Opinión

La gran mentira

Inmaculada Urrea

1 feb 2010

Se acabó la semana de la moda en Barcelona con más pena que gloria, por mucho que los medios se empeñen en decir otra cosa. Ya nos advirtió Mc Luhan del peligro de creerse todo lo que dicen.

La autocomplacencia es el peor de los pecados para el poder, pero aquí no tenemos remedio. La realidad es una y la realidad política, otra.

Después de asistir al 080 y sus desfiles, y de pasearme por The Brandery me apena reconocer que, definitivamente, hace tiempo que perdimos el tren de posicionar a Barcelona en cualquier panorama de la moda, tanto nacional como, por supuesto, internacional.

Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo reconoce públicamente. Lo supo en su momento Paco Flaqué y lo saben ahora los encargados de organizar ambos eventos, lo saben las marcas patrias que han sido invitadas a exponer (sin dejar de hacerlo en ferias internacionales) y lo sabe el sector profesional. Y los que más lo saben son los políticos que, sin embargo, deben jugar su papel, como todos en este fashion circus. La vida es un teatro, ya lo decían los barrocos.

Las estadísticas son fáciles de hacer crecer si el acreditarse es una mera cuestión formal… sin formalidad ninguna. Me encanta que hayan considerado periodistas profesionales a los alumnos de las escuelas que por allí corrían, que no eran pocos, convertidos todos en bloggers para la ocasión.

Soluciones fáciles no hay, y menos a corto plazo. Que la industria que todavía queda se decida por fin a apoyar al talento que sí tenemos; que las escuelas formen a diseñadores preparados para enfrentarse al mundo empresarial; que la política deje el tema en manos de profesionales del sector; que el país se conciencie de que no somos ni Francia, ni Italia, ni Bélgica, ni EE.UU. Debemos encontrar un modelo propio y no imitar los que ya existen. Sólo así tendremos algo que decir en el mundo de la moda. Es tarde para hacer los deberes, sin duda, pero más vale tarde que nunca.

Debemos encontrar un modelo propio y no imitar los que ya existen;es tarde para hacer los deberes, sin duda, pero más vale tarde que nunca

Tomo prestada una fábula literaria del ilustrado Tomás de Iriarte, titulada El oso, la mona y el cerdo a modo de reflexión sobre lo ocurrido estos días.

Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.

Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: "¿Qué tal?"
Era perita la mona,
y respondióle: "Muy mal".

"Yo creo", replicó el oso,
«que me haces poco favor.
"ues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?".

Estaba el cerdo presente,
y dijo: "¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!".

Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:

"Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar".

Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!

A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Inmaculada Urrea

Inmaculada Urrea

Inmaculada Urrea. Re- cor -dar: no es marca si no pasa por el corazón. A eso me dedico en inmaculadaurrea.com: a crear marcas significativas de manera inusual, con una metodología propia y en 48h. ¿Imposible? Es sólo una opinión. Me gusta ayudar a las marcas jóvenes a encontrar su camino, por eso dirijo el postgrado de Creación y Gestión de Marcas de Moda en BAU. Más cosas: tengo dos perros, vivo en una aldea asturiana, soy una fundamentalista del corazón y una radical del british tea time. También soy Doctora Cum Laude con una tesis sobre Chanel y su personal branding. Lo más importante: conocerme es quererme (eso me dicen casi siempre).