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La tienda es un polvorín: cómo se prendió la mecha de los salarios en la moda

El acuerdo histórico de Inditex con los sindicatos, que fija el nuevo mínimo salarial en tienda en 18.000 euros al año, motiva una gran reflexión con matices sociales, empresariales y laborales cuyas consecuencias empiezan a vislumbrarse.

La tienda es un polvorín: cómo se prendió la mecha de los salarios en la moda
La tienda es un polvorín: cómo se prendió la mecha de los salarios en la moda
El personal de tienda ha salido a la calle y ha colocado la retribución en el comercio en el centro del debate en el sector de la moda.

Iria P. Gestal / Christian De Angelis

11 abr 2023 - 05:00

Una mecha se ha prendido en el comercio de moda. Pero, esta vez, la mano que sostiene el mechero no es la de un camionero, un mozo de almacén o un trabajador de la confección: es una mujer de pelo engominado y traje azul marino.

 

El acuerdo histórico de Inditex con los sindicatos, que fija el nuevo mínimo salarial en tienda en 18.000 euros al año, motiva una gran reflexión con matices sociales (el de tendero continúa siendo considerado en España un empleo de segunda), empresariales (con una presión al resto de cadenas por igualar unas condiciones que no pueden asumir) y laborales (abriendo la puerta a un convenio nacional en el sector) cuyas consecuencias empiezan a vislumbrarse.

 

 

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Las niñas de Zara, un término usado con frecuencia en diferentes empresas del sector y que las dependientas han hecho suyo durante varias movilizaciones en último año, salieron a la calle desde octubre de 2022 para reclamar mejoras laborales. Inditex anunciaba un nuevo récord de facturación, y las dependientas, con el poder adquisitivo mermado por la inflación, lograron un impacto mediático nunca antes visto con sus manifestaciones al grito de “somos imprescindibles, no invisibles”.

 

Las octavillas se pasaron de mano en mano por todos los comercios del ramo. El resultado fue un acuerdo histórico dentro de la compañía, con una cifra que fija un nuevo estándar en todo el sector: un mínimo de 18.000 euros brutos al año para cualquiera que se ponga detrás de un mostrador, en cualquier provincia, en cualquier cadena del grupo.

 

En primera instancia, el nuevo acuerdo añade presión a la cuenta de pérdidas y ganancias y golpea los márgenes, despierta el debate sobre la negociación colectiva en el sector y abre la puerta a un convenio nacional liderado por la nueva patronal, la Asociación Retail Textil España (Arte), impulsada precisamente por Inditex. Pero también supone otra consecuencia, más intangible: revaloriza el trabajo en el comercio y coloca de nuevo la tienda en el centro del negocio.

 

El origen del histórico acuerdo de Inditex tuvo lugar meses antes de su firma, en octubre del año pasado. En un entorno marcado por una inflación galopante, más de la mitad de los convenios provinciales estaban bloqueados, es decir, prorrogados automáticamente ante la falta de avances en la negociación. “El punto de partida está años atrás: después de varias crisis, los trabajadores estaban quemados y viendo en prensa los grandes beneficios que tiene Inditex; no podemos cobrar lo mismo que la tienda de la esquina... Fue extendiéndose y no podía demorarse más; esto iba a llegar y al final llegó”, resume Álvaro Cajigal, responsable estatal de UGT en el grupo gallego.

 

 

 

 

En octubre, el grupo llegó a un primer acuerdo con CCOO y UGT para recuperar el incentivo de dependientes, que se había eliminado con la pandemia, hasta 1.000 euros, a abonar en la nómina de febrero de 2023.

 

Además, se mejoraba el llamado plus sede, que aplica sólo a las dependientas de A Coruña, con un incremento progresivo en tres años y se acordaba un plus de beneficios para todo el país. El acuerdo incluía también una cláusula que exigía a Inditex dar un paso adelante e “implicarse en desbloquear convenios provinciales”, una función que el grupo nunca ha querido asumir en primera persona.

 

Mientras, el sindicato nacionalista CIG, que no estuvo en la mesa de negociación y no respaldó el acuerdo, convocó en A Coruña una mediática jornada de huelga coincidiendo con el Black Friday para presionar en la negociación del convenio de A Coruña. Finalmente, la CIG logró del grupo un nuevo compromiso: un incremento salarial de 322 euros al mes para las dependientas de A Coruña a partir de la nómina de enero y con carácter retroactivo a noviembre, con aumentos progresivos hasta 2024. El plus está recogido en el convenio provincial, aunque limitado a su aplicación sólo en Inditex.

