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A. Mclay (Better Cotton): “Que la sostenibilidad es un modo de ahorrar costes es un mito”

El director general de Better Cotton explica que la sostenibilidad requiere de inversión, pero una inversión necesaria para la transformación del sector. ¿Su ambición? Que toda la producción de algodón sea responsable en 2040.

I. Carmona / I. P. Gestal

16 may 2022 - 04:47

Alan Mclay (Better Cotton): “Hay que dejar atrás el mito de que la sostenibilidad es un modo de ahorrar costes”

 

 

Realista, pero optimista y con la ambición de no dejarse a nadie por el camino. Esta es la visión de Alan Mclay acerca de la producción responsable de algodón. El director general de Bettr Cotton señala que la sostenibilidad es cara y que el camino de la industria algodonera será largo, pero no pierde de vista su objetivo final: que la producción mundial de algodón sea sostenible en 2040. “Parece un sueño, pero es posible si se involucran el sector público y el privado”, recuerda el directivo.

 

 

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Pregunta: La moda se ha enfrentado a numerosos retos externos en los últimos dos años como la pandemia o la guerra en Ucrania. ¿Hay sitio para la sostenibilidad en la agenda de un consejero delegado?


Respuesta: Es cierto que el entorno se ha transformado drásticamente en los últimos dos años, empezando por la pandemia, siguiendo con la crisis de la cadena de aprovisionamiento y la llegada de enormes riesgos geopolíticos. La globalización ha dejado de ser la norma, la confianza del consumidor está por los suelos y, además, estamos en medio de una guerra. Hace un tiempo, las empresas estaban acostumbradas a establecer planes de hasta cinco años, pero, ahora, incluso mirar a tres meses vista es impensable. Irónicamente, esta incertidumbre no ha hecho más que ampliar la necesidad de una transformación sostenible. La COP26 cambió la visión de los Gobiernos y del consumidor y saben que el cambio climático es una emergencia. Por eso, un consejero delegado va a tener que mantener la sostenibilidad como una de sus prioridades de negocio: la regulación se ha puesto las pilas en cuanto a aspectos medioambientales y sociales, los inversores demandan cada vez más unos objetivos sostenibles concretos y el consumidor es cabezota y sus opiniones sobre la sostenibilidad son sólidas. La sostenibilidad es un factor diferencial y un atributo de marca más para las empresas.

 

 

P: Si va a ser impuesta por la legislación, ¿cómo puede ser también un atributo diferencial?


R: Las compañías líderes del sector van a mantenerse en cabeza en cuanto a regulación sostenible. La legislación es una herramienta lenta, no es la manera más efectiva para transformar el sector y las empresas quieren ser capaces de manejar estos límites y coordinarlos con el resto de sus estrategias internas. Por eso, van a intentar ir un paso por delante de la propia regulación y, al ser los líderes del sector, habrá empresas que sigan, como sus competidores, hasta que la industria completa comience a avanzar a un ritmo más rápido que la regulación. Este factor será especialmente importante en cuanto a la transparencia de la cadena de valor, porque entonces se involucrarán en la transformación sostenible los proveedores y otros operadores.

 

 

 

 

P.: Entonces, ¿la responsabilidad de ser sostenible es de los proveedores?


R: Es cierto que hay empresas de distribución que están trasladando la responsabilidad medioambiental y social a sus proveedores. Desde Better Cotton, trabajamos sólo con los cultivadores de algodón y se trata de una industria muy alejada del producto final… Aun así, las compañías están haciendo un esfuerzo por alcanzar hasta el primer eslabón de su cadena de producción para entender su impacto medioambiental. Estas son, claro, las empresas pioneras del sector, aquellas que están construyendo su identidad alrededor de la sostenibilidad. Son cada vez más exigentes con sus proveedores, ¡pero esto no tiene por qué ser malo! El mayor detractor de estas prácticas es el coste. Hay que dejar atrás el mito de que la sostenibilidad es un modo de ahorrar costes: la sostenibilidad tiene precio, y menos mal que hay empresas que están dispuestas a pagarlo.

 

 

P.: ¿Le importan al consumidor las materias primas?


R.: Al consumidor le importa lo que es visible. Por eso, esperan que los Gobiernos y las empresas atiendan a los aspectos sostenibles de sus operaciones, como deben hacer. Esto no implica necesariamente las materias primas… Pero la transparencia es cada vez mayor y esta información está cada vez más abierta al público, además de que los clientes se están dando cuenta de su poder como consumidores en términos de sostenibilidad y hacen uso de él. Por otro lado, está el factor del precio. Sí, los consumidores ahora saben que el fast fashion es malo tanto como para su bolsillo como para el planeta, pero la transición es muy lenta. La industria debe acelerarla.

