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Próxima parada, sostenibilidad: el difícil camino hacia un futuro incierto

El consenso del sector es que la moda se encuentra en una transformación profunda, pero resulta difícil de medir y tiene escollos tecnológicos y operativos sustanciales.

C. De Angelis

28 jun 2021 - 05:00

Próxima parada, sostenibilidad: el difícil camino hacia un futuro incierto

 

 


Pocos asuntos en el negocio de la moda han despertado un mayor consenso que la sostenibilidad. En los últimos años, grandes y pequeños, lujo y gran distribución, han incluido en sus discursos públicos expresiones como minimizar el impacto o avanzar en circularidad y han puesto nombre y apellidos a las materias primas y sus proveedores.

Pero, ¿cómo se define la sostenibilidad? ¿En qué fase está la moda en esta transformación? ¿Cuáles son los impulsores y los frenos para encarar el cambio? En este Insight Sostenibilidad: claves de la gran transformación, patrocinado por Ecolife by Belda Lloréns, repasamos todas las claves del gran fenómeno de la moda.

 

El producto en el centro. La tienda en el centro. El cliente en el centro. La industria de la moda ha modificado a lo largo de las décadas el enfoque de su negocio, con una cadena de valor basada inicialmente en el producto y que, con el tiempo, se ha ido desplazando: primero al punto de venta, que ha dictado los tiempos y modelos del sector de la moda en los últimos cuarenta años, y después al cliente, más empoderado que nunca gracias a la eclosión de Internet y el smartphone. Ahora, la moda vuelve al punto de partida: la sostenibilidad está llevando el foco de la moda de nuevo al producto y, sobre todo, su impacto.

 

Aunque el consenso del mercado es claro (prácticamente no es posible dar con un empresario o directivo del sector en España que diga en privado que esto de la sostenibilidad no va en serio, como sí ocurría hace algunos años), dos movimientos de los últimos años de los gigantes del sector que ponen de relieve la importancia que tiene este proceso para los grandes jugadores.

 

Por un lado, H&M eligió como consejera delegada para sustituir a Karl-Johan Persson a Helena Helmersson, hasta entonces directora de operaciones y anteriormente responsable de sostenibilidad del gigante sueco. Por otro, Inditex ha aumentado el peso de la sostenibilidad en su plan de incentivos para sus directivos, en detrimento de los objetivos de desempeño bursátil, por ejemplo. El mensaje es claro: la sostenibilidad enfoca las decisiones de los gigantes de la moda.

 

Si el objetivo está claro, la pregunta se traslada ahora al cómo. Conseguir materiales y procesos más sostenibles, introducir el reciclaje en el sistema y en general reducir el impacto ambiental de la moda, un sector con una de las cadenas de valor más globalizadas, requiere de una transformación que en términos históricos acaba de comenzar y que, sobre todo, no se tiene claro a dónde tiene que llevar.

 

Las estrategias son diversas y, sobre todo, las formas de medir la sostenibilidad cambian prácticamente de empresa a empresa: unas quieren contaminar menos el agua, otras reducir las emisiones en CO2 y otra aportar trazabilidad sobre unas cadenas de suministro apalancadas en el Tercer Mundo. Ante la complejidad de lo que significa sostenible, el consumidor no sabe mucho y está desorientado, aunque dice que todo esto le preocupa.

 

 

 

 

David Alló, responsable de sostenibilidad de la Confederación de la Industria Textil (Texfor), destaca la “falta información cuantitativa y muchas veces cualitativa como consumidores y gestores”. “Para poder avanzar será importante encorsetar la definición de sostenibilidad para el sector textil desde la UE y tener metodologías de medición que permiten la comparabilidad entre productos”, añade. Simplemente, cuando se habla de sostenibilidad a menudo se está hablando de cosas diferentes.

 

Sí queda claro que, para conseguir avances reales, esta gran metamorfosis del sector requiere de enormes inversiones en investigación y tecnología, cambios radicales en las estructuras productivas y un nuevo enfoque cultural en empresas en el que la economía del menor impacto pondere tanto como la economía del mayor margen.

 

El mayor avance se ha producido precisamente de puertas para adentro, en la gobernanza de las empresas, aunque la transición debe ser profunda. Cecilia Dall Acqua, senior manager en Deloitte especializada en sostenibilidad, apunta que “la definición del propósito corporativo de una empresa sitúa la sostenibilidad en lo más alto de las empresas e impulsa su integración efectiva en la toma de decisión, cultura y gestión diaria”. “La sostenibilidad debe estar de forma transversal a todo el organigrama”, agrega.

