Londres, en horas bajas: arranca la ‘fashion week’ con la amenaza de dejar de ser relevante
Grandes ausencias como la de Jonathan Anderson, falta de estrellas, diseñadores en lucha por la supervivencia y el British Fashion Council en plena transición marcan la próxima edición de la semana londinense de la moda en apuros.


21 feb 2025 - 05:00
La semana de la moda de Londres ya no es lo que era. Golpeado por la pandemia, los daños colaterales del Brexit y el cierre de grandes actores como Matchesfashion, el evento por excelencia de la industria de la moda británica encadena, desde hace varias temporadas, ediciones menores de escaso impacto internacional. Si las grandes plazas de París y Milán han salido reforzadas del contexto socioeconómico del sector y la fashion week de Nueva York ha respondido a la presión positivamente, dinamizada por pesos pesados como Calvin Klein o Michael Kors; a sus cuarenta años, Londres sigue sin recuperar el ritmo del pasado.
Su última cita, que se celebrará hasta el próximo lunes 24 de febrero, presenta un calendario condensado en un día menos que en ediciones pasadas. Cuatro jornadas que, a pesar de presentar una intensa agenda de una cuarentena de desfiles y presentaciones, quedan lejos de los tiempos de las épocas de bonanza de la fashion week británica. La relevancia de la cita está, más que nunca, en el punto de mira, acusando el efecto de las ausencias marcadas de diseñadores de referencia.
Aunque la fuga de talento, con creadores y marcas en busca de mayor impacto mediático y comercial en otras capitales, es una tendencia experimentada por la semana de la moda de Londres desde hace varias temporadas; la salida del calendario de JW Anderson ha dejado a la cita sin uno de sus platos fuertes. La firma homónima del diseñador irlandés Jonathan Anderson, galardonado con el premio del diseñador de 2024 en los British Fashion Awards, es una habitual de las pasarelas londinenses y supone uno de los principales atractivos de la fashion week. Su participación funciona como locomotora que impulsa el interés alrededor de marcas menos conocidas o diseñadores emergentes del calendario.
La fashion week de Londres ha acusado la pandemia, el Brexit y la fuga de talentos
En los últimos tiempos, el director creativo estrella, que ha liderado el reposicionamiento de la española Loewe, cotiza al alza. Todos los rumores lo colocan como futuro director artístico de la francesa Dior, sucediendo a Maria Grazia Chiuri al frente de las colecciones masculinas y al británico Kim Jones, quien hace tan solo unas semanas abandonó la primera línea del diseño de Dior Men. Su falta de asistencia a la cita londinense merma, de forma notable e inevitable, el interés por el evento.
Tampoco participarán en esta ocasión diseñadores como la popular Nensi Dojaka, Chopova Lowena, Yuhan Wang o Knwls. Dado el desafiante contexto del retail, múltiples creadores han optado por la fórmula de un único desfile al año, rebajando las presiones financieras y de producción.
Otra de las problemáticas de Londres tiene que ver con su potencial en las primeras fases de desarrollo de las marcas que, más adelante, buscan su consolidación internacional en el extranjero. La lista de desertores británicos, que se dejan querer por Milán y París, es larga e incluye diseñadores tanto de moda femenina como masculina: desde las mediáticas Victoria Beckham o Stella McCartney a firmas de autor como Craig Green, Bianca Saunders o Grace Wales Bonner.
En todo caso, la fashion week será la plataforma de presentación de las colecciones otoño-invierno de firmas reconocidas como Erdem, Nina Ricci, Roksanda, Simone Rocha o Richard Quinn, el diseñador que saltó mundialmente a la fama gracias a la asistencia de la reina Isabel II a uno de sus shows. Asimismo, el evento contará con el regreso de la firma apoyada por el cantante Harry Styles, S.S. Daley.
El caso del que fuera ganador del LVMH Prize en 2022 es excepcional, pues pocos de los que se marchan de Londres regresan. Después de haber sido anunciado en el calendario provisional de la próxima fashion week parisina, el creativo anunció su regreso a Londres el pasado enero. El hijo pródigo volverá a casa, llevando a cabo el camino inverso de la mayoría de sus compatriotas.
Burberry será la firma responsable de poner el broche de oro a las jornadas de pasarelas el próximo lunes. Lo que en otro momento habría funcionado como la guinda de un suculento pastel, en esta ocasión, es más bien un globo que se deshincha lentamente. La firma, que experimenta un retroceso de ventas en la línea de la crisis del sector del lujo, lleva dando tumbos desde la salida del director creativo Riccardo Tisci, hace tres años.