 

Al volver de Navidad, los sindicatos mayoritarios insistieron al grupo en crear una mesa de negociación, mientras CGT convocaba manifestaciones en varias ciudades españolas y repartían octavillas en las cadenas de la competencia. La mesa se constituyó finalmente el 25 de enero y sólo con CCOO y UGT, al tratarse de un acuerdo extraestatutario.

 

El pacto estableció una horquilla salarial mínima para todas las cadenas y todo el territorio nacional de entre 18.000 euros (para los dependientes y cajeros de menos de dieciocho meses de antigüedad) y 24.500 euros para los responsables y cajeros centrales. Diversas fuentes cifran en el 70% el porcentaje de empleados que pasan a cobrar más de 2.000 euros al mes tras el acuerdo, que se hizo efectivo con efecto retroactivo desde el 1 de enero de 2023.

 

 

 

 

El acuerdo de Inditex ha sido revolucionario en tres ámbitos: en primer lugar, iguala las condiciones de todas las cadenas, que hasta ahora contaban con diferente representación sindical y con diferentes acuerdos. En segundo, iguala las condiciones en todo el territorio nacional, algo poco habitual en un sector que se rige por 52 convenios provinciales. Y, por último, marca un nuevo estándar mínimo difícil de asumir por la mayoría de los operadores en el territorio nacional.

 

No es la primera vez que Inditex rompe el tablero y sienta la referencia de la estructura salarial en el comercio. “La estructura salarial del personal de Inditex es uno de los secretos del éxito de la compañía, fueron game changers”, dice una directiva de recursos humanos con experiencia en el grupo gallego. Históricamente, el grupo establecía un salario fijo por convenio más comisiones que llegaban al 1% o el 1,2% de las ventas totales de la tienda, según el mercado, y sin mínimo de venta.

 

Encargadas, cajeras y otras posiciones clave cobraban además una resalta, una prima que podía llegar hasta el 0,5% de las ventas. El importe de la comisión se repartía entre las trabajadoras de forma proporcional en función de las horas trabajadas, sin mínimo ni máximo. De esta forma, el variable podría llegar a aportar hasta un 30% del salario.

 

Ese reconocimiento económico iba acompañado también de una cierta autonomía de las encargadas, que realizaban sus propias compras, conocían a las clientas por el nombre y, en ciudades como A Coruña, desarrollaban toda su carrera en el comercio o incluso terminaban promocionando a central.

 

 

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“Con la llegada de perfiles más conservadores a la dirección, y sobre todo a partir de la pandemia, llegó un punto de inflexión e Inditex empezó a hacer juegos con las compensaciones: límites, mínimos… se hicieron pruebas que pasan de una orientación muy comercial a otra más conservadora y orientada a la rentabilidad”, relata la misma fuente. Esta orientación se ha trasladado también a otras cadenas, ya sea cambiando el esquema retributivo o reduciendo a la mínima expresión el personal en tienda. Con todo ello se corre el riesgo de que la tienda pase de ser el corazón comercial a una máquina de operaciones.

 

En paralelo, el golpe de la pandemia, que motivó el cierre de tiendas durante meses y restricciones intermitentes que se extendieron hasta ya entrado 2022, motivó que la mayoría de cadenas se acercaran cada vez a los valores fijados en los convenios. “El personal de tienda es el eslabón más débil y tiene mucho peso en la estructura salarial: cuando hay que recortar gastos, lo primero es reducir personal”, apunta un directivo del sector que prefiere mantener el anonimato.

 

 

La pregunta de por qué precisamente ahora ha estallado la revuelta en las tiendas de moda tiene varias respuestas. En primer lugar, la evidente pérdida de poder adquisitivo que ha supuesto la elevada inflación registrada a partir del estallido de la guerra en Ucrania, combinada con el bloqueo de prácticamente la mitad de los convenios provinciales de comercio, congelando durante meses el salario de empleados de toda España.

 

En segundo lugar, el desgaste de un personal de tienda al que la pandemia afectó especialmente, con expedientes de regulación temporal de empleo (Erte), incertidumbre sobre la seguridad y condiciones como los variables menguadas tras años de recortes.