 

 

 

 

“La situación ideal es hacer desaparecer la sostenibilidad del organigrama para integrarla, con objetivos, en diferentes departamentos y con una división aséptica de responsabilidades en puntos críticos de la organización”, precisa Alló. “En este caso, la sostenibilidad se situaría al nivel de asuntos jurídicos y cuenta de resultados”, señala.

 

Los instrumentos de las empresas para introducir la sostenibilidad en el core de sus decisiones y su estrategia tampoco son homogéneos, pero una indicación clara de que la apuesta es firme es que el 82% de las grandes compañías globales del sector han aprobado formalmente, a través de su consejo de administración (el máximo órgano de gobierno), una política en materia de sostenibilidad, tal y como revela el informe Shaking Sustainbility, impulsado por EY y Modaes.es.

 

Pablo Bascones, socio de PwC, dice en este sentido que, aunque “no existe un modelo único, la sostenibilidad debería estar representada en los máximos órganos de gobierno, ya que en los negocios influyen condicionantes financieros y no financieros”.

 

“En el consejo de administración debería al menos haber un consejero con experiencia y formación en la materia, y todos los consejeros tendrían que tener una formación mínima en la materia, integrando la sostenibilidad en el perfil de todos los componentes del consejo, de la misma forma que ocurre con otras materias como la financiera”, prosigue, para señalar que en el management debería ocurrir algo parecido.

 

 

 

Incógnitas

La primera gran incógnita está en si esta transformación holística de la moda dejará un sector de mucho menos volumen y también menos rápido, como apuntan algunas empresas y expertos, o por el contrario se mantendrá como un sector de gran velocidad, dinamismo y volumen, pero con el ingrediente sostenible.

 

Y la segunda está en cuánto tiempo llevará este cambio de modelo del que no duda prácticamente nadie en el sector: cuánto se tardará en superar los cuellos de botella para lograr una moda más sostenible y cuánto apretarán drivers como el consumidor o, sobre todo, el legislador.

 

 

 

 

Para el ejecutivo de PwC, la moda “se encuentra en línea con otros sectores” en materia de sostenibilidad, pero advierte que “la cuestión es si es un sector que requiere realizar un esfuerzo más relevante que otros”. “Tengamos en cuenta que la industria textil ha multiplicado por dos su producción en los últimos años y es una de las industrias más intensivas en emisiones de gases de efecto invernadero”, subraya.

 

Dall Acqua apunta por su parte que, “pese a que la necesidad de promover un cambio hacia modelos más sostenibles lleva tiempo en la hoja de ruta del sector, las particularidades de su cadena de valor han ralentizado la implementación de medidas y compromisos que alineen los intereses de todos los agentes involucrados en las diferentes etapas productivas”.

 

El principal problema de la transición hacia un modelo más sostenible radica en que la hoja de ruta no está marcada: aunque abundan certificaciones de todo tipo, cada operador establece sus propios criterios, modelos de cálculo y sistemas de seguimiento para conocer cuánto más sostenible es hoy respecto a ayer.

 

Otro de los cuellos de botella está en la falta de visibilidad. Por muy limitadas que estén las cadenas de subcontratación entre proveedores (restringidas por la mayoría de códigos de conducta de las compañías), los expertos apuntan a que es imposible medir el impacto cuando no se conoce el origen de las fibras, los hilos y los tejidos de la mayor parte de las prendas que se fabrican.

 

Según recoge Shaking Sustainability, el 42% de las principales empresas internacionales del sector de la moda reconoce no tener visibilidad sobre el impacto ambiental en el Tier 3, es decir, aquellas empresas que suministran a las compañías que a su vez sirven a los proveedores de la moda. Aquellas que miden este impacto lo hacen, por lo general, con modelos estimativos.

 

 

El segundo cuello de botella es tecnológico y económico, sobre todo en términos de reciclaje, en lo que la nueva legislación va a poner el foco. Según la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), en 2018 la tasa de reciclaje de los desechos textiles se situó en el 14,7% de las toneladas de prendas generadas ese mismo año, con 2,5 millones de toneladas recicladas.

