Y. Rivoallan: “Francia vive una destrucción sin precedentes, pero la ley puede protegernos”
El presidente de la Fédération Française du Prêt à Porter Féminin denuncia el impacto del ultra fast fashion y confía en la inminente ley, convertida en la lucha de la institución, para frenar la destrucción de puestos de trabajo.


La moda francesa se prepara para una votación clave. El próximo 10 de junio, el Senado francés examinará la llamada ley anti fast fashion, una normativa pionera que propone limitar la publicidad, penalizar la sobreproducción y exigir mayor trazabilidad en el sector. “La moda nunca ha estado tan amenazada”, advierte Yann Rivoallan, presidente de la Fédération Française du Prêt à Porter Féminin (Ffppf) y uno de los defensores más mediáticos de la aplicación de la legislación, que denuncia la destrucción de empleo, el aumento de la contaminación y el colapso del valor percibido del producto textil. Frente a este escenario, Rivoallan defiende que “la ley puede proteger” y reivindica una industria que recupere su papel como red social física, con empleo cualificado, diseño con sentido y normas claras para competir. Formado en la escuela de negocios Escp, Rivoallan conoce bien el sector después de haber desarrollado su carrera entre la moda y el digital: fundó la agencia The Oz y, en 2022, lanzó la escuela de transformación digital Everywhere Anytime.
Pregunta: ¿Qué diagnóstico hace del sector de la moda en Francia actualmente?
Respuesta: La moda nunca ha estado tan amenazada. El avance del fast fashion y, especialmente, el ataque del ultra fast fashion en los últimos cinco años ha sido devastador. Su crecimiento anual ha destruido el valor percibido de la moda. Hoy muchos consumidores creen que un producto textil debe costar tres euros, cuando eso es, sencillamente, insostenible. Es catastrófico y los consumidores deben darse cuenta de que no es posible comprar moda a determinados precios, se ha destruido su valor sublime. No se pueden producir prendas de calidad, pagar salarios dignos ni cumplir con los impuestos a ese precio.
P: ¿Cuáles son las principales consecuencias para el tejido empresarial?
R: En primer lugar, hay una enorme destrucción en el plano ecológico y del medioambiente. En Francia, en los últimos dos años, se ha elevado un 20% la cantidad de prendas disponibles y nuevas, en su mayoría, hechas de plástico y poliéster. El resultado es un aumento de la contaminación vinculado al ultra fast fashion, al mayor nivel de nuestra historia. Hablamos de cientos de millones de nuevas prendas plásticas contaminando cada año, solo en el mercado francés. A escala global, las cifras son descomunales. La segunda gran consecuencia es la destrucción de empleo y empresas. Las compañías deben adaptarse, pero ya no tienen margen para transformarse. El volumen de producción low cost avanza más rápido que su capacidad de cambio. En Francia, se han destruido 13.000 empleos en los dos últimos años. En Europa, las cifras deben ser aún más dramáticas.
“El avance del fast fashion y, especialmente, el ataque del ultra fast fashion en los últimos cinco años ha sido devastador”
P: Francia ha contado históricamente con una red muy densa de marcas, fábricas y regiones productivas y comerciales. ¿Cómo analiza la desaparición de tantas empresas emblemáticas?
R: Es cierto que cada semana se anuncia un cierre, un concurso o una cesión de licencias. Las empresas francesas, y también muchas internacionales, no logran seguir el ritmo. Sin embargo, sí debemos ser optimistas. La ley puede protegernos. Constatamos que marcas líderes como Zara o Mango resisten gracias a su capacidad de innovación y de adaptación. Tienen cualidades operacionales muy importantes. En Francia, Decathlon, Beaumanoir, Intersport, Kiabi o Sézane son marcas de éxito. Pero no hay que engañarse, estas empresas también están amenazadas por el efecto Shein. En su marketplace, venden New Balance un 40% más baratas que en distribuidores franceses porque encuentran mecanismos para no depender de los márgenes que aplican a los productos. No buscan margen sino volumen.
P: ¿Cómo va a proteger la ley en la práctica?
R: Aplicando normas. Si China roba datos, copia diseños, explota a su mano de obra y vende productos de ínfima calidad, es legítimo responder. Estados Unidos ya lo ha hecho. Podemos contestar con medidas similares: limitaciones a la publicidad, penalizaciones medioambientales o requisitos sociales… podemos proteger nuestro mercado.
