Entorno

Un Mundo en Transformación: Japón, un imperio ‘nublado’ pero sin nueva tormenta a la vista

La tercera potencia mundial salva otro año con un crecimiento del 0,7% pero con el riesgo de la estanflación, y se enfrenta ahora a dos años clave, con subida de impuestos y Juegos Olímpicos de por medio.

Iria P. Gestal

19 feb 2019 - 04:49

Un Mundo en Transformación: Japón, un imperio ‘nublado’ pero sin nueva tormenta a la vista

 

 

El tablero de juego del negocio de la moda ha dado un vuelco. La herencia de una crisis, la inestabilidad, el auge de movimientos populistas, los intentos de dar marcha atrás a la globalización y la amenaza de ralentización de la economía global han hecho fracasar uno a uno casi todos los pronósticos. El mundo está en transformación, y la moda, como actor global, debe adaptarse y transformarse con él. Modaes.es recorrerá, a lo largo de una serie de reportajes, las claves del nuevo orden en los principales mercados para el sector y cómo este puede afectar a uno de los negocios más globalizados del planeta.

 

 

 

Futurista, pero viejo. Una democracia moderna pero con un jefe de Estado que hace apenas treinta años era considerado divino. Una economía que crece, pero bajo la eterna espada de Damocles de la estanflación. Japón, la tercera mayor potencia mundial, encara de nuevo dos años clave, con grandes desafíos como la subida de impuestos o la desaceleración global y la organización de dos grandes eventos mundiales (los Juegos Olímpicos y la Copa Mundial de Rugby).

 

Desde la implantación del denominado Abenomics en 2013, un programa económico impulsado por el presidente Shinzo Abe para dinamizar la economía, Japón ha mantenido un crecimiento sostenido año a año, pero con altibajos, llegando a registrar hasta cinco recesiones en siete años.

 

La economía japonesa creció un 0,7% en 2018, según los datos de la Oficina del Gabinete del país. La evolución de los componentes del Producto Interior Bruto (PIB) japonés en el cuarto trimestre fue desigual: las exportaciones se vieron impactadas por la evolución de China, de la que tiene una gran dependencia, y el consumo privado avanzó por debajo de lo esperado. Sin embargo, la inversión privada se disparó un 2,4%, frente al 1,8% previsto.  

 

 

 

 

Las previsiones para los próximos años pasan por mantener tasas del 1% en 2019 y del 0,7% en 2020, según las últimas estimaciones publicadas en noviembre por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

 

Sin embargo, el país se enfrenta a grandes desafíos que permanecen desde hace décadas en el horizonte. En primer lugar, Japón tiene la mayor deuda por PIB del mundo (y la más alta registrada nunca en la Ocde), lo que obliga a realizar subidas progresivas de impuestos.

 

 

La última, realizada en 2014, fue para algunos economistas el motivo de la recesión. La próxima está prevista para este año, después de ser pospuesta dos veces. El objetivo es que este aumento permita financiar unos costes sociales que no paran de ascender en el país más envejecido del planeta.

 

La subida será más moderada que la última vez (de dos puntos porcentuales, frente a los tres del año pasado) porque, tal y como explicó Abe, “hemos aprendido de los errores del pasado”. La Ocde estima que su impacto será temporal y compensado por incentivos fiscales.

 

Por su parte, la política monetaria continuará siendo expansiva para alcanzar el objetivo de inflación del Banco Central de Japón, del 2%, que no termina de llegar. En las últimas décadas, Japón apenas ha conocido lo que es la inflación: desde 1996 el Índice de Precios al Consumo (IPC) ha crecido un 2,4%, frente al 46% de Estados Unidos, el 41% de Reino Unido y el 29,1% de Alemania.

 

 

 

 

Otra de las grandes amenazas para la economía nipona es el mercado de trabajo en el país más envejecido del planeta. Los organismos internacionales insisten cada vez que tienen ocasión en la necesidad de una reforma estructural urgente para impulsar la productividad y el empleo, incluyendo el retraso de la edad de jubilación, fijada actualmente en sesenta años.

 

En el denominado Nuevo Paquete de Políticas Económicas, el presidente Shinzo Abe se ha fijado el objetivo de duplicar el crecimiento de la productividad hasta el 2% en 2020 gracias a medias como el apoyo a la inversión de las pymes e incentivos fiscales para las subidas de sueldos e inversión.

 

El proteccionismo es otro de los riesgos para la economía japonesa, según apunta la Ocde en su último informe sobre el país, publicado en noviembre de 2018. Con todo, Japón está en negociaciones con un nuevo acuerdo de comercio con Estados Unidos y es uno de los impulsores del Tratado Transpacífico (TPP), que entrará en vigor este año, por lo que el organismo descarta que se implementen este año nuevas medidas restrictivas.

