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Edwin Keh (Hkrita): “La solución no es acercar el aprovisionamiento, sino reinventarlo”

El consejero de Hong Kong Research Institute of Textiles and Apparel (Hkrita) considera que la transformación sostenible de la industria textil precisa de colaboración.

I. P. G. / I. C. R.

15 feb 2022 - 04:47

Edwin Keh

 

 

Edwin Keh defiende que la sostenibilidad se instalará definitivamente en la industria textil cuando la regulación lo fuerce. ¿El primer paso? Que aumente el precio del poliéster, según considera el consejero delegado del Hong Kong Research Institute of Textiles and Apparel (Hkrita). Sin embargo, apunta Keh, no sólo los materiales precisan de legislación e investigación, sino también el propio modelo de negocio de los operadores de moda y su cadena de aprovisionamiento, la cual, en palabras del experto en operaciones, ha de ser “reinventada”.

 


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Pregunta: ¿Cómo ha cambiado el enfoque de la investigación en la industria textil desde que se fundó Hong Kong Research Institute of Textiles and Apparel?


Respuesta: Cuando empezamos, estábamos centrados en un enfoque mas teórico. Nos dimos cuenta de que estábamos muy lejos del mercado y de que nuestro modo de trabajar llegaba demasiado tarde al mercado. Entonces, empezamos a centrarnos en soluciones que la industria pudiese usar lo más rápido posible, más prácticas, con la intención de que se extendiese en el mercado y fuese lo más útil posible.

 

 

P: ¿Es la sostenibilidad el principal driver de la innovación en la industria textil?


R.: Sí, la sostenibilidad está atrayendo inversión e interés porque la industria recibe cada vez más presión por parte de los clientes, los mercados y hasta los Gobiernos, que demandan que la sostenibilidad sea parte de los propios productos y servicios que venden las empresas. Pero la sostenibilidad no sólo afecta a la ciencia del producto, ni sólo genera investigación en este área, también en el aprovisionamiento, el modelo de negocio… Las empresas comienzan a preguntarse cómo ser competitivo con este nuevo enfoque.

 

 

P: ¿El textil se considera un área de investigación soft en la academia?


R.: Sí, pero está cambiando. Antes, la industria de la moda se percibía como un arte, un espacio para artistas y creativos. Pero en sostenibilidad, necesitamos perfiles más variados: necesitamos científicos e ingenieros. Uno de los principales problemas del textil para la academia es que la mayoría de las soluciones presentadas en sostenibilidad son multidisciplinares. Los académicos quieren soluciones muy específicas, más científicas… Para nuestra industria, se necesita que se involucren muchos participantes variados, así que es difícil.

 

 

 

 

 

P.: ¿Cuesta atraer talento para la investigación en la industria textil?


R.: Sí y no. Es fácil atraer el talento tradicional: gente que busca ser creativa y artista. Pero decepcionamos a nuestros alumnos: el currículo está obsoleto. Tenemos que educar sobre diseño de producto, cadena de aprovisionamiento, operaciones… Los verdaderos problemas de la industria. Es difícil atraer talento a la industria que realmente comprenda en lo que está entrando.

 

 

P.: ¿Cuál es el mayor obstáculo de la circularidad en la industria?


R.: La moda tiene una de las cadenas de aprovisionamiento más globalizadas del mundo. Hemos creado un camino tan largo y extendido que la trasparencia es complicada. Llevamos cincuenta años optimizando nuestra cadena para poder producir en un extremo del mundo y consumir en el otro, y tenemos economías que producen mucho y consumen poco, y económicas que consumen mucho y no tienen capacidades productivas. Es un problema, porque es difícil transportar los materiales posconsumo a los países donde se pueden reciclar e incluir en la cadena de nuevo.

 

 

P.: ¿Es más sostenible entonces producir en cercanía?


R.: La producción local suena muy atractiva, al igual que acortar la cadena de valor. Pero se presentan varios problemas. Uno es que en las economías desarrolladas no se encontrarían trabajadores que quisiesen llevar a cabo este trabajo, y aunque los hubiera, no tendrían las capacidades necesarias. Además, es muy caro en cuestión de costes, no tiene sentido a nivel de negocio. La solución no es acercar el aprovisionamiento, sino reinventarlo: apostar por la automatización, encontrar soluciones más inteligentes. Muchas de las prendas que se tiran no se han consumido. Diseñamos prendas en el color que no se vende, en la talla incorrecta y las transportamos a la tienda equivocada... Esto no es un problema de producción, es un problema de inteligencia. No estamos aprovechando lo suficiente la tecnología, tenemos la información suficiente sobre el cliente para que esto no ocurra. Esa es la dirección que debemos tomar, no necesariamente que el aprovisionamiento esté más cerca.

 

 

 

 

P.: ¿Sería viable un modelo de gran producción en Asia con a la vez de altos niveles de reciclaje en Occidente?


R.: Las nuevas leyes sobre el reciclaje posconsumo ayudan a que pongamos en duda la cadena de aprovisionamiento linear. Tenemos que ser más sostenibles en nuestro diseño de producto, pensar en cómo podemos convertirlo en otra cosa después de uso, y ponerle el precio correcto, incluyendo dentro del precio el proceso posconsumo. Ese es el primer paso para un consumo diferente. Después, quizás se puedan construir procesos de reverse supply chain en el Occidente para que nuestra cadena sea más circular.

