprar sábanas, ¿cómo cambia el consumo por pasar más tiempo en casa?


R.: En términos de artículos del hogar, hemos visto una inclinación mobiliaria por las ventanas, una reconstrucción de la casa para que corra más el aire, que haya más luz… Y, evidentemente, por convertir el espacio en algo más agradable: sábanas y cortinas de calidades algo mejores, una colocación del mobiliario que haga del cuarto un espacio amplio. La terraza ha sido también un elemento que se ha comentado enormemente. Durante el confinamiento, tener un balcón era todo un lujo.

 

 

P.: Ha mutado el equilibrio entre vida exterior y vida en casa. ¿Qué cambios se quedarán y cuáles no?


R.: A medio plazo, las cosas volverán a su cauce. Pero a corto plazo, este impacto causará que la gente busque espacios exteriores, que vuelvan a pasar tiempo en la calle. Muchas personas han descubierto los beneficios del ejercicio en la vía pública, de salir, de dar más paseos, de reducir el uso del transporte cuando hacemos viajes en distancias cortas… Todo esto seguramente se quede. Y, por supuesto, un reacondicionamiento del espacio interior para estar rodeados de productos de mayor calidad, más luz, una búsqueda de conexión entre el interior y el exterior.

 

 

P.: Ikea nos invitó a salir a la calle y ahora a volver a casa. ¿Puede haber efecto rebote?


R.: Una vez hemos conquistado la calle, ¿vamos a abandonar la devoción por el hogar? No, esto ha venido para quedarse: el ejercicio, la bicicleta… Todo se quedará durante una temporada. Pasaremos más tiempo fuera, pero también es importante contar con un espacio seguro en el hogar. La duda está en si esto se trasladará también a la gente con menor renta o incluso a los propios alquilados.

 

 

P.: ¿Cómo alteran las nuevas formas de familia la forma de consumir en el hogar?


R.: La elección en términos de decoración estará más partida, habrá muchas más voces que tengan algo que decir en la familia. Los niños y los adolescentes van a tener un papel cada vez más importante. Al existir modelos de familia más diversos, el papel de decisión de los padres va diluyéndose. Personas diferentes en cada familia tomarán el rol de elegir qué se consume en el hogar.