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Por qué llevar unos ‘skinny jeans’ es sostenible, idea final de la cumbre sostenible de moda

Empresas, entidades y legisladores se dieron cita ayer por última vez en 2025 en Copenhague, en una jornada que puso punto final a tres días de mesas redondas, discursos y reflexiones sobre la circularidad de la moda y su futuro.

Por qué llevar unos ‘skinny jeans’ es sostenible, idea final de la cumbre sostenible de moda
Por qué llevar unos ‘skinny jeans’ es sostenible, idea final de la cumbre sostenible de moda
Jessika Roswall, Comisaria de Medio Ambiente, Resiliencia Hídrica y Economía Circular Competitiva de la Unión Europea

Celia Oliveras. Copenhague

Los skinny jeans ya no están de moda, el cuero alternativo no es cuero real y la tierra que no degrada siempre tendrá más valor. La última jornada de Global Fashion Summit estuvo marcada ayer por consejos, estrategias a seguir y alguna que otra obviedad. La más importante, quizás, sobre los pantalones pitillo. “Hace unos meses estaba con un amigo que me explicaba cómo, al parecer, ¡lo peor que puedes llevar ahora mismo son unos skinny jeans!”, relataba entre risas el escritor y director irlandés Andri Snaer al inicio de la jornada.

 

Snaer acudió ayer al evento con el objetivo de hablar de una de sus últimas piezas documentales sobre el alza del nivel del mar, pero en su lugar, dedicó sus treinta minutos en el escenario a poner algunas de obviedades, y otras que no lo son tanto, sobre la mesa. El escritor defendió el cambio de paradigma en el que se encuentra el sector actualmente, un giro en el que el lenguaje, formas de interacción y verdades que se daban por supuestas, dejan de ser aplicables a la realidad.

 

Aún tenemos la mentalidad del siglo XX, cuando claramente la ciencia nos ha demostrado que las infraestructuras y sistemas con los que hemos operado hasta el momento, ya no funcionan”, ilustró Snaer. El escritor y documentalista insistió en la necesidad de hacer del cambio climático “algo personal”, dejar de basar el cambio sostenible en montañas de dato y dar, en su lugar, una historia y un contexto con el que el consumidor se pueda sentir apelado y dar sentido al deseo de cambio. “De lo contrario, ahora tenemos millones de toneladas de residuo en forma de skinny jeans”, señaló.

 

 

 

 

“Preguntémonos si las prácticas regenerativas son un coste o una inversión; sí, igual son más caras, pero también hay que ir más allá y observar el valor que nos están generando”, defendió Federico Brugnoli, consejero delegado de Spin360, la consultora sostenible que trabaja para asesorar y conectar a proveedores y marcas de lujo.

 

“Una tierra que no esté degradada por las prácticas de cultivo siempre tendrá más valor”, evidenció el directivo, al que le siguió la voz del lanero australiano Brett Walker, miembro de la séptima generación de su familia en el oficio. “Escuchadnos, debe existir una mayor relación entre los granjeros y las marcas, porque el activo más valioso para nosotros es nuestra tierra, y siempre haremos lo que sea mejor para esta”, agregó.

 

Sobre materiales también hablaron David Williamson de Modern Meadow, la compañía pionera en el desarrollo y comercialización de alternativas al cuero, y Frank Fiedler, su homólogo en la curtiduría centenaria Heller Leder. Escalabilidad, calidad y precio fueron los tres elementos que destacaron ambos directivos a la hora de desarrollar e introducir en el mercado materiales alternativos.

“Hay mucho hype en el mercado actual, aparecen soluciones alternativas constantemente y, desafortunadamente, algunas son greenwashing -denunció Fiedler-; y nosotros no podemos apoyarlos hasta demostrar que su material cumple todos los requisitos en términos de duseño y calidad, junto a una producción escalable”.

 

 

 

 

A juicio de Williamson, por otro lado, las compañías han desarrollado las soluciones correctas, pero deben seguir adaptándolas a medida que surjan nuevas necesidades por el camino, añadió, aunque también quiso recordar una última idea fuerte: “Si los consumidores no quieren el producto, realmente no importa lo bien que lo hagamos”.

 

La legislación llegó, por fin, a la última jornada de la cumbre. Jessika Roswall, comisionada europea de Medio Ambiente, Resiliencia Hídrica y Economía Circular, la principal representante legislativa en acudir, aprovechando para resaltar la necesidad de liderazgo de la Unión Europea. “¿Cuál es el objetivo de hacerlo bien si el resto del mundo no hace lo mismo?”, pregunto la representante europea y exministra de asuntos de la UE de Suecia.

 

“Desde la Unión Europea y los gobiernos nacionales debemos hacer más, por nuestros consumidores, pero también por nuestra propia industria”, defendió Roswall, aunque también admitió, “que no hay una única solución, pero debemos actuar ya”. La mandataria, sin embargo, evitó hablar del paquete Ómnibus, uno de los grandes temas que dominaron los tres días de la cumbre, aunque sí hizo referencia a la necesidad de mantener la competitividad europea, el gran objetivo tras la simplificación legislativa que vio la luz en febrero.

 

 

 

 

Una economía circular es la clave del futuro, y la moda ha demostrado que es posible, que trabajar hacia modelos más sostenibles no es una barrera para el crecimiento”, remarcó. Poco después también tomó el escenario el europarlamentario Rasmus Nordqvist para hablar de competitividad. “Estamos dejando que una gran cantidad de materiales muy baratos entren en el mercado europeo, lo que distorsiona el precio de nuestra industria”, admitió.

 

“La moda es un sistema fallido”. Con esta declaración David Agbofah, fundador y director creativo de la fundación The Revival iniciaba una de las últimas intervenciones. El diseñador y activista de Ghana, que trabaja para dar una segunda vida a todo el desecho textil que llega al país africano, recriminó directamente al público: “Odio que me pregunten qué pueden hacer, todos sabemos cómo podemos incidir, y ahora es el momento de dejar de hablar tanto y que lleguen las acciones”, defendió.

 

Ante esa misma pregunta, había intentado contestar horas antes el escritor islandés Snaer. “¿Qué cómo conseguimos que el consumidor se implique en los cambios sostenibles? No lo sé, pero yo, por el momento, no he tirado mis skinny jeans”.