Back Stage

De la segunda ola de los ‘wearables’ a eficiencia en la ‘supply chain’: para qué sirve el IoT

El Internet of Things está todavía al comienzo de su desarrollo y promete mejoras de eficiencia en la supply chain, trazabilidad y transparencia, además de nuevos productos para capitalizar la ola del wellness.

De la segunda ola de los ‘wearables’ a eficiencia en la ‘supply chain’: para qué sirve el IoT
De la segunda ola de los ‘wearables’ a eficiencia en la ‘supply chain’: para qué sirve el IoT
El potencial económico del IoT está todavía por aprovechar y está concentrado en unos pocos casos de uso.

I. P. G.

6 mar 2023 - 05:00

No toda la innovación es tecnológica, pero la tecnología se ha convertido en una herramienta clave en la transformación de todos los sectores, también la moda. En esta serie, patrocinada por Desigual, Modaes repasa los sistemas, modelos y herramientas que hoy suenan aún a ciencia ficción pero que definirán el futuro del sector.

 

La experiencia más personalizada está en la tienda de barrio. Sin CMS, sin inteligencia artificial y a veces sin ni siquiera una base de datos, basta con que cruce la puerta la clienta de toda la vida para que la dependienta diga: “me ha llegado algo para ti”. En la Red, la tecnología permite replicar esa experiencia sin siquiera saber el nombre del cliente, ni su edad; a veces incluso basta con que se haya pasado un par de veces por la tienda, sin comprar siquiera.

 

 

Fashtech: la nueva hoja de ruta de la moda

 

 

La expresión Internet of Things (IoT) hace referencia a objetos que puede enviar y recibir información a través de Internet, ya sea un móvil, una nevera que avisa cuando los yogures están a punto de caducar o una cafetera que pide por Internet nuevas cápsulas cuando se ha acabado el anterior paquete. 

 

Cuando esa tecnología se aplica a un producto que se puede vestir, se le denomina wearable (literalmente, que puede ser vestido). La fiebre de los wearables comenzó, con más hype que éxito comercial, a principios de la década de 2010, cuando los informativos hablaban de un futuro en que usaríamos Google Glasses por la calle y tendríamos ropa que nos avisaría si teníamos fiebre. 

 

Aunque no en sentido estricto (no existía aún Internet), la tecnología aplicada a la ropa es tan antigua como los relojes de pulsera, los aparatos auditivos o, ya en el siglo XX, los relojes calculadora. 

 

 

 

 

 

A partir de 2010, el fenómeno se concentró en dos aplicaciones: las gafas, a las que se sumaron progresivamente prácticamente todos los gigantes tecnológicos, y los relojes, de Fitbit al Apple Watch, con un sinfín de aplicaciones, desde medir las pulsaciones al hacer ejercicio hasta llevar el móvil en la muñeca. 

 

Hubo otras más anecdóticas, como las zapatillas que se ataban solas de Nike en homenaje a Regreso al Futuro o las de Puma que se personalizaban al pie del usuario utilizando un iPhone, y que fueron reconocidas como una de las 100 mejores invenciones de 2019 por la revista Time

 

Mientras los relojes sí encontraron su hueco, otro tipo de aplicaciones no han llegado a hacerse mainstream debido a una multitud de razones que incluyen el coste, la utilidad real o la estética. 

 

Otro invento popular es el Oura Ring, un anillo que mide distintos ratios de salud, desde la saturación de oxígeno hasta el sueño, y que se ha visto en los dedos del Príncipe Harry de Inglaterra; Jack Dorsey, fundador de Twitter, la actriz Gwyneth Paltrow o Kim Kardashian. 

 

Tras esos primeros años de frenesí, los expertos coinciden en que el potencial económico del IoT está todavía por aprovechar, pero que está concentrado en unos pocos casos de uso. 

 

 

internetofthings1080x1080

 

 

En 2021, McKinsey reconocía que el mercado del IoT no había crecido tan rápido como había previsto en 2015, algo que atribuía al coste, el talento y la ciberseguridad. Sus nuevas previsiones anticipan que, en 2030, el IoT generará un valor de entre 5,5 billones y 12,6 billones, incluyendo el valor indirecto generado por esta tecnología. 

 

El 65% provendrá de aplicaciones B2B y el resto, de aplicaciones en el ámbito de la empresa o industrial. Casi la mitad estará concentrado en tres entornos: la fábrica, el lugar de trabajo, y la salud.

 

Los principales motores de crecimiento será tres: en primer lugar, a diferencia de lo que ocurría en 2015, el consumidor ve un valor real en la aplicación del IoT, lo que acelerará su expansión a escala. También ha habido notables avances tecnológicos, con mejores baterías y sensores que cubren todo el espectro, de visual a acústico, además de mejoras en inteligencia artificial, analítica avanzada y machine learning. Por último, las redes hoy son mejores y más rápidas, con el 4G ampliamente implementado y el 5G en proceso de rápida implementación. 

 

En el otro lado de la balanza, las dificultades en la instalación, la ciberseguridad y las normativas de privacidad, que podrían frenar el avance. 

 

 

 

 

En cuanto a casos de uso, McKinsey identifica nueve clústers principales: optimización de las operaciones, salud, productividad, mantenimiento, ventas, gestión energética, vehículos autónomos, medioambiente y seguridad. 

 

Dentro del sector de la moda, la salud y el wellness está siendo la principal área de desarrollo en la aplicación B2B. Es el caso de proyectos como Nadi X (unos pantalones de yoga que corrigen la postura a través de vibraciones), Heroskin, que mide las pulsaciones y la temperatura; Loomia, que crea circuitos flexibles que pueden integrarse en los tejidos para distintas aplicaciones; o iTbra, un sujetador desarrollado por Cyrcadia Health que permite detectar signos tempranos de cáncer de mama. 

 

Si bien los expertos coinciden en que el mayor potencial, o al menos el más desaprovechado hasta ahora, se encuentra en el back office, a lo largo de la cadena de valor, donde el IoT puede ayudar a mejorar la trazabilidad, aumentar la transparencia y reducir los lead times. Para 2023, la compañía tecnológica Gsma prevé que las conexiones industriales superarán a las de consumidores. 

 

 

nadi x yoga wearables 980

 

 

Combinado con la tecnología blockchain, el IoT permitiría controlar cada producto desde el origen de forma individual y a escala, obtener información precisa y en tiempo real y mejorar la seguridad, aunque el gran desafío es la interoperabilidad, porque no hay proveedor que trabaje para una sola empresa, ni retailer que trabaje con un solo proveedor. 

 

En Europa, un motor de desarrollo será la normativa respecto al pasaporte de producto, que obligará a las empresas a apoyarse en tecnología para mejorar la trazabilidad de los artículos para luego comunicarlo al cliente final. 

 

“Automatizar la cadena de valor y minimizar el trabajo puede suponer grandes mejoras de eficiencia; esta área es cada vez más importante en retail a medida que la venta directa supera al wholesale”, apuntaba Global Data en el informe Internet of Things in Retail and Apparel

 

La consultora señala también aplicaciones como el Rfid para controlar el inventario en tienda, sensores que detectan si un paquete se ha dañado o etiquetas que permiten al cliente pagar el producto sin pasar por caja.