Joan Canals, la incansable ‘vieja guardia’ del textil español
24 ene 2014 - 04:55
Joan Canals es probablemente uno de los empresarios más influyentes de la moda en España. Forma parte de la vieja guardia de dirigentes patronales de un sector arraigado en la historia económica española y es uno de los pocos que se mantiene en activo tras haber vivido los momentos más duros de la industria en estos treinta años.
Desde la Agrupación Española del Género de Punto (Aegp), Canals protagoniza junto a Ángel Asensio, presidente Fedecon (la patronal de la confección), un pulso con el Consejo Intertextil Español (CIE), que podría llevar a su disolución. La negociación del último convenio sectorial, que se firmó el pasado junio, puso de relieve las diferencias que existen entre los dos pilares de la cadena de valor de la industria de la moda, hasta tal punto que Aegp y Fedecon estudian la posibilidad de elaborar su propio convenio al margen del resto de asociaciones empresariales que componen el CIE.
Empresario por accidente, Joan Canals es ante todo un personaje político. Su faceta institucional tiene tanto peso, o incluso más, que su vertiente empresarial. Hombre de patronal, Canals ha estado vinculado a Fomento del Trabajo, la CEOE y a la Cámara de Comercio de Barcelona, ha presidido el CIE durante cinco años y ha sido consejero en la patronal europea del textil (Euratex) durante siete más. El directivo preside la Aegp desde 1995 y forma parte de su junta directiva desde 1985. Ningún presidente de ninguna de las asociaciones empresariales que forman el CIE ha ocupado durante tanto tiempo el cargo, a consecuencia sobre todo del duro azote de la deslocalización de la última década, del que no se salvaron ni los gigantes de la industria.
Negociador táctico, de los que sabe desarrollar bien la estrategia, Canals ha tensado la cuerda en varias ocasiones con la patronal que estructura a todo el sector del textil y de la confección en España. El empresario es hombre de extremos. Por un lado, es reflexivo y comedido; pero por otro lado, personas que le conocen bien aseguran que activa una reacción pasional que, en ocasiones, le lleva a perder los papeles. En 2005, también en plena negociación por el convenio sectorial, Canals abandonó el CIE. Aquel desengaño duró cuatro meses y concluyó con la petición formal del entonces presidente de la patronal, Adrià Serra, para que la Aegp regresase. Según personas que le conocen, es hombre de gran amor propio y fuerte orgullo. Durante la negociación para su retorno al CIE, el empresario se hizo con el cargo de vicepresidente de la patronal.
La relación entre el punto y la confección atraviesa en la actualidad por un momento dulce. Ambas organizaciones han creado la Confederación Española de la Moda más allá del CIE. Con Asensio, Canals parece entenderse mucho mejor que con su predecesor en Fedecon, Pablo García, con el que mantenía fuertes discrepancias sobre las líneas de actuación del sector.
Joan Canals aterrizó en el género de punto de mano de los Jover, una de las familias clave de la historia del textil catalán. Los Jover acudieron a Canals para que tomara el timón de Pulligan, una compañía cuyos orígenes se remontan a 1885. Los industriales catalanes optaron por el directivo para profesionalizar la gestión de la empresa familiar y poder esquivar así la primera gran crisis que vivió el textil en España, con el cambio de régimen político y el fin de una era de proteccionismo económico.
Licenciado en Económicas y Derecho, Canals ha sido profesor mercantil, auditor y analista financiero. Macroeconomista brillante, una de sus principales virtudes es su capacidad de interpretar los indicadores y de responder ante ellos con anticipación aseguran personas allegadas a él. Fue Joan Canals quien estuvo al frente del CIE con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y quien alertó de manera incansable a los empresarios textiles de las nefastas consecuencias que este hecho traería en 2005 con la liberalización del comercio textil prevista en el Acuerdo Multifibras firmado treinta años atrás.
Canals llegó a Pulligan procedente del departamento financiero de la constructora Fomento de Obras y Construcción (uno de los pilares de FCC). En 1985, un siglo después de que Isidro Jover pusiera en marcha la empresa como fábrica de calcetines, Pulligan suspendió pagos y los Jover pasaron el testigo a Joan Canals, que se hizo con el control de la compañía. Al frente del grupo, el nuevo presidente y principal accionista modernizó la planta de Canet de Mar (Barcelona) para impulsar una fuerte reconversión del negocio para afrontar la entrada de España en la CEE y potenciar las exportaciones. A mediados de los ochenta, Pulligan sumaba más de un millar de trabajadores.
Viéndolas venir, el directivo actuó en consecuencia en su propia empresa. Puso a la venta la fábrica histórica de Canet de Mar para abrir otras dos, una en la misma localidad y otra en Tánger (Marruecos). No debió ser una decisión fácil, ya que se trataba de una fábrica modernista, construida por Puig y Cadafalch en 1899 y que la familia Jover compró en los sesenta.
Viajero incansable, hombre curioso y observador, Canals fue capaz de prever el futuro del textil en España, de dar soluciones a las nuevas reglas de juego del comercio textil que trajo el nuevo siglo y de aplicarlas en su propia casa. A pesar de ello, en plena reestructuración de Pulligan para ajustarse al nuevo entorno, el empresario se pilló los dedos en una operación inmobiliaria, que, junto al descenso de las ventas, fue el otro gran detonante que llevó a la empresa al cierre.
Persona poliédrica, mejor como amigo que como enemigo, Canals cargó ante los medios contra las entidades financieras con las que negociaba la salida del concurso de acreedores de Pulligan. Con una deuda de veinte millones de euros, la compañía no encontró un plan de viabilidad que garantizara el retorno del crédito a la banca acreedora.
Canals vendió la fábrica de los Jover por 16 millones de euros a dos promotoras inmobiliarias con el visto bueno inicial (después se retractó) del Ayuntamiento de Canet de Mar para recalificar el céntrico solar para construir pisos. Una de las constructoras a las que vendió el edificio histórico quebró sin llegar a abonar la cantidad pactada a la compañía textil, que no pudo terminar las obras de una nueva nave en las afueras de la ciudad.
Hoy, la estructura de aquella fábrica modernista languidece en un profundo deterioro que no deja de ser símbolo del fin del capítulo que escribió la industria textil en la historia económica del país. Por el contrario, Canals continúa su aventura al frente de la patronal del género de punto defendiendo a capa y espada una nueva industria global, moderna y competitiva, capaz de liderar el negocio de la moda con marca y diseño. El directivo se mantiene en la primera línea de un sector que se ajusta al nuevo entorno a trompicones y a la fuerza, y sigue, treinta años después, con fuerza e influencia para continuar marcando el ritmo con el que sentar las bases del futuro de la industria superviviente.