Júlia Farriol (Inèdit): “Dependemos del uso de recursos en un planeta que no crece”
Pese al lento avance de la regulación sostenible, Bruselas ha vuelto a activar la agenda legislativa en materia de ecodiseño, que afectará a la manera en la que la moda debe idear y confeccionar sus productos a largo plazo.
Pasaporte digital, destrucción textil y gestión de residuos. Todos estos elementos resuenan en el sector de la moda, especialmente el europeo, que ve cómo las instituciones comunitarias incrementan poco a poco los requisitos sostenibles en los modelos de negocio del sector. Antes de poder trazar, reciclar o gestionar los residuos, sin embargo, la moda debe aprender a diseñar de una forma más sostenible.
“El sector debe aprender a encontrar un equilibrio entre los requisitos económicos, funcionales y estéticos de sus productos, con los requisitos ecológicos”, defendió ayer Júlia Farriol Duran, responsable de proyectos de ecodiseño en Inèdit. Ante la pregunta de por qué la moda no debe esperar a la normativa para empezar a implementar el ecodiseño en sus productos, la experta de la consultora especializada en este ámbito afirmó con fuerza que se deben convertir en un criterio más para la toma de dediciones, “por que el contexto climático y normativo será cada vez más exigente”.
Farriol, que participó ayer en el último webinar antes del verano de Move! Live, las sesiones informativas de treinta minutos sobre las claves de la sostenibilidad para las empresas de Move! Moda en movimiento, cifró en un 80% el impacto ambiental de las prendas que se define únicamente en el proceso de diseño. “Dependemos del creciente uso de recursos en un planeta que no crece -alertó Farriol-; y el reto pasa por maximizar el valor de los productos y materiales que ya tenemos, mientras minimizamos el consumo de recursos y las emisiones”.
Pese a que la Regulación de Ecodiseño para Productos Sostenibles (Espr, por sus siglas en inglés) se aprobó ya en julio del año pasado, Bruselas ha ralentizado su avance en la legislación, que está a la espera ahora de los actos delegados que determinen las normas concretas que deberá aplicar cada sector. La semana pasada, por ejemplo, vio la luz por primera vez el texto que regulará la prohibición de destruir las prendas o textiles no vendidos, un año después de la aprobación de la ley marco.
“A todos los sectores les está llegando ahora la regulación, y se están poniendo las pilas, pero aunque se esté empezando a activar, aún hay mucho margen de actuación por delante”, lamentó Farriol. Para ello, la experta recomendó dos pasos principales: analizar cada producto y ver donde se concentra el mayor acumulado del impacto ambiental, y buscar alternativas, tanto en materiales como modelos de negocio, que le puedan dar una solución.
“Concebimos al ecodiseñador como un agente que está al principio de la cadena, observándola desde la fase de diseño y con capacidad de actuar para erradicar el impacto”, relató la experta. Farriol puso como ejemplos iniciativas como la de Camper, que ha introducido lo que la experta denominó como diseño modular, a través de un modelo de zapato desmontable y que puede combinar piezas diferentes en una misma pieza, facilitando la reparación o reciclabilidad. Destacó también la importancia del diseño para la multifunción, que concibe una prenda para poder ser utilizada, por ejemplo, durante diferentes épocas del año.
En un modelo de negocio circular, disminuyen los gastos de aprovisionamiento; se generan menos residuos, lo que hace también más barata la gestión posterior; se diversifica el flujo de ingresos y los socios y consumidores acumulan un mayor valor, porque se comparte algo más que una transacción monetaria, enumeró la experta. “Un cambio de modelo no se hace de hoy para mañana, pero la emergencia climática, los reguladores y los consumidores ya lo están demandando”, defendió Farriol.