6 mar 2025
Si fuera el CEO de una gran empresa de moda, me sentiría como si después de tres días hablando con un amigo, de golpe me dejara en visto. Con Donald Trump en la Casa Blanca desmantelando una política ambiental y social que ha llevado décadas construir, la sostenibilidad no pasa por su mejor momento. Y las idas y venidas de Europa tampoco juegan a su favor.
Europa lleva, desde 2019, con el famoso Pacto Verde, avisándonos de su voluntad de promover la transformación de la economía de la Unión Europea en un modelo sostenible. Y de la necesidad de hacerlo con cierta premura si queremos sobrevivir en un mundo en el que los recursos son finitos y el acceso a ellos cada vez es más limitado y complicado, especialmente en el sector de la moda, donde la cadena suministro es larga y opaca.
La coherencia aplastante del discurso había convencido a muchos altos cargos empresariales que, impelidos también por el marco regulatorio con el que Europa quería acelerar esta transición, habían empezado a invertir recursos y desplegar equipos para conocer mejor sus riesgos, poder minimizarlos y, con todo, hacer negocios de una manera más responsable. También, por supuesto, los fondos de inversión se veían casi obligados a pedir esta información a las empresas que se acercaban a ellos. Porque era algo relevante e importante.
Sólo con capacidad de impacto en el sector textil, estamos hablando de 17 nuevas regulaciones aprobadas o en vías de aprobación.
Y cuando una buena parte de la masa crítica empresarial y social ya estaba manos a la obra, Europa lanza un ómnibus en sostenibilidad. Y todos nos quedamos con la boca abierta. No tanto por lo que dice el paquete, si no por las maneras.
Es cierto que en los últimos años Europa ha pisado demasiado a fondo el acelerador. Por ejemplo, sólo con capacidad de impacto en el sector textil, estamos hablando de 17 nuevas regulaciones aprobadas o en vías de aprobación. Y ello, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas, se estaba viviendo como una soga al cuello, porque además de no tener capacidad humana ni económica para implementarlas, no entendían cómo estas normativas les iban a permitir ser competitivas ante los modelos de negocio tan agresivos que estaban emergiendo fuera de Europa pero vendiendo dentro.
Pero ahora, lo que no vale es lanzar un documento de 23 folios en el que se concreta más bien poco y, en cambio, se generan muchas dudas sobre la utilidad real de las regulaciones una vez descafeinadas, sobre las obligaciones que se mantienen para los próximos meses y las que no, sobre las implicaciones que seguirá habiendo para las pymes aunque sea de manera indirecta y, por supuesto, sobre si esta vez esto va en serio o si este documento también va a quedar en papel mojado.
Salvo que los científicos se equivoquen, cosa poco probable, la competitividad económica de las empresas no puede desvincularse de la competitividad ambiental y social.
Europa ha demostrado bastante falta de mano izquierda. Y la reacción lógica por parte de los directivos sería guardar todo lo relacionado con estos temas, al menos por un tiempo, en el cajón de los asuntos secundarios. Si yo fuera uno de ellos, probablemente pensaría así.
Pero aunque pueda costar entenderlo, ahora es cuando justamente no se debe aflojar, y menos en el sector de la moda. Primero, porque hasta que se diga lo contrario, sigue vigente la normativa actual. Segundo, porque ya carga con una reputación bastante negativa como industria contaminante y socialmente poco responsable, como para permitirse relajarse. Y, por último (y seguramente lo más importante) porque, aunque la política fluctúa, la ciencia no. Y salvo que los científicos se equivoquen, cosa poco probable, la competitividad económica de las empresas no puede desvincularse de la competitividad ambiental y social.
Quizás, la industria de la moda debería hacer caso a Mario Draghi y a su informe y construir una Europa que impulse la competitividad y la resiliencia. Pero para ello se necesitan responsables legislativos competentes y valientes que no sólo piensen en el corto plazo o en el equilibrio político del momento, sino en un marco regulatorio sólido y coherente que realmente impulse la transformación que necesitamos.
Sònia Flotats
Sònia Flotats (Barcelona, 1979) es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), postgraduada en Gestión de la RSC y la sostenibilidad por la Universitat Pompeu Fabra, y con formación en Esade, Flotats inició su trayectoria profesional en la Fundación Adsis y posteriormente en AlterCompany. Antes de emprender con So Good Business, trabajó también como responsable de comunicación de Fundació Catalunya Cultura y como editora de sostenibilidad en Itfashion. Desde febrero de 2024 es directora de la plataforma Move! Moda en Movimiento, impulsada por Modaes.
Move! Moda en Movimiento nace con el objetivo de caminar junto a la industria de la moda en España hacia un futuro más sostenible, a través de la generación de contenido especializado, la creación de espacios de encuentro para profesionales del sector y la divulgación.
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