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Paulo Vaz (ATP): “El proteccionismo es una falacia, nunca beneficia a nadie”

Coincidiendo con una nueva edición de la feria Modtissimo, en Oporto, el presidente de la Associação Têxtil e Vestuário de Portugal (ATP) repasa las claves de la transformación del sector.

Iria P. Gestal

3 oct 2019 - 04:49

Paulo Vaz (ATP): “El proteccionismo es una falacia, nunca beneficia a nadie”

 

 

Pocos polos productivos han logrado transformarse tan rápido como Portugal. Mientras la producción se trasladaba en masa a Asia, la industria portuguesa superó el bache apostando por el valor añadido y la internacionalización, convirtiéndose en uno de los principales polos de la producción en proximidad. Coincidiendo con una nueva edición de la feria Modtissimo, que se celebra estos días en Oporto, Paulo Vaz, presidente de la Associação Têxtil e Vestuário de Portugal (ATP), repasa las claves de esta transformación.

 

 

Pregunta: Portugal es un ejemplo de la transformación de la industria. ¿Por qué no ha ocurrido en otros países?

Respuesta: Nuestro éxito se debe en realidad a una convergencia de factores. En primer lugar, a una estrategia, si no conjunta, al menos no antagónica, de las empresas y las políticas públicas. Los recursos públicos, especialmente en materia de innovación e internacionalización, han sido muy útiles para nuestro desarrollo. Por un lado, la innovación tecnológica (nuevos procesos, nuevos materiales…), para diferenciar el producto, porque a partir de la crisis de 2008 las empresas comprendieron que si seguían compitiendo por precio no tenían futuro, porque siempre hay alguien más barato que tú.

 

P.: ¿Cuál es el otro tipo de innovación?

R.: La no tecnológica. Innovar en el modelo de negocio, desarrollando nuevas competencias en cuanto a diseño, por ejemplo. Cada vez más, las marcas quieren estar focalizadas en su core business, que es el desarrollo del concepto, el márketing, el punto de venta… Lo demás, tratan de pasarlo al proveedor, que se convierte en un centro de servicios para las marcas. 

 

P.: ¿Lo primero que hace falta es un cambio de mentalidad?

R.: Sí, ha habido un cambio enorme. Pero también fue muy rápido, porque no hay nada que te haga cambiar de idea más rápido que la necesidad. Las empresas se han enfrentado a una disyuntiva muy simple: o sigues en el mismo camino, y no tienes futuro, o cambias y te dedicas a aportar valor.

 

 

 

 

P.: ¿Qué rol tiene que tener la patronal?

R.: Tiene un papel muy importante. Por un lado, es la responsable de crear una estrategia de desarrollo colectivo. No es que le diga a las empresas qué tienen que hacer, sino que plantea cuáles son las grandes líneas estratégicas. Esa ha sido la primera parte de nuestro papel. En una segunda etapa, la patronal debe dedicarse a encontrar los recursos para aplicar toda esa estrategia. Nosotros negociamos con los políticos para obtener los recursos necesarios, y hoy tenemos el programa más importante de internacionalización de la economía portuguesa, con un aporte de 16 millones de euros con el que 400 empresas, sobre todo pymes, pueden acudir a todas las grandes ferias.

 

P.: ¿Y para el área de innovación?

R.: Tenemos un centro tecnológico y otro de nuevas tecnologías y materiales que trabajan únicamente para servir a las empresas. Lo importante es que el 72% de su capital pertenece a las propias compañías y asociaciones, por lo que tiene una lógica económica. Esto supone que deben satisfacer aquello que las empresas quieren, y no sólo lo que interesa a los académicos.

 

P.: Gran parte de las empresas industriales en el sector son pymes. ¿Es un hándicap?

R.: Desde el punto de vista industrial, no es un problema, incluso puede ser una ventaja porque permite ser más flexible y reactivo. Pero desde el punto de vista comercial, de comprar y vender, el tamaño es muy importante. Por eso las empresas tienen que trabajar de una manera colaborativa para tener la escala necesaria para poder operar en los mercados internacionales de forma más eficaz.

 

 

 

 

P.: ¿Ve posible la integración mediante compras?

R.: Esto es un problema estructural. El textil es un sector formado por empresas de una dimensión familiar, y por lo general no están muy interesados en repartir la propiedad y la gestión. Esto es un obstáculo muchas veces para que la gente se ponga de acuerdo y poder trabajar con una escala mucho mayor. Aunque también es cierto que esto ha empezado a cambiar por necesidad. Cuando ponerse de acuerdo es determinante para sobrevivir, la gente lo hace.

 

P.: ¿Cuesta atraer mano de obra joven y cualificada?

R.: Sí, sobre todo en aquellas industrias más intensivas en mano de obra. Además, el perfil sociológico del país ha cambiado muchísimo en los últimos años. Los jóvenes tienen formación superior, másters… Tienen mucho mundo y ambición y no quieren quedarse en una máquina de coser ocho horas al día trabajando en una actividad repetitiva. Esto va a ser un problema para el futuro, no vamos a tener gente para trabajar de aquí a cinco o diez años.

 

P.: ¿Cuál es la solución?

R.: Hay que tres caminos. En primer lugar, importar el talento de Bangladesh, de India, de China… No es mucha gente, pero comienza a verse. En segundo lugar, más mecanización: introducir mejores métodos de gestión para hacer más con menos gente. Y, finalmente, otro camino que están empezando a tomar las empresas es deslocalizar los procesos de menos valor añadido, como la confección, especialmente al norte de África. Muchas compañías están ya abriendo oficinas y plantas en Marruecos. Las operaciones de valora añadido se siguen haciendo en Portugal, como el corte o los acabados, y todo lo que es confección va a Marruecos y vuelve en un día. Lo importante es que el cliente esté satisfecho, no importa dónde sea.

 

 

 

 

P.: ¿El proteccionismo puede beneficiar a la industria europea?

R.: El proteccionismo nunca beneficia a nadie. No trae nada bueno. Es una falacia política que satisface sólo los intereses de alguna industria local. Hemos visto ejemplos en Argentina o Brasil, que tienen industrias importantes pero muy retrasadas desde el punto de vista de la tecnología o la competitividad. Aunque no creo que lleguemos a eso. Lo que está pasando hoy con Estados Unidos y China es un pulso de hierro para intentar encontrar soluciones más equilibradas para Estados Unidos, pero no veo posible que se cierre la frontera. Además, el tratado que se está negociando con Mercosur nos va a abrir las fronteras de un espacio muy importante y en el que tenemos una ventaja competitivo porque tenemos precio, ventaja, calidad e imagen que allí no hay. 

 

P.: ¿Cómo se está adaptando el sector a la sostenibilidad?

R.: Este es el último de los ejes que tenemos para el futuro, junto con la innovación, la internacionalización, el capital humano y el diseño. Porque, hoy, la sostenibilidad es negocio. Hasta ahora, eran sólo palabras de activistas que querían cambiar el mundo, un debate casi filosófico. Ahora, en cambio, nos enfrentamos a una sociedad de consumo que pide productos sostenibles y que quiere tener la certeza de que lo son. Ahí, creo que en Portugal tenemos una gran ventaja competitiva. Portugal es, por ejemplo, uno de los grandes campeones de las energías renovables, el 70% de nuestra energía procede de estas fuentes. Además, al ser un hub de producción en proximidad, la huella de carbono también es menor a la hora de trasladarlo a los principales mercados europeos de consumo. Cuando se implante el blockchain, nos dará ventaja competitiva porque son aspectos demostrables.