 

A eso se suman otros dos factores vinculados directamente al ámbito de la negociación colectiva: por un lado, la reforma laboral, que cambia la prioridad aplicativa y establece que los convenios sectoriales son el estándar mínimo, y no los acuerdos de empresa, lo que otorga más importancia que nunca a la negociación colectiva. Por otro, a una sindicalización creciente en el sector que expertos laboralistas atribuyen a dos factores: la negociación de los expedientes de regulación temporal de empleo (Erte) durante la pandemia y la de los nuevos planes de igualdad, que obliga a las compañías que no lo habían hecho antes a sentarse con la representación de los trabajadores.

 

Con la primera ficha del dominó caída, es un sálvese quien pueda. El resto de cadenas que compiten por el mismo talento que Inditex han de acercarse lo máximo posible a ese mínimo de 18.000 euros que se fija para el primer grupo. “Cuando se cerró el acuerdo, los trabajadores lo tomaron como referente”, reconoce Mª Ángeles Rodríguez, responsable coordinadora de comercio de CCOO. “Inditex continúa siendo la gran referencia de la industria y terminará por arrastrar a todo el mundo”, coincide el ex director general de una gran cadena en España. “Inditex ha dado el pelotazo y obliga a los demás a ir detrás”, dice otro directivo de una compañía internacional en España.

 

 

 

 

El problema con el que se encuentran los sindicatos es que sólo tres grandes cadenas de moda tienen convenio propio a escala estatal en España: Primark, Sprinter y Decathlon. Kiabi, propiedad del mismo grupo que Decathlon, también tenía el suyo propio hasta principios de este año, cuando decidió adherirse a la Asociación Nacional de Grandes de Empresas de Distribución (Anged) y aplicar el convenio de los grandes almacenes.

 

Entre los miembros de Anged están también El Corte Inglés, C&A y Tendam (aunque esta última aplica los convenios provinciales del comercio y comercio textil, y no el de grandes almacenes), además de cadenas especializadas como Fnac, MediaMarkt o Worten. La patronal es la encargada de negociar un convenio estatal que es heredero de la última ordenanza laboral del franquismo y que se creó a medida de los grandes almacenes, de los que hoy sólo sobrevive El Corte Inglés.

 

Fue precisamente en ese convenio donde se vio la primera consecuencia de la subida acometida por Inditex. En marzo, Anged y los sindicatos Fetico y CCOO acordaron la mayor subida salarial de la historia, del 17% en cuatro años. De esta forma, el sueldo fijo para la categoría base pasa de 15.700 euros en 2023 a 17.200 euros en 2026, ligeramente por debajo de Inditex.

 

 

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Con todo, Antonio Pérez, secretario general de Fetico, matiza que “no pueden compararse los mínimos de Primark, donde no hay retribución variable, con los de El Corte Inglés, donde el variable puede llegar a suponer entre 2.000 y 5.000 euros al año”. Sumando pagos de antigüedad y otros emolumentos habituales en el comercio, Pérez estima que la retribución final está generalmente entre un 15% y un 20% por encima del mínimo establecido por el convenio. Pérez reconoce que los 18.000 euros de Inditex son el nuevo estándar y precisa que la media de los convenios provinciales en el comercio se encuentra ahora alrededor de 16.000 euros. “De entrada, la línea general que perseguimos es situar el salario mínimo entre 18.000 euros y 21.000 euros”, apunta.

 

Desde Kiabi matizan que, aunque aplican el convenio de Anged, “nuestro salario de categoría profesión, que es el grueso de nuestros empleados, no está lejos de los famosos 18.000 euros de Inditex; por supuesto hemos pactado incrementos para hacer frente a la inflación y garantizar la capacidad económica de nuestros equipos”.

 

Primark, por su parte, llegó a un acuerdo el pasado marzo con los sindicatos, después de varias movilizaciones convocadas por CCOO, para firmar un nuevo convenio hasta 2025 que contempla una subida salarial del 18%. El salario anual base para el grupo 0 pasa de los 14.682 euros de 2022 a 17.484,6 euros en 2025. Para el grupo 1, el mayoritario, pasa de 16.950 euros al año en 2022 a 20.185 euros en 2025, y los perfiles con mayor responsabilidad llegarán a 25.587 euros en 2025. El acuerdo también contempla otras medidas para reconocer la antigüedad y reducir la parcialidad.