P: ¿Cuáles son las claves de las medidas concretas de la legislación?
R: Lo primero, prohibir la publicidad. Nadie puede competir con los presupuestos publicitarios de Shein o Temu. Suprimir esa visibilidad injusta es proteger al consumidor de falsas promociones y evitar que las marcas europeas se arruinen intentando mantenerse visibles en Google o Instagram. El segundo punto: establecer normas sobre producto. Primero, limitar la sobreproducción alimentada por la copia de datos y diseños. Segundo, reducir el uso de poliéster y otras fibras plásticas, a través de indicadores como Ecobalyse. Tercero, y a medio plazo, establecer criterios sociales exigentes.
“Suprimir esa visibilidad injusta es proteger al consumidor de falsas promociones y evitar que las marcas europeas se arruinen intentando mantenerse visibles en Google o Instagram”
P: Sin embargo, algunas marcas francesas han mostrado reservas con esta ley o han temido que el resultado pueda penalizarles. ¿Por qué?
R: En general, las marcas apoyan la versión votada por la Asamblea Nacional. Las dudas surgieron con las enmiendas del Senado, especialmente en torno a la prohibición de publicidad, que se consideraba difícil de aplicar a escala europea. Pero se puede hacer. La Comisión Europea ya investiga si hay competencia desleal. Lo importante es que todas las marcas, desde C&A hasta Mango, necesitan normas claras para apostar por más calidad. Porque si todas compiten bajando calidades, el consumidor acaba creyendo que la moda no vale la pena.
P: ¿No es paradójico que, al mismo tiempo, algunas marcas consideren que la ley se queda corta?
R: A medio plazo, necesitaremos más leyes. La segunda mano, por ejemplo, debe ganar peso. El 70% del impacto ambiental se produce en la fabricación. La reparación, la reventa, nuevos modelos como tiendas con cafés o espacios sociales son clave. La moda tiene que recuperar su lugar como red social física. Ahí está su fuerza.
P: ¿La subida de precios para proponer moda responsable y de calidad es inevitable?
R: Sí, pero debe venir acompañada de más diseño, más calidad y más sentido. Y la inteligencia artificial también cambiará todo. Desde el diseño hasta los materiales desde la logística hasta la atención al cliente. Pero debe usarse para mejorar el servicio, no para eliminar empleos.
P: Francia ya vive una crisis de supresión de puestos de trabajo en la industria de la moda. ¿La inteligencia artificial será un aliado o el destructor definitivo?
R: Algunos empleos desaparecerán, como los más mecánicos del servicio al cliente. Pero otros evolucionarán. Si se usa para ofrecer un asesoramiento real, personal y humano, el trabajo gana sentido. El problema no es la inteligencia artificial, sino que no la estemos desarrollando en Europa. Necesitamos herramientas propias y formación empresarial para adaptarnos.
“El problema no es la inteligencia artificial, sino que no la estemos desarrollando en Europa. Necesitamos herramientas propias y formación empresarial para adaptarnos”
P: En el plano del empleo, no de los retos en Francia es la falta de personal para las tiendas. ¿Qué está fallando?
R: Faltan alicientes. Si el personal sólo dobla camisetas, es poco motivador. Pero si conocen al cliente, asesoran, reparan productos y forman parte de una comunidad con propósito, el atractivo aumenta. El lujo aún logra atraer talento, pero el reto está en extender esa aspiración a toda la cadena de valor.
P: El lujo también empieza a sufrir. ¿Es el inicio de un cambio?
R: Sí, y aún no hemos visto lo peor. Las falsificaciones aumentaron un 80% en un año. La protección del made in es vital. Casos como los de Valentino o Dior revelan que incluso en Italia hay riesgo de pérdida de control en la producción. Necesitamos normas para todo: condiciones laborales, trazabilidad, materiales. No se puede ser indulgente con unos y duro con otros.
P: ¿Cree que el consumidor puede cambiar realmente?
R: Claro que sí. Lo vimos con el tabaco o el alcohol. Subidas de precio, campañas informativas... También podemos hacerlo en moda.
P: ¿Las normas y exigencias ambientales llegarán también de forma clara a los eventos del sector?
R: Ese es el objetivo. Como ya sucede en Copenhague, Francia apuesta por criterios claros. Con herramientas como Ecobalyse, se puede exigir más responsabilidad a quienes quieren participar en los grandes eventos del sector.