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Salvador Gómez (Calzia): “A día de hoy, la relocalización no sale rentable por el coste”

El director de la Asociación de Industrias del Calzado y Alpargatas (Calzia) sostiene que, recuperar el cáñamo industrial sería una “buena oportunidad” para relocalizar la industria del yute, que está muy concentrada en Asia.

Salvador Gómez (Calzia): “A día de hoy, la relocalización no sale rentable por el coste”
Salvador Gómez (Calzia): “A día de hoy, la relocalización no sale rentable por el coste”
Gómez también ha señalado que recuperar el cáñamo industrial sería una buena solución a la relocalización de la industria.

Ainoa Erdozain

23 jun 2022 - 05:00

“La artesanía es el nuevo lujo”, apunta Salvador Gómez, director de Asociación de Industrias del Calzado y Alpargatas (Calzia). El directivo, impulsó en 2016 la cooperativa Yute de Caravaca y también es socio fundador del Festival de las Artes del Yute, que se celebra de manera anual en Murcia con el objetivo de que se reconozca la tradición artesanal del yute por su “valor histórico”. Gómez explica que “hay fases de la producción de este material que han cambiado muy poco desde sus inicios” y que “la mano de obra humana sigue siendo fundamental en esta industria”. La mayoría del yute que se consume en España proviene de Bangladesh y el ejecutivo señala que “recuperar otros materiales como el cáñamo industrial, sería una gran oportunidad para el sector”, aunque descarta la relocalización de la industria.

 

 

Pregunta: La producción de yute está muy concentrada en India, Bangladesh, Nepal y Myanmar, ¿tendría sentido reindustrializar Europa?

 

Respuesta: La materia prima que se utiliza en España proviene, sobre todo, de Bangladesh. La fibra tradicional mediterránea, el cáñamo, se prohibió y el cultivo del yute tenía dificultades climatológicas. Recuperar el cáñamo industrial es una oportunidad y una necesidad. Este material puede usarse de diversas formas en el sector de la salud, en el de la alimentación y también se puede aprovechar para la industria textil y del calzado. El problema es que ya se ha intentado recuperar, pero en Europa la industria del hilado casi ha desaparecido. En España, a partir de la hilatura base, que es la que se industrializa, todo el proceso incluyendo trenzado, urdido y cosido, es local y procede de la zona de influencia de Yute de Caravaca, en la región de Murcia, donde se genera más del 90% de las suelas de yute de todo el mundo.

 
 

 

P.: En 2020, debido a desastres naturales, muchas fábricas de yute ubicadas en Asia tuvieron que cerrar y el precio de la materia prima se disparó. ¿Qué se puede hacer desde Europa?

 

R.: La industria tiene que preocuparse de que los requerimientos medioambientales y laborales sean equiparables a lo que se reclaman en Europa. Tendría que haber un mayor control en cuanto al origen de la materia prima y en cuanto a su producción para conseguir que la relocalización sea más sencilla. A día de hoy, la relocalización no sale rentable por el coste.

 

 

P.: ¿Cómo se puede aprovechar la artesanía vinculada con la moda en España?

 

R.: Se puede aprovechar de varias maneras. Es importante rematar algo que los diseñadores de las grandes marcas saben: la artesanía es el nuevo lujo. Dentro de la artesanía hay que separar lo que es realmente artesano de lo que no lo es y, a nivel gubernamental, deberían dar facilidades para que la artesanía se pueda hacer en condiciones aceptables. Hace cinco años, en la Asociación Yute de Caravaca tuvimos que plantearnos cómo se podían recuperar los trabajos artesanales relacionados con el calzado. Por una parte, era un sector donde reinaba la economía sumergida y no había relevo generacional. Pero para adaptar procesos artesanales a una industria también tiene que haber capacidad de producción. Pusimos en marcha una experiencia piloto con la creación de la cooperativa Yute de Caravaca, destinada a los trabajos artesanales del calzado, que ha conseguido ordenar esa industria en el entorno de la comarca y que las empresas tengan un proveedor de confianza que ofrece trazabilidad.

 

 

 

 

P.: ¿Es España buena creando marca?

