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Seda, la materia prima que siempre vuelve a casa

La producción y exportación de seda fue clave para el comercio de China durante milenios, hasta aproximadamente 300 a. C., cuando el monopolio del imperio chino de esta fibra comenzó a flaquear frente a un competidor.

Seda, la materia prima que siempre vuelve a casa
Seda, la materia prima que siempre vuelve a casa
De China proviene el 90% de toda la seda exportada.

I. C.

21 abr 2023 - 05:00

 

Fuerte, pero ligera, la seda tiene la capacidad de mantener el frío en verano y el calor en invierno. Con origen en el periodo Neolítico, alrededor del 4.000 a. C. en China, la fibra fue fundamental para el desarrollo económico y comercial del país durante milenios y se usaba tanto para prendas de lujo como para tapices, cortinas y hasta papel para arte o manuscritos de alta gama.

 

La tela cruda se teñía utilizando minerales como plata en polvo y otros materiales, entre ellos el índigo o el ocre rojo. Aunque otras potencias mundiales como Japón, Francia e Italia han tratado durante siglos de arrebatarle a China la corona de la producción de la seda, el país asiático continúa hoy siendo el mayor productor y el mayor exportador del mundo de esta fibra.

 

 

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No se entiende la seda sin mirar a China. Desde miles de años antes del nacimiento de Cristo y hasta hoy, el país asiático continúa siendo el mayor productor de esta materia prima, cuya historia está teñida de misticismo, conflictos geopolíticos y enfermedad. Los orígenes de la seda se remontan a cerca de 4.000 a. C., durante el periodo Neolítico, en el territorio chino, cuando se calcula que se comenzó a producir esta fibra. La recogida de la seda se hacía en el tercer mes del calendario de la seda, cuando comienza el proceso de crianza de los gusanos bombyx mori.

 

Tradicionalmente, las mujeres lavaban los huevos de estos insectos y se introducían en una cámara de madera en la que se mantenía la temperatura adecuada para el rápido crecimiento de los huevos. Después, los capullos se colocaban en estantes de madera y se rociaban de agua hirviendo, lo que mataba a las larvas en su interior, dejando sólo el capullo vacío para desenrollar filamentos que posteriormente se convertirían en hilos de seda.

 

 

 

 

La producción y exportación de seda fue clave para el comercio de China durante milenios, hasta aproximadamente 300 a. C., cuando el monopolio del imperio chino de esta fibra comenzó a flaquear frente a un competidor: Japón. La Ruta de la Seda, que conectaba el este y el sureste de Asia, el sur de India, Asia central, Oriente Próximo, el este de África y Europa, se instauró siglos después, a mediados del II a. C. Por aquel entonces, también el imperio bizantino producía seda, aunque los tejidos de lujo continúan siendo propios de la confección milenaria china.

 

Durante el siglo XVI d. C., cuando la Ruta de la Seda había perdido gran parte de su influencia, Francia e Italia contaban con una industria productora de seda cada vez más fuerte, impulsada por innovaciones tecnológicas, como el telar Jacquard. Sin embargo, en 1865, una epidemia contagiosa y hereditaria afectó a los gusanos de seda en Francia, extendiéndose rápidamente a Italia y Austria e hiriendo de muerte a la industria europea de esta fibra, lo que volvió a otorgar la corona a China. Hoy, el país asiático continúa siendo el mayor productor de seda, con cerca de 150.000 toneladas métricas al año, lo que equivale al 78% del total.

 

 

China, en cabeza

En China se concentra un 78% de la producción mundial de seda, lo que equivale a 150.000 toneladas métricas al año, según datos de National Bureau of Statistics. Además, de China proviene el 90% de toda la seda exportada. En los últimos años, la producción de seda en China ha ido a la baja a causa de la población cada vez más envejecida en el país, la baja rotación de mano de obra en la industria y la reducción del terreno de cultivo a causa de la urbanización.

 

Algunos de los países que podrían beneficiarse de esto son India, el segundo mayor país productor, o Uganda, que ha establecido proyectos para reforzar su industria de producción de esta fibra, veinte veces más cara que el algodón.