Beaumanoir, el imperio bretón que hace negocio con los restos del ‘prêt-à-porter’ francés
Con estilo prudente y perfil bajo, rasgos que comparte con Inditex, el grupo de distribución teje desde Bretaña un imperio de compras oportunistas y gestión austera. La empresa se afianza mientras la moda francesa se hunde.


Roland Beaumanoir habla poco en público y, cuando lo hace, casi siempre es a la prensa local. El empresario bretón, que concede sus raras entrevistas al diario Ouest-France, prefiere dejar que el balance hable por él. Mientras que los grandes grupos del sector están en París, el modelo Beaumanoir crece con la brisa de la costa noroeste y piensa en el largo plazo, tal y como suele repetir su fundador en los foros empresariales de la región. Su imperio, con sede en un polígono de Saint-Malo, recuerda inevitablemente al modelo gallego de Inditex y su cuartel de Arteixo (A Coruña). El negocio, aunque no con el mismo éxito internacional, se asienta en un hólding provincial, hermético y familiar que ha aprendido a colonizar las periferias del mapa empresarial.
En 1985, Roland y Jocelyne Beaumanoir abrieron la primera tienda Cache-Cache en el centro comercial La Madeleine de Saint-Malo. Aquel local, pensado para una “joven de provincias que entra en la vida activa y quiere pagar el precio just”, marcó el inicio de un crecimiento a golpe de franquicia en ciudades medias, un territorio descuidado por las cadenas parisinas.
El éxito, sin embargo, no tardó en tropezar con su primera crisis. En 1995, una década después de su fundación, la sociedad rozó la quiebra por los impagos de un franquiciado, pero el apoyo de bancos y proveedores evitó el naufragio. La lección reforzó la prudencia del clan y fijó dos mantras que aún definen al grupo: evitar el exceso de deuda y mimar la caja. Roland Beaumanoir fue labrando así su reputación de empresario alejado de los grandes excesos e inversiones, un pragmatismo sin brillos ni espectáculo que mira con celo los presupuestos y para el que los euros se cuentan como pequeños garbanzos.
Tras esa primera sacudida llegaron también las primeras compras. Bréal, en 2003, y Scottage, en 2005, engrosaron el porfolio, mientras un pequeño centro logístico en la costa se convirtió en embrión de C-Log, la división capaz hoy de despachar 300.000 prendas diarias para Beaumanoir y para terceros. La logística, gestionada desde Bretaña (una zona recóndita en el mapa del territorio hexagonal y alejada de la capital) y apalancada en salarios más bajos que en Île-de-France, se convirtió en la verdadera ventaja competitiva del hólding.
Beaumanoir evolucionó de la boutique de barrio al ‘denim’ global
En 2006 el grupo lanzó Bonobo, su gran apuesta vaquera. Dos años después abrió la tienda número cien de Cache-Cache en China, y en 2009 compró la enseña Morgan, un icono del chic noventero, consolidándose como actor nacional. Mientras la mayoría de marcas francesas buscaban la parisina rue de Rivoli, los bretones tomaban posiciones en Shanghái y Wenzhou.
Aquel salto también disparó los números. En 2011, el grupo superó por primera vez los 1.000 millones de euros en ventas y reordenó sus filiales en estructuras autónomas. El músculo de C-Log, con un hub propio en Shanghái y ocho almacenes en Francia, permitía crecer sin grandes inversiones en back-office.
Pero la globalización tenía letra pequeña. Tras la pandemia, China dejó de ser una autopista de doble dígito y, a finales de 2020, Beaumanoir vendió la mayoría de sus 550 tiendas Cache-Cache al hólding Zhongke, concentrándose de nuevo en Europa y reforzando la caja para futuras compras.
En paralelo, el grupo inauguraba Vib’s, un concepto multimarca que reúne Cache-Cache, Bonobo y Bréal en un mismo local: una plantilla única y tres cajas de marca, en un modelo principalmente extendido lejos de los focos de París. El concepto nació en Saint-Malo en 2016 y hoy suma 182 puntos de venta, casi todos en la periferia de hipermercados, perfecto para reciclar locales de cadenas quebradas.
El concepto Vib’s supuso la reinvención del grupo Beaumanoir al multiformato
Vib’s fue más que un formato, una iniciativa fruto de laboratorio logístico y de márketing. Con él, Beaumanoir testeó click&collect, devoluciones centralizadas y un surtido calibrado marca a marca. El éxito silencioso animó la reconversión de tiendas en ciudades de menos de 50.000 habitantes, donde la renta disponible baila menos al son de la moda rápida.
Mientras las fachadas cambiaban en provincia, París asistía a la lenta implosión de Vivarte y su constelación de enseñas. El ocaso del antiguo gigante que controló cadenas de renombre como André, Naf Naf o Kookai dejó, hace tan solo unos años, un reguero de oportunidades que Roland Beaumanoir decidió explorar con paciencia de pescador bretón.
El primer gran botín llegó en julio de 2020. El tribunal mercantil repartió los 820 locales de La Halle y Beaumanoir se quedó con 366 tiendas y 2.520 empleados, convirtiendo parte de ellas en Vib’s y manteniendo el resto bajo la marca histórica para no dilapidar su penetración.
