Lisboa acelera en diseño: Portugal quiere dejar de ser sólo la fábrica de Europa
Con una industria textil y del calzado que exporta más de 6.000 millones de euros, Portugal busca ganar peso en creación. ModaLisboa articula el salto en un país que revisa su papel en la cadena de valor, en plena reforma laboral.
Portugal viste a medio continente desde la trastienda, del lujo a la gran distribución se mira al país vecino para activar una producción cualitativa, rápida y de cercanía. Hoy, la industria textil y del calzado representa alrededor de 2% del PIB nacional, da empleo a más de 130.000 personas y reúne un tejido de más de 5.400 empresas, concentradas sobre todo en el norte del país, al tiempo que las exportaciones superan los 6.000 millones de euros al año. Durante décadas, la cara visible del país ha sido afirmarse en un polo productivo fiable y relativamente accesible. Ahora, Lisboa intenta desplazar el punto de mira hacia el diseño, apoyándose en una generación de creadoras y creadores que ya no quieren limitarse a fabricar para otros.
ModaLisboa, a medio camino entre el colectivo y la fashion week, se ha colocado en el centro de este giro. Impulsada hace más de tres décadas, la plataforma nació para profesionalizar la moda de autor en un país que había sufrido el yugo de la dictadura y buscaba construir una identidad cultural contemporánea. Eduarda Abbondanza, presidenta de Associação ModaLisboa, explica a Modaes que la fuerza de la capital está justamente en esa mezcla particular entre creatividad y capacidad industrial. La mayoría de diseñadores trabaja con talleres a pocas horas de distancia, lo que permite que las ideas se confronten pronto con la realidad productiva. Esa cercanía ha ayudado a que la pasarela evolucione desde escaparate a espacio donde diseño y fabricación se encuentran.
El cambio de narrativa, de la fábrica al atelier, no surge de cero. Portugal ya había ganado visibilidad internacional gracias a nombres como Marques Almeida, que en 2015 obtuvo el LVMH Prize y abrió un camino que confirmó que el talento portugués podía competir en el circuito global. Constança Entrudo, formada en Central Saint Martins y con experiencia en Balmain o Peter Pilotto, consolidó esa exposición unos años después con una propuesta centrada en investigación textil y manipulación de materiales, llegando a presentar sus prendas en la Semana de la Moda de París. Sus colecciones, con un pie en Lisboa y otro en plataformas internacionales, reforzaron la idea de que el país podía generar autoría con personalidad.
ModaLisboa nació con el objetivo de reforzar la legitimidad del diseño luso
El relevo se articula a través de Sangue Novo, el proyecto de jóvenes de ModaLisboa. Más que un concurso, funciona como un punto de contacto entre formación, industria y pasarela en el que los finalistas suelen salir de escuelas como Esad o la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Lisboa y trabajan con técnicas que van del reciclaje a la deconstrucción, con referencias transversalesque incluyen la diáspora africana, el género o la crítica social. La organización les conecta con fábricas, les facilita acceso a materiales y les enfrenta a la realidad de presupuestos, calendarios y márgenes. Ese proceso es clave en un mercado pequeño donde los primeros pasos suelen ser la fase más frágil.

Para ModaLisboa, el objetivo es que el made in Portugal deje de ser un sello asociado sólo al músculo productivo. Sangue Novo ayuda a que ese sello remita también a los nombres propios que firman las colecciones. Algunas figuras que hoy forman parte del mapa, incluida la propia Entrudo, comenzaron dando sus primeros pasos en este tipo de plataformas.
Además, el diseño portugués actual se mueve en registros muy distintos. Béhen, el proyecto de Joana Duarte, nace de la reutilización de textiles antiguos y del trabajo con artesanas portuguesas en la Península o el archipiélago de las Azores. Duarte estudió arquitectura y trabajó en India antes de construir una marca que combina técnicas tradicionales, estética contemporánea, artesanía y upcycling con enfoque sostenible.
En otra dirección se sitúa Gonçalo Peixoto, formado en Guimarães y graduado en Esad. El diseñador ha construido una marca orientada a un público joven, muy presente en redes y vinculado a la música y los videoclips. Debutó en Londres en 2017 y se ha consolidado en el calendario lisboeta, con presencia en mercados europeos y un lenguaje que conecta con nuevas audiencias.
Marqués Almeida y Constança Entrudo son dos de los nombres nacionales en el mapa global
Por su parte, Carlos Gil, con un taller en Fundão desde 1998, aporta estabilidad a este mapa. Su marca de prêt-à-porter femenino mantiene clientela dentro y fuera de Portugal y ha logrado equilibrar la autoría con un negocio sostenido en el tiempo. Su trayectoria confirma que el diseño portugués no depende sólo de la capital y que el país cuenta con una red de talleres capaz de acompañar proyectos de largo recorrido.
En paralelo, ModaLisboa, que celebró su última edición el pasado octubre, también ha empezado a atraer propuestas que entran por otros canales culturales. 2B, la marca creada por la cantante Bárbara Bandeira junto a João Morais, se produce íntegramente en Portugal y ha acercado a la pasarela a un público que suele consumir moda desde la música o TikTok. Para la organización, este tipo de iniciativas amplía la conversación y refleja que el diseño portugués se juega también en cómo nuevas generaciones se relacionan con la moda.
Industria, sostenibilidad y la pieza que falta
El despegue creativo coincide con un momento de fuerte inversión industrial. El textil portugués ha incorporado tecnologías limpias, materiales reciclados, trazabilidad digital y producción de bajo impacto. El calzado, concentrado en Felgueiras y el valle del Ave, exporta más de 2.000 millones de euros al año y se ha posicionado como uno de los sectores europeos más dinámicos en innovación. Portugal llega a la transición ecológica con cierta ventaja, porque buena parte de su producción es de proximidad y opera con volúmenes razonables.

La brecha se encuentra en otro punto. El país sigue fabricando sobre todo para terceros y necesita un marco legislativo que proteja a las marcas que ya producen de forma responsable. Al mismo tiempo, el debate sobre el trabajo atraviesa un momento de tensión. Portugal afronta este 11 de diciembre la primera huelga general en doce años, convocada por los principales sindicatos contra la reforma laboral del Gobierno, con paros en transporte, sanidad y otros servicios básicos. Ese clima subraya hasta qué punto la discusión sobre competitividad, derechos laborales y modelo productivo va mucho más allá del sector textil y obliga a la moda a situarse en un contexto en el que el valor añadido no puede construirse sólo con diseño, sino también con condiciones de empleo y políticas públicas estables.
Al mismo tiempo, el mercado necesita que el consumidor entienda qué aporta una marca portuguesa frente a la oferta global. Abbondanza resume la próxima década como una etapa crucial, en la que Lisboa debe consolidar un entorno donde el diseño pueda crecer con estructura y donde la creatividad se traduzca en negocio.
La interrogación gira así, desde hace unos años, alrededor de si esa energía creativa logra asentarse en empresas capaces de escalar, financiarse, crear empleo y sostener colecciones con continuidad. Con las bases más que asentadas, la industria portuguesa seguirá siendo un pilar productivo para Europa, pero la intención de ModaLisboa, y de otras plataformas como Portugal Fashion, es que una parte creciente de esa capacidad se ponga al servicio de marcas propias. Portugal no quiere renunciar a su condición de fabricante, pero aspira progresivamente a decidir qué produce y a colocar su firma en la etiqueta.