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Ahogado por la inflación y a la espera de las ayudas: el textil español, ante un panorama “desolador”

El incremento de los precios de las materias primas y la energía, una vuelta a cercanía a medias, y la carrera para adaptarse a la nueva legislación enfrenta a la industria española a una crisis “inasumible”.

C. Juárez

6 abr 2022 - 04:58

                                              Ahogada por la inflación y a la espera de las ayudas: el textil español, ante un panorama “desolador”

 

 

Pánico ante el crack. Dos años después del estallido de la pandemia, la recuperación se vislumbra todavía a lo lejos del escenario para la industria española de la moda ante el incremento de los costes de las materias primas, los precios de la energía disparados y la cadena logística tensionada de nuevo. El sector se encuentra blindado ante una crisis que amenaza con parar la actividad y de la que su salvavidas, los fondos y ayudas públicas, se retrasan.

 

“Estamos en un momento apasionante, pero volátil”, asegura Luis Pita, al frente de Hilaturas Ferre. “El reto es que nos enfrentamos a unas reglas del juego que no se habían visto antes, ni los precios, ni los presupuestos ni la cadena de suministro funcionaban antes así”, añade.

 

El primer golpe fue en marzo de 2020 con el estallido de la pandemia del coronavirus en España, que supuso un varapalo para la industria española de la moda. “Llega el 20 de marzo y se lía la marimorena: los clientes empiezan a cancelar pedidos y a dejar de pagar los que ya estaban en curso”, se lamenta, por su parte, Abel Ortiz, consejero delegado de Textil Ortiz.

 

 

 

 

Para salvarse las espaldas, muchos grupos industriales aparcaron la producción de textil y prendas de moda para producir material sanitario, entonces escaso en España, y poder aguantar el golpe. En 2021, cuando parecía que el sector ya salía poco a poco de la crisis llegó otro shock: la rotura de la cadena de suministro y el incremento de los precios de la energía, de la que la industria textil es muy dependiente. “Desde mitad de 2021 nos enfrentamos al problema de la energía, que tiene un impacto muy grande”, explica Ortiz.

 

“Es insostenible”, afirma Mataix, director general de Belda Llorens. “Para los acabadores, que hacen mucho uso de gas, la subida es inasumible, y si los acabadores paran, los confeccionistas y los tejedores también paran, por lo que también afecta a los hiladores”, añade.

 

Producir textiles en España fue en 2021 un 4,8% más caro que en 2020, según el Índice de Precios Industriales (Ipri) publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Se trata de la mayor subida desde 1995. En marzo, el precio medio de la electricidad en España en el mercado mayorista alcanzó los 283,3 euros por megavatio, el dato mensual más elevado desde que hay registros.

 

 

 

 

 

Los precios de las materias primas también se dispararon. “Cuando parecía que el coronavirus iba a dar una tregua, el conflicto en Ucrania ha vuelto a disparar el poliéster, y los fletes, que parecía que se estaban recuperando, también se han catapultado”, añade Pita.

 

Ayer, el algodón cotizaba a 1,40 centavos por libra, mientras que el barril de petróleo costaba 109,3 dólares. El 5 de abril de 2021 el algodón cotizaba a 0,78 centavos por libra y el barril de Brent estaba a 62,1 dólares.

 

Pages Valentí, Hilaturas Ferre y Belda Llorens trabajan con materiales reciclados como el algodón o el poliéster, que también han sufrido el incremento de precios. “En un año, nuestras principales fibras, el algodón reciclado y el poliéster, subieron un 70%”, señala Pita. “El precio se ha casi duplicado”, mantiene Pagés.

 

Los empresarios hablan incluso de desabastecimiento. “Con todo el boom de la sostenibilidad hay más demanda que oferta, pero a un precio poco asumible”, sostiene Mataix. “No hemos llegado a estar desabastecidos, pero se nota escasez en algunas buenas materias como poliéster blanco o algodón reciclado”, añade Pita.

 

 

 

 

Una de las medidas que ha tenido que acometer el sector para asegurar su supervivencia es la subida de precios. “Se ha tenido que traspasar una parte de los precios, no quedaba otra, lo que ha repercutido en el cliente”, sostiene Ortiz. “Veníamos de una época de vender muy barato para ser más competitivos, y ahora hemos tenido que subir precios”, enfatiza Pages.