 

R.: No somos buenos. Nos llevan mucha ventaja otros países. En España somos muy buenos produciendo y fabricando. El como se vende el producto debería estudiarse de manera muy clara en la ESO o el Bachillerato. Hay una deficiencia importante y hay que aprender qué se puede aportar como valor añadido a la hora de crear una marca.

 

 

P.: La producción de calzado de yute en Caravaca de la Cruz (Murcia) se remonta al año 1500. ¿Cómo ha cambiado la manera de fabricar desde entonces con la industrialización?

 

R.: Hay fases de la fabricación que han cambiado muy poco. Contando con el hilo que se utiliza desde la base, el proceso ha tenido una industrialización muy básica. El proceso de trenzado ha avanzado porque ahora hay trenzadoras mecánicas y antes se hacía a mano. El urdido continúa siendo una labor totalmente manual, se requiere el know how del artesano para saber la cantidad de yute que tiene que poner en la suela en función al modelo o al tallaje. El cosido también es exactamente igual y, lógicamente, se están introduciendo nuevas tecnologías en las fases de diseño o algunos eslabones más lejanos, como la introducción de adhesivos ecológicos o el hecho de que la venta ya sea online. Los tiempos obligan a cambiar, pero el trabajo artesanal tiene que permanecer.

 

 

P.: ¿Qué se puede hacer para combatir la estacionalidad del yute?

 

R.: No hace falta combatirlo. Hay que tratar de buscar beneficios en otras épocas del año. Las marcas utilizan el yute, cada vez más, para producir artículos de invierno, como zapatillas para el hogar o botas de abrigo. Aun así, el yute sigue teniendo un gran enemigo, el agua, pero hay  muchas zonas donde se puede llevar este calzado en cualquier época del año. También estamos tratando de incrementar las ventas de este tipo de calzado en países del sur para mejorar su producción, como Latinoamérica o Sudafrica.

 

 

 

 

P.: ¿Deberían las marcas de calzado invertir más productos de yute?

 

R.: Sí y ya lo están haciendo. El yute es una fibra natural sostenible, compostable y que ya se recicla en un porcentaje bastante elevado. Además, también estamos viendo proyectos que van ya más allá. Hay marcas que están creando una red de recogida de productos en zapaterías de toda Europa para reutilizar sus elementos y crear nuevos zapatos. Esta es una línea de negocio en la que habría que invertir.

 

 

P.: ¿Cómo evolucionarán los precios de esta materia prima?

 

R.: Lógicamente subirán. Hay un encarecimiento de todas las materias primas. Este es otro de los motivos por los que interesaría que el gobierno invirtiera, a través de los fondos europeos de industrialización, en promover esta línea autóctona. El precio del yute no solo sube por la producción, sino también por el transporte y el incremento del coste logístico.

 

 

P.: ¿Se debe trasladar ese precio al consumidor final o es un coste que deben asumir los retailers?

 

R.: Al final, el consumidor tiene que asumir la subida de precio, no queda otra. Si la empresa lo asume, lo puede hacer una o dos temporadas, pero al nivel de la inflación no es sostenible porque se lleva gran parte del margen de beneficio y desembocar en el cierre de la compañía. Todo el mundo debe asumirlo.

 

 

 

 

P.: ¿Existe suficiente colaboración entre los actores de la industria como minoristas, productores y agricultores?

 

R.: No hay colaboración entre las distintas escalas. Hay una relación proveedor-cliente que debe ser reforzada. El consumidor y el retailer también deben de tener más vías para que el distribuidor sea capaz de entender qué quiere el consumidor. En esto están ayudando mucho las redes sociales, pero indudablemente hace falta mayor conexión y comunicación dentro de la cadena. El diseñador y el productor deben tener información sobre lo que se está vendiendo en la tienda. Así se agilizaría la producción.

 

 

P.: ¿Cómo se puede innovar en este sector?

 

R.: La digitalización es la clave. Uno de los retos que tenemos es utilizar las tecnologías que tenemos a nuestro alcance para conectar retailers y fabricantes a la industria auxiliar. El ensamblador une todos los productos de otros fabricantes y esos engranajes que están compuestos por pymes hay que entenderlos como una gran empresa. Si todos tuvieran información de la evolución de su producto en cada una de las fases hasta que llega al consumidor final, se podría ganar eficiencia.