19 oct 2011
En la actual crisis económica, la más importante desde la década de 1930 y, según los que saben (ver Jean-Claude Trichet), una verdadera crisis sistémica, muchos nos enfrentamos a situaciones que, pese a haber sido siempre posibles, nos parecen algo irreales aún viviéndolas en primera persona.
Era inconcebible, por ejemplo, que los precios de la vivienda bajaran o que el sector bancario internacional negociara la quita de un país del euro (ver Grecia) que ha entrado en suspensión de pagos.
Todo cambia, y las empresas de moda, como todas, deben enfrentarse a situaciones que en la mayoría de los casos nunca habían conocido. Por supuesto, el consumo siempre ha tenido un comportamiento cambiante, con subidas y bajadas en las que afectan los factores más diversos, algunos evidentes y otros indescifrables. Pero no es habitual en nuestras décadas, al menos en España, que el consumidor sea en un momento determinado más pobre que dos años antes. Y esto es exactamente lo que está ocurriendo en España: en 2009, la renta disponible por habitante a precios de mercado era de 19.419 euros, y en 2010 se sitúa en 18.555 euros (ver Instituto Nacional de Estadística (INE)).
Por sus resultados, podría decirse que los grandes líderes del sector de la moda en España ya habían hecho sus deberes para enfrentarse a esta situación, democratizando la moda y haciendo producto de tendencia a precios asequibles. Pero, seguramente, los cambios en el comportamiento de un consumidor más empobrecidos no se quedarán, de seguir mucho tiempo, en la exigencia de prendas a las que puedan acceder.
Si esta crisis sigue muchos años más, si continúa subiendo el paro y bajando la riqueza del ciudadano medio, ¿no es previsible que haya cambios más profundos? Si realmente el sistema económico mismo está en crisis, si es cierto que hay que cambiar algunas reglas del juego para salir de este pozo en el que estamos, ¿no puede haber también un cambio profundo en los valores del consumidor?
Empobrecido, un consumista podría perder su título, cambiando su patrón de adquisiciones apostando por la perdurabilidad de los productos, o bien podría pasar todo lo contrario y que renuncie a una calidad aceptable a la que se había acostumbrado. O podría renegar de la tendencia, de los dictados de la moda y sus cambios frenéticos. O... qué sé yo.
El caso es que la situación ha cambiado y sigue cambiando, pero no para que todo siga igual. Y desde la empresa de moda hay que esperarlo todo, estar preparado para cualquier situación.

Christian De Angelis
Christian De Angelis es periodista, especializado en macroeconomía. Amante del Excel y de cualquier programa informático de estadística, sigue día a día la evolución de la economía mundial. Crear empresas es otra de sus pasiones, pero esa es otra cuestión.
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