 

Por su parte, Sprinter se encuentra desde hace tres meses en negociaciones para renovar el convenio, mientras que Decathlon lo renovó en abril con un salario base anual de 16.412,66 euros, incluyendo las pagas extra, para la categoría más baja y de 20.349,71 euros para la más alta. La empresa francesa es una rara avis porque cuenta con su propio sindicato, el Sindicato de Independientes de Decathlon.

 

 

 

 

También las cadenas donde no hay negociación colectiva han movido ficha. Mango, donde no hay representación sindical, comenzó en 2022 un proceso de revisión de las condiciones laborales que le llevó a estandarizar las diferentes categorías en tienda, mejorar el nivel salarial de las personas con mayor responsabilidad y acometer un plan de mejora de pluses, entre otras iniciativas. Además, la empresa anticipó un 3% de aumento salarial a cuenta de 2022 y un 3% a cuenta de 2023 en aquellas provincias donde no había convenio laboral vigente.

 

A cierre de 2022, el personal de tienda en España cobraba de media 20.466 euros, según datos proporcionados por la compañía. En 2023, ya después de firmarse el acuerdo de Inditex, la empresa acordó fijar un salario mínimo específico a escala nacional, “que supera el que estipulan de forma mayoritaria los convenios provinciales en España, así como a la retribución ofrecida en el sector”, precisa la empresa, que no detalla cuál es ese nuevo mínimo.

 

En H&M, hay varias negociaciones abiertas en provincias como Barcelona, pero no a escala estatal, con la voluntad de acercarse lo máximo posible al mínimo fijado por Inditex. En enero, la empresa acordó el pago de un bonus no consolidable de 500 euros brutos a todo el personal de tienda con contrato vigente durante todo 2022 y 250 euros brutos con una antigüedad superior a seis meses e inferior a un año. En ese mismo acuerdo, se pactaba la constitución de una mesa de diálogo a escala estatal que por ahora no ha avanzado en las negociaciones.

 

Tendam, por su parte, ha acometido las subidas según convenio y no precisa cuál es el salario mínimo o medio en tienda. El salario medio total de toda la plantilla es de 24.180 euros.

 

Agustín Benavent, counsel en el área de derecho laboral de Ceca Magán Abogados y experto en negociaciones colectivas, asimila el potencial efecto del acuerdo firmado por Inditex al que tuvo en 1999 el que firmó Mercadona. “La evolución de las cadenas de supermercados y del textil ha sido muy similar, empezando por empresas localizadas y evolucionando con el desarrollo de las cadenas sucursalistas y las franquicias que provocó una concentración”, recuerda el experto.

 

Cuando los supermercados comenzaron a crecer, la mayoría aplicaban convenios provinciales, con alguna excepción como Dia o Saeco, que tenían el suyo propio. “Pero Mercadona abrió el fuego y a partir de ahí cada una hizo su propio convenio”, relata Benavent, que añade: “Inditex ha hecho de Mercadona, ha arreglado su casa y la ha arreglado bien, y de paso ha montado una patronal para que nadie haga nada sin él”, dice en referencia a Arte.

             

 

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El impacto de la subida salarial es exponencial por el elevado peso que tienen los salarios de los empleados del comercio en la cuenta de explotación de los grandes grupos de moda en España, apalancados en grandes redes de retail. Distintas fuentes cifran el coste salarial en tienda entre un 8% y, como máximo, un 12% sobre la venta de cada establecimiento, aunque la cuota se dispara en las tiendas de segundo nivel.

 

El problema no está en los flagships, está en la tienda que tienes en Burgos o en Murcia, que tiene 300 metros cuadrados igual que la de Barcelona y necesita el mismo personal, pero con menos ventas”, dice un ejecutivo del sector, que sitúa el coste del personal en la misma cuota que el alquiler del local. “Está en el top 3 del escandallo junto con producto y local”, coincide otra fuente que ha ocupado puestos de responsabilidad en el grupo Inditex.

 

Para la mayoría, coinciden todas las fuentes consultadas, es directamente inasumible igualar el acuerdo de Inditex. “Todos aplaudimos que una empresa como Inditex tenga unas condiciones muy buenas para sus trabajadores, pero eso no es extrapolable al resto del sector; crea un mal precedente, porque es una situación irreal”, señala Eduardo Zamácola, presidente de la Asociación Empresarial para el Comercio Textil, Complementos y Piel (Acotex).