 

 

P.: Better Cotton Iniciative (BCI), Organic Cotton… ¿Tantas certificaciones pueden confundir al consumidor?


R.: Sin duda. La palabra “orgánico” es fácil de entender y transmite un aspecto muy concreto al que todas las empresas quieren asociarse. El problema es que incluir algodón orgánico en tu oferta a gran escala es, de momento, imposible de llevar a cabo. Es una ambición demasiado grande para los agricultores y los cultivadores, además de que la trazabilidad a ese nivel introduce un segundo nivel de dificultad. BCI tiene una labor mucho más a largo plazo, porque busca implementar cambios progresivos mientras esperamos a que los cambios fundamentales en la industria se hayan puesto en práctica a gran escala. Nuestra labor es complicada, no es un concepto que se pille fácilmente.

 

 

 

 

P.: ¿Cómo se le podría explicar al consumidor final lo que es el algodón BCI?


R.: Es un reto, porque no se puede atar una etiqueta a una camiseta en la que ponga: “¡Esto es Better Cotton!”; aún no. Cuando hablamos de la industria agrícola del algodón, es fundamental ser consciente de que se trata de una industria enorme... Nosotros invertimos en el cultivo de algodón, en una mejora de sus vidas y de los estándares sostenibles. También se aplica al aspecto social de la sostenibilidad, luchando contra la explotación infantil y el empoderamiento de la mujer. Son áreas complicadas de explicar, pero el consumidor no es tonto.

 

 

P.: El sector está avanzando hacia la circularidad, ¿debería también estar involucrado en el reciclaje de las prendas?


R.: El reciclaje es fundamental. Desgraciadamente, nuestra tecnología de reciclaje no tiene la capacidad de enfrentarse al volumen que hace falta para esta transformación circular. Tenemos que ser conscientes de que el algodón puede ser un recurso renovable, no hace falta que el reciclaje y el cultivo de algodón sean industrias enfrentadas o que funcionen de manera separada.

 

 

P.: La cadena de aprovisionamiento de la moda es opaca y muy global. ¿Es posible que una marca tenga total visibilidad sobre ella?


R.: Es posible, pero es un reto enorme. Cuando abres el grifo, no sabes de dónde viene el agua que sale; cuando enciendes la luz, no sabes dónde se está produciendo la electricidad. Con el algodón pasa algo similar. Sin embargo, la trazabilidad es cada vez más accesible, especialmente con la ayuda de nuevas tecnologías de seguimiento de datos. El riesgo es que las empresas cultivadoras de algodón industrializadas, aquellas que pueden adaptarse a estas tecnologías, monopolicen la producción mundial y se dejen atrás a trabajadores inmigrantes, trabajadores estacionales o los pequeños productores. Las marcas necesitan trazabilidad, está claro, pero la industria del cultivo de algodón no va a ser totalmente transparente de la noche a la mañana. Esto requerirá tiempo, pero es inevitable.

 

 

 

 

P.: El algodón ha estado en el punto de mira recientemente a causa de escándalos como el de Xinjiang. ¿Es ahora un buen momento para invertir en algodón?


R.: Es importante verlo desde el punto de vista opuesto. ¿Cuál es el riesgo de no invertir en algodón? Tenemos que seguir invirtiendo en algodón, el algodón sostenible y más responsable. No queremos seguir perpetuando prácticas incorrectas, ni en el ámbito medioambiental ni en el social. Es un gran reto, pero lo positivo es que tenemos el conocimiento y el compromiso por parte de las marcas, que siguen invirtiendo masivamente en producción sostenible. Sí, es un buen momento para invertir en algodón y es necesario que se siga haciendo. 

 

 

P.: ¿Cómo imagina el mix de materias primas de la moda en veinte años?


R.: El objetivo es que dejemos de utilizar combustibles fósiles. Para 2030, esto es imposible, pero, en veinte años, quizás sea más realista. Al menos, espero que haya habido un avance significativo en este ámbito. Para entonces, todas las materias primas que se usen en la moda deben ser renovables y recicladas, el sector debe haber alcanzado la neutralidad de carbono y haber implementado a gran escala la agricultura de impacto positivo. Parece un sueño, pero es posible si se involucran los Gobiernos y el sector privado para dirigir a la industria en esta dirección.