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Arnault vs Pinault: la lucha de los emperadores del lujo

Sarah García

20 feb 2014 - 04:55

Bernard Arnault y François Pinault son los propietarios de dos de los mayores grupos de lujo del mundo. Ambos empresarios lideran compañías multimillonarias, tienen una cartera de marcas envidiada por el resto de la industria y cuentan con una segunda generación familiar que ya está involucrada en la empresa. Esas similitudes, que se producen incluso en el final de sus respectivos apellidos, no han hecho sino convertirles en los perfectos protagonistas de un thriller industrial, una lucha de titanes entre el heredero del lujo (Arnault) y el empresario que pasó de la distribución al segmento más premium (Pinault). La historia de un recién llegado (Pinault) que decidió retar a Arnault en su propio terreno y que ahora la televisión francesa llevará a la pequeña pantalla en forma de documental.

 

Bernard Arnault, el heredero que cambió el rumbo de la empresa familiar

Bernard Arnault, que se licenció en Ingeniería en 1971, se unió tras sus estudios a la empresa familiar, especializada entonces en proyectos de ingeniería civil. En 1976, Arnault convenció a su padre para liquidar la división de construcción de la empresa por 40 millones de francos y cambió el core business de la compañía a la inversión inmobiliaria.

 

En 1984, con la ayuda de Antoine Bernheim, Arnault se hizo con el control de Financière Agache y se convirtió en consejero delegado de la empresa. Poco después, el empresario adquirió la textil Boussac (propietaria a su vez de Dior, los grandes almacenes Le Bon Marché, Conforama y la industrial Peaudouce), que estaba en una complicada situación financiera.

 

Arnault vendió todos los activos de Boussac excepto Dior y Le Bon Marché. Ahí es donde comenzó su trayectoria en el negocio mundial del lujo, que se completó en 1987, cuando se incorporó a LVMH y consiguió imponerse a Henri Racamier (entonces máximo responsable de Louis Vuitton) y Alain Chevalier (al frente de la división de vinos y licores de LVMH), que discrepaban sobre el futuro de la compañía.

 

Pinault, el recién llegado que da la sorpresa

François Pinault, por su parte, no terminó el instituto y empezó su trayectoria empresarial en el sector del procesamiento de la madera, el comercio y la distribución. A finales de los ochenta, Pinault decidió diversificar la actividad del grupo que había creado con la adquisición de la empresa especializada en distribución de productos eléctricos CFAO, que prosiguió en 1991 con la incorporación del primer activo de retail del grupo: Conforama, que compró a LVMH.

 

Al ver el potencial de su división de distribución, el empresario inició un proceso de desinversiones de su negocio inicial y con la transformación progresiva de PPR en un grupo centrado en distribución. Este enfoque empezó a variar en los noventa, cuando comenzó el conflicto entre Arnault y Pinault.

 

1990: empieza el conflicto

Pese a no haber compartido nunca una amistad, Bernard Arnault y François Pinault tenían una relación cordial, que incluía invitaciones a eventos sociales. No obstante, esa relación cambió en marzo 1999, cuando Gucci le pidió al grupo liderado por Pinault, entonces denominado PPR, que se hiciera con una participación mayoritaria de la firma para luchar contra el intento de LVMH de hacerse con ella.

 

Esta operación fue el detonante de la batalla entre los dos hombres más ricos de Francia por hacerse con el control de una de las firmas de moda internacionales más cotizadas. Pinault se hizo con el control del 41% y LVMH vio como la entrada de PPR en el accionariado de Gucci diluyó su participación del 34% al 20%.

 

A la lucha por Gucci se sumó, ese mismo año, la compra de Yves Saint Laurent por parte de PPR. La firma francesa era una de las que LVMH llevaba tiempo intentando sumar a su cartera de marcas.

 

Las hostilidades entre ambos, que incluyeron demandas judiciales en múltiples tribunales, finalizaron en septiembre de 2001, cuando Arnault se rindió y accedió a desprenderse de su participación en Gucci, que fue adquirida por PPR.

 

Tras enterrar el hacha de guerra por Gucci, comenzó otro tipo de batalla entre los dos empresarios franceses: la de las adquisiciones. Pinault compró la firma de joyería Boucheron, la firma de moda Balenciaga, la enseña de accesorios y marroquinería Bottega Veneta y la marca de calzado Sergio Rossi. Por su parte, Arnault se hizo con el control de las italianas Pucci y Fendi y las firmas de relojería Tag Heuer, Chaumet y Zenit.

 

Durante todo este proceso, los dos empresarios condenaron los altos precios por los que adquiría el otro las empresas y elevaron su lucha hasta el punto de que los principales actores del sector se vieron casi en la obligación de decidir de qué lado estaban.

 

Tras acelerar el ritmo de sus adquisiciones, en PPR se llevó a cabo un importante cambio: el nombramiento de François-Henri Pinault, hijo del fundador, como presidente del grupo. El relevo generacional se puso en marcha, pero la disputa entre los líderes del lujo no bajó de tono y se extendió más allá, hasta llegar al terreno del arte.

 

Pinault, que se hizo con el control de la casa de subastas Christie’s en 1998, es uno de los mayores coleccionistas de arte contemporáneo del mundo. Arnault, por su parte, es propietario desde 2000 de una de las casas de subastas rivales de Christie’s, Tajan. Amante del arte más clásico, el empresario inició a principios de los 2000 una agresiva estrategia de compra de obras de arte contemporáneo, que incluyen piezas de Rothko, Warhol y Basquiat.

 

Retirado de la gestión diaria de PPR, ahora renombrado Kering, François Pinault vive desde la barrera un conflicto que lleva activo más de dos décadas y que enfrenta en cada activo a la venta, en cada local comercial disponible, y también en cada cuadro, a dos de los empresarios más importantes del negocio de la moda a nivel mundial, que controlan no sólo el grueso de firmas de lujo de la industria, sino también, poco a poco, a sus proveedores.

 

Sólo el futuro dirá si la batalla entre François Pinault y Bernard Arnault finaliza con el cambio de generación, que se completará cuando el responsable de LVMH coloque a uno de sus dos hijos al frente del que hoy es el mayor grupo de lujo del mundo.