Entorno

Bangladesh: cara y cruz de la industria de la moda un año después de Rana Plaza

Silvia Riera

23 abr 2014 - 05:00

 

Bangladesh lleva un año acaparando la atención del sector de la moda en todo el mundo. El derrumbe del edificio Rana Plana, en las afueras de la capital del país, Dacca, que costó la vida a 1.135 personas, ha provocado que durante los últimos doce meses gobiernos, grupos de distribución, sindicatos y consumidores de todo el planeta miren hacia esta región asiática. Pero los resultados de las iniciativas y los proyectos que se han impulsado se verán a largo plazo. “Bangladesh no se cambia en dos días”, afirma el responsable del departamento de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de CCOOIsidor Boix.

 

Mañana jueves se cumplirá un año desde que cedió la estructura del edificio de nueve plantas Rana Plaza, que albergaba cinco talleres textiles que producían para marcas como PrimarkMangoEl Corte InglésBon Marché o Joe Fresh, entre otras. No era el primer incidente de estas características que sufría el textil de Bangladesh, pero sí fue el más trágico. De hecho, la catástrofe industrial bengalí es una de las que más víctimas se ha cobrado en toda la historia, tan solo superada por la masiva intoxicación en la planta química de Bophal, en la India, o las devastadoras consecuencias del incendio en la planta nuclear de Chernóbil, en la antigua Unión Soviética.

 

La industria textil de Bangladesh se compone de 6.000 fábricas, pero tan solo 2.000 de ellas trabajan para grupos internacionales. Esta cifra se desprende del compromiso de todas las compañías internacionales que se aprovisionan en el país de facilitar los datos de sus proveedores para que puedan realizarse las inspecciones de seguridad. Un total de 4.000 talleres quedarán fuera de las auditorías que impulsa este organismo transnacional.

 

Doce meses después de la tragedia, la industria textil del país tiene todavía un largo camino por recorrer. La repercusión en las empresas y los trabajadores del país de las iniciativas que se han impulsado a lo largo de este año “está todavía por ver”, señala Boix. Dos de las grandes acciones que se han emprendido han sido el incremento salarial, que el Gobierno del país anunció a finales del año pasado, y la puesta en marcha de inspecciones de seguridad en las fábricas, a raíz de los acuerdos entre los gigantes de la distribución.

 

El dirigente sindical asegura que los obreros del textil de Bangladesh no tienen una percepción clara del aumento salarial del 77%, que propuso el Ejecutivo del país a finales de 2013. Según Boix, el incremento gubernamental, que fijaba el sueldo mínimo en 50,15 euros, no ha llegado a aplicarse a los trabajadores de la confección del país, que ya cobraban de facto una mensualidad de entre 50 euros y 60 euros al mes.

 

Por otro lado, los efectos de las inspecciones de seguridad se verán a muy largo plazo. En el marco del acuerdo que firmaron 150 grupos de distribución de todo el mundo (entre los cuales se encuentran InditexMango y El Corte Inglés), se han contratado a técnicos y se han iniciado inspecciones en fábricas. “Pero modificar la seguridad en los talleres es muy complicado, sobre todo por las propias infraestructuras del país”, afirma Boix.

 

Nadie garantiza que no vuelva a repetirse un nuevo incendio o un nuevo derrumbe. Según explica el representante sindical, las instalaciones del cableado eléctrico de todo el país son defectuosas y no cumplen criterios de seguridad. Las altas temperaturas de la región tampoco ayudan a mitigar el riesgo de incendios, como tampoco contribuye a ello la escasa seguridad en la construcción de los inmuebles. Las mejoras que puedan aportar las auditorías de seguridad se verán a muy largo plazo.

 

El acuerdo alcanzado entre los gigantes de la distribución tiene un plazo de cinco años y todos sus miembros han aportado fondos suficientes a la organización para sufragar las inspecciones. El siguiente paso a dar será la creación de comités en el seno de las empresas para formar a los trabajadores en cuestiones de seguridad. A pesar de la sencillez de la propuesta, Boix considera que su aplicación no será sencilla porque no existe organización sindical en las fábricas para coordinarlo.

 

 

 

Por su parte, varios grupos de distribución estadounidenses (Gap, VF o Wal-Mart, entre otros) se han articulado bajo la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Bangladesh. Este organismo tiene una función similar a la del acuerdo suscrito por 150 multinacionales en Bangladesh y ha iniciado ya las inspecciones de seguridad entre los proveedores de las compañías que lo componen. Por el momento, la alianza se ha comprometido a pagar el salario a los trabajadores que se vean afectados por el cierre temporal de las fábricas que no cumplan con los estándares mínimos de seguridad.

 

Por último, Boix señala la dificultad de hacer llegar indemnizaciones a las víctimas o a los familiares de los fallecidos en el derrumbe del Rana Plaza. Por un lado, el cálculo total del importe es muy difícil de realizar. Por otro lado, es complejo también obtener los recursos suficientes. Y, por último, es misión casi imposible hacer llegar el pago a las personas realmente afectadas, en su mayoría mujeres.

 

La implicación de los grandes grupos de distribución en Bangladesh fue inmediata. El acuerdo suscrito por 150 compañías es inaudito en la historia económica. El país asiático juega una carta determinante en la estrategia de aprovisionamiento de los gigantes de la moda. En Bangladesh, Inditex trabajó en 2012 con un total de 108 proveedores y 177 fabricantes, con una plantilla que asciende a 228.520 empleados. De todos modos, el principal polo productivo del grupo gallego sigue estando en China.

 

Mango por su parte, concentra su producción en China y Turquía. Bangladesh tan sólo representa el 5,8% del aprovisionamiento de la empresa catalana. H&M, en cambio, sitúa en el sudeste asiático el 32% de sus compras. Mientras, VF anunció en marzo que incrementaba su apuesta en Bangladesh comprometiéndose a invertir cinco millones de euros en mejoras para el sector.