 

 

P.: ¿Hace falta más colaboración entre distribuidores, proveedores e investigadores?


R.: Sí. Lo positivo del reto sostenible es que necesitamos que todo el mundo trabaje unido. Antes, la sostenibilidad en la industria de la moda debatía sobre cómo reciclar, pero ahora estamos hablando sobre biodiversidad y neutralidad de carbono. Nuestras áreas de investigación ya no tratan de resolver problemas que han causado generaciones anteriores, sino sobre cómo desarrollar nuevos materiales y procesos de confección que eviten que dichos problemas siquiera comiencen.

 

 

P.: ¿Qué rol juegan los grandes operadores de moda en la transformación sostenible de la industria?


R.: Podemos trabajar con ellos para establecer la agenda del mercado. A través de ellos, tenemos una conexión muy directa con el consumidor, para saber lo que tenemos que hacer mejor. Además, a ellos también les conviene trabajar con nosotros, porque la mayoría de sus emisiones de carbono no se generan en su sede, sino en otras etapas de la cadena de aprovisionamiento. Nosotros les ayudamos a encontrar los fallos en etapas de su cadena como los materiales o el transporte.

 

 

P.: ¿Puede llevarse a cabo esta transformación sin ellos?


R.: Ellos son, en muchos sentidos, los responsables del problema de la crisis medioambiental de la moda. Pero el tamaño de la empresa es muy importante y necesitamos que nuestras herramientas sostenibles lleguen al mercado lo antes posible. Eso es posible trabajando con grandes operadores, al menos para empezar a ralentizar la generación de gasto. A partir de ahí, ya tenemos la herramienta introducida para que la industria sea más sostenible en el futuro. Hay muchas buenas start ups con nobles intenciones en el sector de la moda relacionadas con sostenibilidad, pero el problema es que son pequeñas y su impacto no será suficiente para extender los métodos al resto del mercado.

 

 

 

 

P.: ¿Cuál es el rol de las autoridades en la transformación sostenible de la moda?


R.: La legislación alrededor de la sostenibilidad se debe llevar a cabo a nivel gubernamental. Muchos productos que usamos se venden a un precio incorrecto, especialmente los de base de combustibles fósiles o de petróleo. Al fijar el precio de estos materiales, no estamos teniendo en cuenta el proceso de reintroducirlos en la cadena ni el impacto que tienen en el clima después de su uso. La legislación y la regulación corregirán estos problemas. El poliéster es el material de mayor crecimiento en la moda en los últimos años, y copa el 75% de todos los materiales utilizados en la industria. ¿Cómo puede ser tan barato un material que toma años en generarse y que se utiliza sobre todo en fast fashion para ser tirado posteriormente? Hay un enorme problema de precio que se debe corregir. No solo el poliéster es un problema, el cuero y otros materiales tienen muchos problemas de sostenibilidad porque requieren de mucha agua y espacio para generarse. Esto hay que regularlo.

 

 

P.: ¿Los materiales sostenibles deben ser mainstream entonces?


R.: Sí, y eso es algo bueno que ha traído la pandemia. Se ha establecido una relación entre el bienestar del planeta y el bienestar de uno mismo en la sociedad. Ahora, los consumidores piden más transparencia porque quieren saber su impacto personal en el planeta. Eso fuerza a las marcas a cuestionar en profundidad qué materiales usan y cómo los usan y genera un mayor cambio en la industria. La sostenibilidad es tanto el ganador como el perdedor. A ojos del consumidor, hay marcas que son buenas y otras que son malas. Pero la zona neutral ya no existe. Ahora el consumidor no te permite decir “yo sólo soy barata, no tengo opiniones en sostenibilidad”. Las marcas tienen que expresar su opinión y lo que representan. Ahora, al comprar una prenda el cliente no sólo pregunta “¿Me sienta bien?”, también pregunta “¿Me siento bien?”. Eso genera un juego de ganadores y perdedores. La sostenibilidad puede ser una gran ventaja competitiva, y eso es muy positivo.

 

 

P.: ¿Será la moda sostenible siempre más cara que la tradicional? De ser así, ¿quién debe asumir la diferencia?


R.: No. Nos han condicionado para pensar que el textil reciclado es de peor calidad, con textura peor, un color menos fuerte… pero más caro. Pero es una percepción de cuando la sostenibilidad no era parte del negocio principal de las empresas. Ahora, la sostenibilidad representa algo con poder de construir o romper una marca. La escala también tendrá impacto en el precio: cuanta más gente compre prendas sostenibles, menos caras serán; cuando empiece a haber más legislación, los productos que duran mucho y que se pueden usar hasta ser convertidos en otro artículo deben tener un proceso de pricing distinto al de un articulo que te durará sólo una temporada. No tiene sentido que un textil que no se necesita volver a tintar, confeccionar o transformar sea más caro que uno creado desde cero. Tenemos que hacer mejor las finanzas.