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Aristide Boucicaut: el inventor de los grandes almacenes

Iria P. Gestal

9 jul 2015 - 04:40

Pequeñas o grandes innovaciones que han cambiado el devenir de la industria de la moda. Desde transformar una sencilla pieza de caucho en un marca a crear un complejo sistema logístico y de aprovisionamiento con la tienda en el centro. A lo largo de la historia, una serie de visionarios han impactado en la moda cambiando las reglas del juego: son los alquimistas de la moda. Los grandes almacenes, la moda rápida, el bajo coste o la lycra no existirían sin el genio de nombres como Aristide Boucicaut, Amancio Ortega, Arthur Ryan o Joseph Shivers. En esta tercera edición del Quién es Quién de Empresas de Moda en España, patrocinado por Aguirre Newman, Modaes.es realiza una selección de veinte de los empresarios y ejecutivos que más influencia han tenido en la industria de la moda internacional a lo largo de la historia reciente.

 


 Au Bon Marché

 

 

 

Un lugar donde las mujeres de clase media pudieran pasar la tarde, paseando entre la mercancía que tenían a su alcance. Todo lo que quisieran comprar en un sólo lugar: el paraíso de las compras. Detrás de esta revolucionaria idea, que marcó un antes y un después en la moda y en el retail, se encuentra un hombre llamado Aristide Boucicaut.

 

Nacido recién estrenada la Belle Époque, Boucicaut comenzó su andadura profesional trabajando en la sombrerería de su padre en la localidad francesa de Bellême. Pero él quería progresar por su cuenta, y comenzó a trabajar para un vendedor de sombreros ambulante. En 1828 se trasladó a París, donde fue contratado como dependiente por la tienda Au Petit Sain-Thomas.

 

Justo cuando había conseguido un ascenso, el comercio cerró. Boucicaut se puso entonces en contacto con los hermanos Videau, que habían abierto en la misma manzana la mercería Au Bon Marché. Boucicaut les convenció para transformar su tienda en un establecimiento con mayor variedad y donde la gente pudiera entrar y salir libremente.

 

En 1852, con una inversión de 50.000 francos, Boucicaut y su mujer, Marguerite, abrieron en la calle de Sèvres los primeros grandes almacenes de la historia. Pese al éxito en ventas, los Videau abandonaron la compañía, mientras Aristide y Marguerite ya preparaban su proyecto más ambicioso.

 

Mortagnais Henry-François Maillard, un pastelero que se había hecho rico en Nueva York, prestó a los Boucicaut un millón y medio de francos para fundar la compañía que terminaría de revolucionar el negocio: una tienda de varios pisos, una segunda vuelta de tuerca a las novedades que habían implantado en Au Bon Marché.

 

En 1869, Marguerite ponía la primera piedra del nuevo edificio, cuyo diseño estuvo a cargo de Gustave Eiffel. El nuevo establecimiento, también ubicado en la calle de Sévres, implantó definitivamente una nueva cultura de compra que iba mucho más allá de una mayor variedad de producto. En Le Bon Marché, Boucicaut instauró unos precios mínimos que, si bien reducían el margen, aumentaban la rotación de la mercancía. Además, la tienda tenía políticas de cambio y devolución, los productos estaban al alcance del consumidor, se instauraron periodos promocionales de rebajas y un servicio de envío a domicilio.

 

La apertura de la tienda coincidió con el auge económico del Segundo Imperio, y Le Bon Marché arrasó. Su modelo fue copiado en todo el mundo y hasta Émile Zola le dedicó una de sus novelas. En El paraíso de las damas, Zola documenta los cambios que conlleva la vida moderna, también en la forma de consumir, y retrata la vida de los Boucicauts, con el nombre de Octave Mouret y Baudu Denise.

 

Boucicaut murió en 1877; su hijo, que asumió el cargo, falleció dos años más tarde. Pese a las reticencias de algunos colaboradores de su marido, Marguerite se puso entonces al frente de la compañía, cargo que ostentó durante una década.

 

En 1984, LVMH se hizo con el control de la compañía, y la transformó en uno de los grandes almacenes más exclusivos de París.