 

Ante la imposibilidad de llegar a ese mínimo, la mayoría de compañías no ven otra salida que negociar otras compensaciones en especie, que van de cheques guardería a pluses para comprar material escolar, o pactar mejores condiciones horarias que ayuden a competir por el talento. Todo, con el mar de fondo de movimientos como el quiet quitting o the great ressignation: trabajar lo mínimo o directamente renunciar después de una pandemia que ha replanteado las prioridades de muchos trabajadores que exigen teletrabajo y horarios flexibles, a menudo difíciles o directamente imposibles en una tienda de ropa.

 

 

La decisión de Inditex ya está, de facto, trascendiendo las puertas de Arteixo. En noviembre, Inditex, H&M, Primark, Uniqlo e Iberian Sports Retail Group (que engloba las cadenas JD Sports y Sprinter) constituyeron la Asociación Retail Textil España (Arte), una nueva entidad nacional al margen de la que hasta ahora era la patronal de referencia en el sector, Acotex, que tiene entre sus miembros a la propia Inditex y otros grandes grupos como Tendam.

 

El movimiento, liderado por Inditex, es inédito para la compañía gallega, que nunca había ejercido de líder de ningún lobby y que había mantenido tradicionalmente un perfil bajo y descartado ejercer de portavoz del sector que lidera. “Los grandes hasta ahora han estado de outsiders en los convenios: con carácter general se han beneficiado de lo que otros negociaban, pero no se significaban”, relata Benavent. Hasta ahora.

 

“El cometido de Arte es actuar en un marco de interés común para el sector, que represente y defienda los intereses y objetivos generales en el ámbito sociolaboral, pero también en el económico, y regulatorio”, apuntan desde esta nueva asociación. “Es previsible que se explore la apertura de un marco de negociación estatal dentro del objetivo de la asociación de trabajar en un marco sectorial, aunque aún no se han iniciado procesos en esta línea”, adelanta Arte desde la asociación.

 

No hay duda de que la materia laboral está en el centro de la motivación de la asociación: de hecho, la junta directiva está compuesta por representantes de recursos humanos: Reyes Herce, directora de recursos humanos de JD Sports en la Península Ibérica, es la presidenta, y Pablo Francesch, director corporativo de relaciones laborales de Inditex, el vicepresidente. Martin Godino Reyes, socio director de Sagardoy Abogados, es el secretario general.

 

 

 

 

La ley establece que están legitimadas para negociar convenios colectivos “las asociaciones empresariales que cuenten con el 10% de los empresarios incluidos en el ámbito del convenio y que además ocupen, al menos, al 10% de los trabajadores de dicho ámbito, así como aquellas asociaciones empresariales que en dicho ámbito den ocupación al 15% de los trabajadores afectados”. Arte, que desde su fundación ha sumado también a Mango, Kiabi y Pepco, asegura representar “a más de una tercera parte del sector” y cumpliría ampliamente con esta última condición, aunque fuentes sindicales apuntan que Acotex podría oponerse, al tener también legitimidad, y exigir sentarse en la mesa. De la misma manera, Acotex no podría negociar por su cuenta un convenio nacional sin contar con Arte.

 

“Desde CCOO siempre hemos apostado por la negociación colectiva a escala estatal, porque da más garantías”, apunta Rodríguez, que matiza que todavía no han recibido un contacto formal desde Arte. “Estamos a la expectativa”, precisa. “Nosotros haremos lo que digan nuestros asociados: en su día se sondeó de manera informal, y los sindicatos veían con buenos ojos acercar posturas”, recuerda Zamácola, que tampoco ha recibido una llamada formal desde la patronal impulsada por Inditex.

 

En cualquier caso, hay un relativo consenso en que negociar a escala estatal sería favorable para el sector. La actual estructura de convenios provinciales, que regulan desde cuál es la retribución por trabajar en domingo hasta qué se considera una falta, es heredero de las antiguas Ordenanzas Laborales del franquismo y la posterior regulación democrática a partir de 1977, cuando se mantuvo la estructura provincial. “Ese es el origen de nuestra negociación colectiva, que continúa siendo un caos, no sólo en el textil: hay más de 300 convenios colectivos”, resume Benavent.