 

“Tenemos que hacer un ejercicio de adaptación y equilibrio de los precios para que no se nos coman los costes”, asegura Pita. “Pero también hay que cuidar al cliente, subir los precios anualmente es inviable, pero tenemos que llegar a acuerdos intermedios”, añade.

 

La industria también reconoce que ese incremento de los precios afectará al consumidor final, que tampoco vive un momento de bonanza con la inflación al galope. “El problema es que el cliente final no pueda comprar una prenda, porque la gente no está boyante en casa”, reconoce Ortiz. “Habrá un parón en el consumo, lo que hace que la situación sea más delicada aún”, argumenta Mataix. “Una inflación de más del 10% da miedo”, reconoce el directivo.

 

 

 

 

Con el golpe de la pandemia, el incremento de los precios de las materias primas y la rotura de la cadena, las perspectivas de supervivencia de la industria española de la moda se basan en dos aspectos: aprovechar la vuelta a cercanía y el auge de la sostenibilidad.

 

“La moda se está animando a volver a cercanía por los fallos en la cadena de suministro”, reconoce Ortiz. “Estamos viendo una vuelta, aunque es cierto que aquí no existe tanto tejido industrial para acoger todo el volumen de la producción-reconoce Pita-; pero la ventaja es que los operadores se han dado cuenta de que, aunque sea más caro producir aquí, se aseguran el producto, necesitan flexibilidad, y ya no se pueden dar por hecho las mismas cosas que antes”.

 

Sin embargo, Pages se muestra más crítico ante la relocalización: “A ver qué tal evoluciona, porque cuando se recuperen los fletes la vuelta a cercanía se diluirá, aquí sí que existen costes bajos, pero no como en otros hubs”.

 

Mataix también coincide: “hay algo de real en la vuelta a cercanía, pero una parte importante es derivada de la rotura de la supply chain y la inestabilidad política en los principales hubs de aprovisionamiento”.

 

 

 

 

La sostenibilidad también se ha convertido en el salvavidas para el sector, apoyada en la nueva legislación de la Unión Europea. La semana pasada, Bruselas sentó las bases de la reforma circular y sostenible de la industria bajo la Estrategia para el textil, que se engloba en el Green Deal de la Unión Europea.

 

La Comisión Europea fijó este plan con el objetivo de “reforzar la competitividad e innovación del sector, impulsando un mercado de textil sostenible y circular”. Para el textil, el cambio comienza por el diseño, continúa por la minimización de la destrucción de productos textiles devueltos o no vendidos, y también pasa por atajar el problema del greenwashing o la eliminación de los microplásticos, entre otras medidas.

 

“Seguramente afectará la nueva legislación”, reconoce Pages. “Pero si se sigue fabricando una parte en el exterior tendría poco sentido -defiende-; hay que obligar a las empresas a reciclar y vigilar lo que viene de fuera porque sino jugamos con las mismas cartas, perdemos competitividad”.

 

 

 

 

Es cierto que cada vez las marcas quieren conocer mejor el primer eslabón de la cadena, pero los precios influyen muchísimo-argumenta Mataix-; existen unos targets prices que, si no los pasas, al final nadie te compra en volumen”.  

 

Pages asegura que la inversión y la ayuda las administraciones públicas no tendría sentido si no hay garantías de que los grandes operadores no huyan hacia otros polos. “Nosotros estamos preparados, pero sin garantías no podremos hacer nada por que jugaríamos otra vez en desventaja, como llevamos haciendo muchos años”, enfatiza.

 

La Unión Europea está promoviendo estas medidas a través de los fondos Next Generation, aunque la industria todavía se encuentra lejos de captarlos. Algunos empresarios coinciden que hay mucha propaganda, pero todavía no llegan.

 

 “Esto no puede ser como el cuento del lobo y esperar que lleguen los fondos, hay mucho trabajo detrás y nos vendría muy bien a todo el sector”, asegura Ortiz. Mataix, por su parte, sostiene que los fondos “se anuncian a bombo y platillo, pero las primeras ayudas son irrisorias, de 3.000 euros, algo que resulta casi ofensivo”.