 

En 1960, sólo se reciclaron el 2,8% de los 1,76 millones de toneladas generadas, tomando como referencia los datos de ventas de la American Apparel and Footwear Association, y la tasa fue escalando hasta la entrada en el siglo XXI. Sin embargo, el avance en las últimas décadas es pobre o más bien regresivo: en el año 2000 se reciclaron el 13,9% de las toneladas generadas por el sistema moda en el gigante norteamericano, en 2005 se escaló al 15,9% y, desde entonces, la tasa ha sido decreciente.

 

El mayor volumen de textiles reciclados se dio en 2017, cuando el sector recicló 2,57 millones de toneladas, un 40,4% más que en 2005, pero en 2018 el volumen descendió a 2,51 millones de toneladas. Ese mismo año, 3,22 millones de toneladas de desechos textiles fueron incineradas y 11,3 millones de toneladas llegaron a los vertederos, un 49,3% más que en 2005.

 

A pesar de que proliferan y crecen las empresas dedicadas al reciclaje de textiles, uno de los frenos para esta clave de la economía circular está en la composición de las prendas. Según un informe de The Renewal Workshop, la gran barrera para el reciclaje de tejidos está en que no están concebidos para su vida posterior. El 53% de los tejidos estudiados están fabricados con mezcla de materiales y otro 11% es de composición desconocida.

 

Donde sí existen importantes avances es en el impulso de materiales más sostenibles, aunque tampoco está falto de problemas. Algodón orgánico, poliéster reciclado, fibras de base biológica o fibras celulósicas son las más utilizadas a día de hoy por parte de las empresas, pero el sector ansía de nuevas fibras que aporten los atributos de los materiales tradicionales (no sostenibles) a las prendas.

 

 

 

En términos de emisiones a la atmósfera, al terreno y a los ríos, las compañías han realizado avances en materia de contaminación del agua, pero las redes globales de aprovisionamiento hacen que las emisiones vinculadas al transporte tengan difícil solución. Un artículo publicado por Nature Reviews en abril de 2020 bajo el elocuente título El precio medioambiental del fast fashion sitúa en más de 92 millones de toneladas de desechos por año y 79 billones de libros de agua consumidor. El sector utiliza más de 15.000 productos químicos durante el proceso de fabricación y su huella de carbono equivale al 10% de las emisiones mundiales, según el estudio.

 

El gran problema, relata, es que la producción (y un transporte globalizado) aumenta, por lo que este impacto irá a más: la producción mundial de textiles per capita ha pasado de 5,9 kilogramos a 13 kilogramos por año entre 1975 y 2018, y el consumo mundial ha llegado a 62 millones de toneladas de productos textiles por año. Según los autores del artículo, impulsado por investigadores de Finlandia, Suecia, Reino Unido, Estados Unidos y Australia, esta producción llegará a 102 toneladas en 2030.

 

“Independientemente del número de unidades que se vendan en el mercado -señala la experta de Deloitte-, ya que dicha variable vendrá determinada por la estabilización del comportamiento de los patrones de consumo, no cabe duda de que la apuesta pasa por que todos los productos han de ser más sostenibles”.

 

 

Impulsores

Si por un lado es fácil identificar los frenos, escollos y retos de la moda sostenible, no es igual de sencillo dar con los impulsores. Por ejemplo, la sostenibilidad ha dejado en buena medida de ser un rasgo diferencial en la comunicación de sólo algunas empresas de moda para pasar a ser un mantra repetido en cualquier campaña de márketing de empresas de todos los segmentos, desde el lujo al low cost. Es decir, no hay precisamente una oportunidad de mercado más allá de aquellas empresas nativas de la sostenibilidad o las que mejor han sabido comunicarlo.

 

Atendiendo a esta realidad y a la distribución de las ventas por operadores, el consumidor tampoco parece ser, en la práctica, un driver actual para la promoción de la sostenibilidad, aunque es muy probable que lo sea de forma creciente en el futuro.

 

De esta forma, el único gran conductor de la sostenibilidad y el que marcará la hoja de ruta en el futuro inmediato será la legislación, que es el único elemento que, según varias fuentes del sector, marca estándares universales y metas comunes para la industria de la moda. Europa ha tomado en este sentido la delantera y la moda española está a punto de notar el impacto de la nueva legislación: prohibición de los plásticos de un solo uso, prohibición de la incineración y puesta en marcha de mecanismos para el reciclaje de prendas (pese a sus dificultades) son los ejes que marca la normativa que, de verdad, según los expertos y ejecutivos, va a transformar la moda.