Ese mismo ejercicio el grupo facturó 790 millones de euros, confirmando su caída al registrar la mitad de ventas que cinco años antes. La tendencia reflejó entonces del repliegue chino, pero la operación La Halle probó que el modelo de “comprar barato, integrar deprisa y esperar” podía disparar el tamaño sin levantar capital nuevo.
Un especialista en compras oportunistas en plena tormenta
En octubre de 2021, llegó la adquisición de Caroll, otra exVivarte, con 480 tiendas y posición premium en centros urbanos. Un año después, Beaumanoir sumó el pure player especialista del calzado Sarenza a su cartera, reforzando la pata digital y asegurando un espacio capaz de absorber futuros proyectos.
Para financiar la ráfaga de compras, la familia recurrió a deuda bancaria y al flujo de una C-Log que ya facturaba la mitad abasteciendo a terceros. A diferencia de otros grupos, nunca planteó una salida a Bolsa ni abrió su capital a fondos. La discreción es parte del blindaje familiar.
La estrategia Beaumanoir no estuvo exenta de despertar críticas. Los sindicatos denunciaron un “efecto cuervo” que sobrevuela concursos para picotear lo salvable y desechar lo caro o lo deseable para los empleados. Los defensores ven justo lo contrario: un respirador que evita cierres masivos y mantiene empleo en las provincias. Roland se limita a sonreír cuando le preguntan. La respuesta está escondida en Saint-Malo, no en París.
En todo caso, los números respaldaban la táctica: 2.000 millones de euros de ventas en 2022 y más de 12.000 empleados, el doble de factura que en plena pandemia. La caja volvía a estar lista para la siguiente presa.
Surf, adolescencia y futuro de un grupo tradicional
En junio de 2024, Beaumanoir firmó con Authentic Brands Group la explotación durante quince años de Quiksilver, Billabong, Roxy y DC Shoes en Europa Occidental. El acuerdo supuso el recorte neto de 120 empleos en el histórico cuartel de Boardriders en Saint-Jean-de-Luz, en el País Vasco francés, pero abrió la puerta a un negocio de surfwear valorado en 500 millones anuales en el Viejo Continente.
La integración fue quirúrgica: diseño y sourcing siguieron bajo Beaumanoir mientras C-Log absorbía la distribución. En menos de seis meses, los primeros corners Quiksilver aterrizaban en tiendas Vib’s y La Halle, aunque la imagen de la marca en territorio galo comenzó a deteriorarse. Ya no inspiraba cultura surfera cool y nicho, sino productos de provincias que cualquiera podría encontrar en un supermercado o una gran superficie. Ya no era necesario subirse a una tabla en Biarritz para sentir el agua salada, bastaba con ir al centro comercial para hacerse con una camiseta con logo.
Este mismo año, otro expediente cayó en bandeja. Jennyfer, la gran cadena adolescente por excelencia entró en liquidación. El resultado que la salvó de la total desaparición no fue otro que el reparto entre Beaumanoir, que se hizo con el nombre de marca y la explotación de 26 tiendas, y Celio, que asumió la gestión de 30 puntos de venta. Los bretones se quedaron con 350 empleados y un ticket de entrada en el segmento teen, casi desierto en Francia tras la caída de la también histórica Pimkie.
Hoy, con más de 2.300 millones de euros de ventas en 2023 y 15.000 trabajadores, el grupo opera 445 tiendas Cache-Cache, 378 Bonobo, 333 Bréal, 174 Morgan, 240 Vib’s, además de los nuevos polos de Boardriders y Jennyfer. Los datos confirman un tamaño ya comparable al del desaparecido Vivarte, conseguido sin rondas ni titulares.
El método Beaumanoir: discreción, provincia y largo plazo
¿Qué explica el ascenso de este Inditex bretón? Primero, la geografía. Agarrado a Saint-Malo, el grupo se beneficia de un coste operativo inferior, una cultura logística arraigada en la tradición portuaria y una identidad regional que fideliza talento. Segundo, la caja: evitar grandes inversiones iniciales y dejar que cada marca se autofinancie fuerza la disciplina y reduce la exposición a ciclos.
Tercero, la coyuntura: el colapso de Vivarte y el desenganche progresivo de la familia Mulliez del prêt-à-porter, con la venta de Pimkie y la liquidación de Camaïeu, han vaciado el tablero de competidores nacionales, dejando a Beaumanoir como comprador de último recurso.
Pero el factor diferencial es, quizá, la cultura low-profile del clan. El 99% del capital sigue en manos familiares y la obsesión por el largo plazo impide jugar la carta del capital privado. Para una industria acostumbrada a la efervescencia de París, ese silencio es tan desconcertante como eficaz.
El futuro inmediato girará en torno a tres retos: reactivar Boardriders en un mercado saturado de athleisure, lograr que Jennyfer seduzca a la Generación Z en plena competición con Shein y escalar Vib’s fuera de Francia sin canibalizar las marcas madre. Todo ello con inflación al alza, la moda francesa de gama media en plena amenaza de extinción, la desaparición del multimarca y la amenaza de la competencia extranjera.
Si lo consiguen, Saint-Malo habrá demostrado, como también hizo Arteixo, que no hace falta la Avenue Montaigne para mandar en la moda europea. Roland volverá a los tribunales mercantiles en busca de la siguiente ganga textil cuando la oportunidad vuelva a surgir. El cuervo bretón levanta el vuelo siempre que huele sangre y, hasta ahora, cada picotazo le ha resultado interesante.