 

 

 

 

“Nosotros creemos que los convenios provinciales no tienen sentido: estamos hablando de un trabajo de igual valor, pero Jaén gana menos que Pamplona; no tiene sentido”, dice Antonio Pérez, secretario general de Fetico. Un convenio estatal no sólo igualaría las condiciones salariales, sino que homogeneizaría las faltas, sanciones y categorías laborales y regularía a escala nacional el uso de la figura de los fijos discontinuos a tiempo parcial, un aspecto que desde la última reforma laboral tiene que estar regulado por los convenios sectoriales.

 

“Hasta ahora, las empresas de este sector tenían un 22% de contratación eventual, pero con la reforma se ha terminado”, explica Agustín Benavent. “En el textil necesitamos muchas cabezas físicas, aunque no a jornada completa; si ese 20% lo has de pasar a fijo discontinuo, necesitas tener amparada la posibilidad de contratarlo a tiempo parcial”, precisa el experto laboralista.

 

El acuerdo nacional eliminaría también los problemas de representatividad que bloquean ahora muchos convenios colectivos. En algunas provincias como Córdoba, Acotex impugnó el convenio porque la patronal local, Comercio Córdoba, representaba fundamentalmente al pequeño comercio y pactó inicialmente un acuerdo que establecía distintas condiciones para las grandes cadenas. En otras, como Tarragona, el convenio no se renovó inicialmente porque directamente no había patronal que se sentara a la mesa.

 

 

 

 

Una opción sería que Arte firmara por su cuenta un convenio nacional que aplicara sólo al tipo de cadenas a las que representa, es decir, a las grandes. En el sector de la restauración hay un referente similar, el denominado Convenio Colectivo Sectorial Estatal de Marca de Restauración Moderna, suscrito en septiembre del año pasado por la Asociación Empresarial de Marcas de Restauración (Aemr) y los sindicatos CCOO, UGT y Fetico. Este acuerdo, hecho a medida de cadenas como Burger King, McDonald’s o Vips, aplica sólo a cadenas con presencia en al menos cuatro comunidades autónomas y que empleen al menos a mil trabajadores.

 

Sólo Cajigal, responsable estatal de UGT en Inditex, está en contra de un acuerdo colectivo a escala estatal. “Con un acuerdo nacional dejas la capacidad de negociación en los distintos territorios, y pierdes fuerza”, argumenta, aunque sí es partidario de regular a escala nacional las categorías profesionales.

 

Inditex y H&M han declinado hacer declaraciones para este reportaje. Sagardoy, Uniqlo e Iberian Sports Retail Group (Isrg) no han respondido a las peticiones de este medio.

 

 

A la larga, las empresas temen que se produzca un efecto mariposa: que el batir de alas de dependientas provoque un tornado en la logística, un área mucho más sindicalizada y donde los paros tienen un efecto mucho mayor en las actividades de la empresa. Prueba del poder que tiene la logística fueron los paros producidos en el sector del transporte en marzo de 2022, que retrasó las entregas de las principales empresas de moda de toda España e incrementó los costes. Si una tienda para, se pierde su venta, pero si un almacén para, afecta a toda la cadena.

 

Aunque la logística tiene por lo general su propio marco laboral, un potencial convenio de comercio textil también podría aplicar a los almacenes, ya que la empresa puede aplicar en toda su estructura el acuerdo que corresponda a su actividad principal. En cadenas como Zara, que aplican el convenio de logística, el salario base de un mozo de almacén con cuatro años de antigüedad es de unos 2.000 brutos al mes, lo que, sumado a los bonus de transporte y antigüedad, y multiplicado por las quince pagas, deja el salario anual en más de 35.000 euros.

 

Otra consecuencia, más difícil de medir, es la potencial revalorización del trabajo de tienda: aunque las empresas no han dejado de repetir en los últimos años que los dependientes son “los mejores embajadores de la marca”, y les han dado nuevas

responsabilidades como la gestión de pedidos online, hasta ahora trabajar en comercio continuaba siendo visto en España como un empleo de transición, un salvavidas mientras no se encuentra otra cosa. “Cuando vas a una universidad y preguntas a alguien si quiere trabajar en retail, normalmente ni se lo plantea, aunque la gran mayoría terminan pasando por el comercio”, reconoce el ex director general en España de una cadena con un centenar de tiendas en el país.

 

Pero la tienda está en el centro del cambio de modelo que lideró Inditex y que convirtió a España en referencia mundial en moda. Inditex, Mango, Tendam, El Corte Inglés o Pronovias no serían lo que son sin unas tiendas que son casos de éxito en todo el mundo, y eso incluye también el personal que está al frente.