 

 

 

Nuevo ‘round’ para Abe, final para Akihito

Shinzo Abe comienza el año reforzado por la victoria, por tercera vez, en las elecciones a liderar su partido. En 2020, Abe se convertirá en el mandatario más longevo del Japón moderno, y empleará el apoyo para llevar adelante su reforma de la Constitución pacifista.

 

La reforma, que se someterá a referéndum, tiene el objetivo de cambiar el actual papel de las fuerzas militares de Japón y adaptarlas “a los nuevos retos globales”. La Carta Magna, impuesta por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial para evitar otro conflicto,  renuncia en su artículo número 9 a llevar a cabo operaciones militares en el extranjero que no sean de estricta autodefensa.

 

Abe se apoya en el ascenso de China y la amenaza de Corea del Norte para que la constitución otorgue a Japón el derecho a la “defensa colectiva”, lo que le permitiría ayudar militarmente a un aliado.

 

En paralelo, el emperador Akihito abdicará el 30 de abril de 2019, convirtiéndose en el primer emperador japonés en 200 años en dejar el cargo. El trono del crisantemo lo ocupará su hijo Naruhito. Tras él, se abre una crisis de sucesión, ya que el príncipe heredero no tiene descendencia masculina, que no ha motivado sin embargo que se derogue la ley sálica que impide a las mujeres acceder al trono, las obliga a abandonar sus derechos al casarse con un plebeyo e impide que sus hijos e hijas formen parte de la línea sucesoria.

 

 

 

Turismo y apertura para compensar el envejecimiento

El mayor reto para Japón es su acelerado envejecimiento, agravado por las históricas barreras del país a la inmigración. La población en el archipiélago se reduce en cerca de mil personas al día, y la edad media es de 47 años.

 

Para el mercado laboral, el reto es mayúsculo: se estima que en 2050 el porcentaje de personas dependientes ascienda hasta 75% sobre el total de empleados, la mayor cuota del mundo. El país carece, además, de planes públicos de pensiones para quienes no hayan trabajado, lo que ha provocado que algunas personas mayores (sobre todo mujeres) cometan delitos menores para ingresar en prisión: casi uno de cada cinco presos son mayores de sesenta años.

 

Para compensarlo, el Gobierno ha propuesto permitir a los extranjeros que hayan completado programas de formación que permanezcan en Japón durante cinco años adicionales para trabajar en sectores con escasez de empleados disponibles, como la construcción. Aún así, el reto es mayúsculo: a cierre de 2018 existían en el país 1,6 puestos de trabajo disponibles por cada japonés activo.

 

El otro gran desafío que presenta la caída de la población es el consumo. Para compensarlo, el país está llevando a cabo reformas para estimular el turismo (empezando por mejorar la señalización en inglés y armando al personal de los hoteles con apps de traducción) y confía en incrementar la llegada de visitantes hasta 40 millones en 2020, frente a los 29 millones de turistas de 2017.

 

Para lograrlo, Japón cuenta con dos grandes armas: el país albergará este año la Copa Mundial de Rugby, que se celebrará en Asia por primera vez, y en 2020 Tokio será la sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

 

 

 

Refugio del lujo europeo

Con un PIB per cápita de 42.900 dólares, similar al de Francia o Reino Unido, Japón es el segundo mayor mercado del lujo en el mundo, sólo por detrás de Estados Unidos y todavía por delante de China.

 

Marcas como Hermès o Louis Vuitton tienen en el país uno de sus principales mercados internacionales, y el distrito de Ginza, en Tokio, es el tercero más caro del mundo para abrir un local comercial, sólo por detrás de la Quinta Avenida de Nueva York y Causeway Bay, en Hong Kong.

 

Tras la caída del consumo en 2011 por la crisis financiera global y las posteriores catástrofes de Fukushima y Tohoku, el sector se ha recuperado y se estima que el gasto anual en artículos de lujo alcanza 3,6 billones de yenes (28.000 millones de euros), según McKinsey.

 

El país es, además, la casa de grandes operadores del sector, como Muji (que vende desde artículos de papelería hasta casas y es uno de los mayores retailers del país) hasta Fast Retailing, matriz de Uniqlo y cuarto mayor distribuidor de moda del mundo.

 

Japón cuenta también con históricos operadores de grandes almacenes como Isetan Mitsukoshi, fundado en 1886 y con cerca de cien centros en ocho países. El grupo fue víctima del denominado Apocalipsis Retail que ha impactado a grupos de Estados Unidos y Reino Unido en los últimos años, y cerró 2017 en pérdidas por primera vez en ocho años, aunque prevé regresar a números negros en el ejercicio en curso, que finaliza el 31 de marzo.

 

En global, cada japonés gasta, de media, 707 dólares al año en ropa, según datos de Statista. El mercado de la moda ascenderá a 88.982 millones de dólares en 2019 y se estima que crecerá un 1,9% anual hasta 2021.