Después de haber renovado su imagen y enfoque en demasiadas ocasiones en los últimos tiempos, Burberry sufre una crisis de identidad que la dirección ha intentado salvar con el fenómeno de Bottega Veneta, Daniel Lee, al frente del diseño. Sin embargo, fuentes del sector indican que el creativo está a punto de finalizar un ciclo iniciado en septiembre de 2022. Su siguiente destino podría ser la firma controlada por OTB, Jil Sander.
Demasiados movimientos que añaden incertidumbre a un sector particularmente complejo para los jóvenes, generalmente agrupados bajo el paraguas de la incubadora del programa NewGen del British Fashion Council. Para impulsar la plataforma, el departamento de cultura y deportes británico se ha comprometido a aumentar el apoyo financiero en un millón de libras. Este presupuesto está destinado a cubrir los costes de ubicación y organización de las presentaciones, así como un programa de mentorías.
Al nada fácil panorama de los actuales participantes se suma, igualmente, el obligado cumplimiento de las exigencias en materia de sostenibilidad, después de que el evento decidiera alinearse recientemente con el planteamiento de la fashion week de Copenhague.
El British Fashion Council afronta la transición en su dirección, con la salida de Caroline Rush
Para la directora del British Fashion Council, Caroline Rush, el periodo actual es “particularmente difícil” para la industria de la moda británica. “Estamos trabajando estrechamente con las empresas para ayudarlas a atravesar esta etapa”, ha declarado a la agencia AFP la responsable de la institución. Tras dieciséis años al frente de las actividades de BFC y del impulso de la fashion week londinense, Rush abandonará el cargo en junio de este año. La directora creativa de los grandes almacenes británicos Selfridges y antes periodista de Vogue, Laura Weir, será su sucesora, asumiendo el reto de relanzar la escena de moda londinense en una de sus horas más bajas.
“Creo que las fashion weeks son muy necesarias. Particularmente en Londres, tenemos muchas pequeñas empresas independientes que necesitan una plataforma que les permita acceder a una audiencia global”, ha añadido la responsable. Según el British Fashion Council, la industria de la moda británica da trabajo a 800.000 personas y aporta a la economía nacional alrededor de 30.000 millones de libras (36.000 millones de euros).
En el plano del retail, Londres continúa siendo un espacio dinámico de interés, pese a que el brillo de la capital no se parezca al de antaño. Entre las últimas grandes aperturas en algunas de sus arterias comerciales más cotizadas, destacan la reciente apuesta multimarca de Bestseller, los nuevos flagships de Abercrombie&Fitch, K-Way y Charlotte Tilbury o las futuras inauguraciones previstas por la española Mango, la alemana Birkenstock o la belga Dries Van Noten.
La industria de la moda británica genera 800.000 empleos, según el BFC
El nuevo reparto de cartas en el mapa internacional de las fashion weeks no sólo supone el cuestionamiento del papel de Londres en el juego de las semanas de la moda, sino que abre la puerta a que eventos de capitales de menor relevancia histórica puedan abrirse un hueco a golpe de vanguardia y creatividad. ModaLisboa, Berlin Fashion Week o Mercedes-Benz Fashion Week Tbilisi, en Georgia, son algunas de las citas que más frescura y efervescencia han aportado en las últimas temporadas.
Lejos quedan las décadas doradas de los noventa y los 2000 de la agitada escena londinense, en la que se consolidaban grandes nombres autóctonos, como la punk Vivienne Westwood o el tan polémico como virtuoso John Galliano, y emergía talento creativo como el couturier del East End, Alexander McQueen. Por aquel entonces, Londres era un epicentro indiscutible del negocio de la moda al que acudían profesionales de todo el mundo.
Gracias a su asumido posicionamiento vanguardista y underground, que contrastaba con los encorsetados enfoques tradicionales de la industria francesa e italiana, capital británica marcaba tendencia, exportando talento y modernas colecciones de moda. Los estudiantes de moda extranjeros querían formarse en Central Saint Martins, Kate Moss y Naomi Campbell eran las top models del momento; al tiempo que Oasis o Blur ponían la banda sonora a toda una época y el mercadillo de Camdem se convertía en un popular destino de peregrinación.
La fashion week de Londres fue, en el pasado, mucho más que una mera agenda de desfiles y presentaciones. Durante años, la capital británica logró dictar la moda que llegaba a las calles (con la omnipresencia de vaqueros Levi’s de segunda mano, pares de Dr. Martens o looks desenfadados de Topshop) y fue cuna de las subculturas que moldearon a toda una generación de creativos y compradores internacionales.
En un mundo globalizado, ultraconectado y frenéticamente cambiante, está aún por ver si Londres sacará en algún momento las garras para defender su tradicional lugar entre las big four de las semanas de la moda o si, por el contrario, continuará diluyendo su importancia, reformulando su sentido ante una nueva era.